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José Enrique Arbona Álvarez es el custodio de la fórmula, quizás no tan mágica, de la que surgen las mejores pelotas de vaqueta. Álvarez de Carcaixent ha manufacturado con herramientas de zapatero un prestigio durante tres generaciones. En la actualidad sigue confeccionando las pelotas más preciadas en los trinquets con las mismas herramientas que utilizó su abuelo, que cambió de oficio a raíz de la industrialización del calzado.
«La gente ya no pagaba lo que costaban unos zapatos confeccionados a mano, así que estuvo pensando a qué dedicarse. Se hizo con unas pelotas viejas, las abrió y se fijó para empezar a fabricarlas», comenta Arbona: «Su hijo ya las perfeccionó, y ahora estoy yo. No tiene ningún secreto». Eso dice, pero lo cierto es que la entrada al santuario de las vaquetas está más que restringido. Sólo entra él mientras los visitantes, como mucho, acceden a la planta baja del taller. Ahí se lleva a cabo la conversación y muestra tanto las herramientas como los materiales que usa para confeccionar los objetos esféricos con los que compite la élite del deporte autóctono. «El único secreto es un compendio de buen material, técnica de trabajo y ganas. Utilizo tenazas, martillo, punzones... Y luego una prensa hidráulica y moldes para darle forma. No hay más», reitera.
Una pelota de vaqueta de Álvarez cuesta 70 euros. ¿Cara? Según se mire, porque cada una es una obra de artesanía distinta que empieza a confeccionarse mucho antes de que llegue al taller la materia prima. «Yo voy al trinquet a observarlas y hablo con los jugadores. Necesito saber si botan bien, si son nobles, si se gastan pronto...», explica José Enrique.
También sale a elegir el material, más en concreto el cuero de los ocho gajos que conforman la pelota. Habitualmente procede de toros de lidia. Según el tercero de la estirpe Álvarez, la piel es en la actualidad de peor calidad a la empleada por sus predecesores. «Hoy día muchos animales están hormonados y eso se nota. Además, la gente también quiere que los zapatos de ahora sean blandos y flexibles. Eso a los artesanos de las pelotas de vaqueta no nos interesa», explica: «Antes se usaba otro calzado, como las botas esas de los militares, o las correas de lo caballos. El cuero era más fuerte y eso afecta tanto en el bote como que en la vaqueta se desgaste con más rapidez».
Una vez elegido el cuero, se moja para poder recortarlo y agujerearlo con mayor facilidad, y después coser los gajos. Parece sencillo, pero en elaborar una pelota se tarda cuatro horas: «Yo confecciono dos diarias de lunes a viernes. Una dificultad es acertar con el relleno (lana) para que, una vez seca, pese 45 gramos. Eso lo hace la práctica». A partir de ahí empieza el proceso de 'maduración': «Es como un jamón». La primera semana la va moldeando, pero el proceso para que la vaqueta esté seca y con las características necesarias para que pueda ser usada en el trinquet se prolonga hasta los dos meses, no menos de seis semanas.
En las principales partidas se suelen usar las vaquetas de Álvarez. Otros artesanos de prestigio son los de Riola y Llíria. pero hay un problema de continuidad. El hijo de José Enrique es músico y no le ve encabezando una cuarta generación del taller de Carcaixent. La Generalitat quiere impulsar un módulo profesional pero, ¿cuánto vale transmitir la fórmula mágica de un bien que a día de hoy es escaso?
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