MOISÉS RODRÍGUEZ
Miércoles, 9 de diciembre 2020, 11:06
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Hace justo 20 años, Juan Carlos Ferrero salió a hombros del Palau Sant Jordi. Como si fuera un torero, victorioso, sobre los de un tenista ya contrastado como Álex Corretja. El valenciano acababa de convertirse en el héroe de España al rubricar uno de los títulos más ansiados: la Davis, que se había escapado en dos finales hacía más de tres décadas. Hoy ya ha prescrito una escapada, curiosamente también con tintes taurinos, del joven deportista valenciano para no perderse las fiestas de su Ontinyent natal a cinco días de aquel fin de semana glorioso que se convirtió en su consagración. «Sin duda. Luego vinieron cuatro Master 1.000, Roland Garros, el número uno... pero a raíz de aquello empezó a conocerlo el gran público», reflexiona Antonio Martínez Cascales, su entrenador de siempre.
Juan Carlos Ferrero se convirtió en el héroe de la primera Copa Davis ganada por España el 10 de diciembre de 2000 y ahora recuerda que lo que se vivió aquella semana en Barcelona «fue algo único». El valenciano quitó una espina clavada durante más de 30 años, ya que se había perdido en 1965 y en 1967 contra Australia, en ambas ocasiones en hierba. Pero esta vez, en casa, en la tierra batida de un Palau Sant Jordi rendido a los tenistas españoles, se logró la gesta y se inició la etapa dorada en el torneo más prestigioso del mundo por equipos, que desde entonces se ha conquistado otras cinco veces.
Lo que no había trascendido hasta ahora es que el sábado previo al inicio de la final -cinco días antes del partido del viernes contra Rafter-, Ferrero se 'escapó' de la concentración. Muy arraigado a las fiestas patronales de su pueblo, Ontinyent, se entrenó por la mañana y se hizo más de 450 kilómetros en coche para no perdérselas. Esa noche había vaquillas en la localidad de la Vall d'Albaida, corrió ante cuatro manteniendo una distancia prudencial y al día siguiente regresó a Barcelona por carretera.
Volvió a zambullirse en una concentración donde había una presión bestial. Los rivales volvían a ser los australianos, pero España partía favorita. De nada servía que su equipo contase con dos exnúmero uno como Hewitt y Rafter y un gran dobles. Se confiaba en una más que buena generación y el factor tierra batida.
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«Superar aquellos momentos con tanta tensión en la pista me hizo crecer», señala en declaraciones a Efe Ferrero, hoy entrenador de Carlos Alcaraz, otra promesa. Y su técnico de siempre, Cascales, lo constata: «Pero es que desde el partido de Rafter, porque Costa había perdido y una derrota significaba llegar al dobles con 2-0 en contra».
En su entorno había confianza, Basta con analizar las declaraciones de Miguel Maeso a LAS PROVINCIAS tras el triunfo contra Hewitt: «Confiaba mucho en él. Tiene una mentalidad muy fuerte y casta de campeón. El trabajo acumulado está dando ahora sus frutos, como se ha visto en el último partido entre estos dos monstruos tanto tenísticos como físicos». El valenciano jugó con aplomo impropio de sus 20 años y acabó venciendo por 6-2, 7-6 (5), 4-6 y 6-4, con aquel revés paralelo que ya forma parte de la historia del tenis español. «La tensión era brutal por las dos finales que se habían perdido, las ganas por levantar la Ensaladera... recuerdo que cuando ganó aquel punto me caí en la silla. Me derrumbé, como le pasó a él. Fui el último que llegó a la montonera», relata Cascales.
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«Había jugadores con mucha experiencia y otros con algo menos, como era la mía. A pesar de que ya estaba más o menos cerca del 'top ten', no había vivido momentos tan tensos dentro de una pista y superarlos me hizo crecer rápidamente», recuerda Ferrero. Han pasado 20 años de que saliera a hombros de Barcelona y de que su Ontinyent vibrara con su consagración como tenista.
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