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Corren tiempos convulsos en los sótanos de la pilota profesional. Momentos en los que se adivina el fin de una era o al menos cambios sustanciales. Lo que no se atisba es el epílogo de la hegemonía de Puchol II, que acaba de conquistar su sexto Individual en una de las finales más solventes de su carrera. Expresó sobre las losas la partida que había diseñado en su mente para ganar a Pere Roc II, quien tiene en sus manos argumentos de sobra para alzar el título que le falta para completar su palmarés pero que se le resiste. Se queda por tercera vez a las puertas al verse superado (60-35) por el pilotari que, indiscutiblemente, mejor se aclimata a día de hoy a las condiciones de Pelayo.
«Estoy muy contento porque las cosas me van bien», admitía Puchol II sentado en el podio donde, de nuevo, había ascendido minutos antes a los altares de la pilota. Y van seis. Como Soro III, su predecesor. Aquel que le ganó su primera final y al que después doblegó con aquella acción estratégica y mecánica de alzar la pelota al toldo y hacer que cayera muerta al pouet. «La primera la pierdo por ser el novato que llega a comérselo todo y lo engañan bien engañado. Esta la juego con la experiencia. Siempre queda evolucionar, quiero mejorar día a día», argumentó.
Seis también como Sarasol I y, palabras mayores, Paco Genovés. En el trinquet, los grandes aficionados a la pilota siempre hacen una puntualización: que el torneo empezó a jugarse con Paco ya veterano, pasada la treintena, y que vete a saber cuántos habría ganado. Y luego están los once de Álvaro que, al estar Puchol II en activo, resulta inevitable marcarle ese reto: «Me parece muy atrevido hablar de Álvaro. Es algo que no me gusta comentar. Pienso que es más importante disfrutar de las partidas, de cada día de pilota, no sólo de las finales».
El debate está servido, pero siempre con una máxima innegable: que Puchol II ha marcado una época en la pilota y debe estar considerado como uno de los mejores de la historia. Al escaleter de l'Horta hay que elogiarle su voracidad. Tiene el instinto del depredador, lo que traducido al deporte de élite se puede denominar espíritu ganador. Otro quizás se habría relajado cuando en 2022 alzó el Fris Grec. Él no. Lo ha conquistado todo en el trinquet, pero tiene intactas las ganas de seguir progresando, de acumular experiencias y de sacrificarse por conseguirlas.
Ha pasado una semana desagradable. Por las conversaciones sobre las gestión de la vaqueta de élite –y la inevitable presión extra que recae sobre el número uno–, pero también por una sentada que sufre en su mano desde la durísima partida en la que sobrevivió casi milagrosamente frente a Marc en Vila-real. «Esta semana lo he pasado muy mal. Me han infiltrado dos veces y me he puesto unas protecciones especiales. El viernes estuve probando en el frontón de Vinalesa», desveló. Porque, hay que puntualizar, el jueves apenas podía golpear en el entrenamiento que se programó en Pelayo.
«El deporte de élite es así, cuando no tienes una tecla tienes otra. Lo importante es saber rehacerte y jugar con las condiciones que tengas». La frase tiene hasta tintes filosóficos y resume a la perfección la partida. Por esa pequeña lesión, leve pero sumamente molesta para un pilotari. Y también por las dudas que podían generar las dos partidas que disputó Puchol II en Vila-real: la que perdió (60-45) frente al propio Pere Roc II y en la que sobrevivió frente a Marc. La primera no la ha vuelto a visualizar pero sí le ha sacado el jugo necesario para plantear la final de Pelayo.
«También depende del trinquet y de cómo te salga el día». Y de momento, lo que le salió en la moneda fue cara: el color rojo que le permitió elegir el inicio desde el dau. Pelayo es sumamente dauero y Puchol II, por tanto, en la reballada no tuvo ninguna duda. «Varío las jugadas desde el dau para que no me entre a volea y desde el resto intento ir fuerte para que le atropelle y tampoco le dé tiempo», explica.
En el dau no ofreció ninguna fisura. En el resto fue paciente pese al gran inicio de Pere Roc II, muy violento en sus segundos golpes de cada quinze. Pero Puchol II rondó a su presa. Colocó el trozo de esparadrapo en la muralla, más o menos a mitad entre el nueve y el final del trinquet: su referencia para mecanizar el rebote. A partir de ahí sólo quedaba esperar a los fallos de su contrincante y aprovecharlos. Llegó al segundo parcial del dau de Pere Roc II, el cuarto juego de la final: 30-20 y un buen pedazo de título para Puchol II.
«Yo voy al resto y sigo igual. Todos somos humanos y podemos equivocarnos. Pero él no ha tenido fallos», analizó el de Benidorm. «Estas partidas suelen ser daueras y romperlas te da serenidad. A partir de ahí sé que tengo que amarrar el juego del dau y luego tengo la suerte de quebrarle otro del resto. Eso me da aún más tranquilidad», relató Puchol II. Fue el 50-30. Pere Roc II se marchó al vestuario a retocarse las protecciones y tratar de serenarse. Sabía que estaba casi todo perdido, pero quería sosegarse para quemar sus últimas opciones.
Pero el depredador no se las concedió. Sólo sumar un juego más desde el dau. A su primera ocasión, Puchol II cerró la partida (60-35) para prolongar al menos un año más su hegemonía. «Ahora estoy muy contento porque las cosas me van bien. Espero que cuando no sea así siga disfrutando de la pilota», deslizó. Lo que sí podrá disfrutar de por vida es ser uno de los más grandes en la historia de la vaqueta.
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