Lishchuk, envuelto en una senyera tras ganar la Eurocup en Kazán en 2014. efe
Una escuela en Ucrania de Serhiy Lishchuk para sanar el dolor de la guerra
historias del baloncesto ·
El exjugador del Valencia Basket fundó un club en su ciudad con el que ayuda a los jóvenes a mitigar el temor a un conflicto bélico con Rusia: «Son nuestro futuro»
Rivne es una ciudad del noroeste de Ucrania, de unos 245.000 habitantes, con una economía que siempre se basó en el ferrocarril y que desde 2017 tiene un club de baloncesto, el BC Rivne, fundado por Serhiy Lishchuk. Tras retirarse del mundo del baloncesto en 2016, el que fuera uno de los jugadores más queridos por la afición taronja durante su periplo en la Fonteta, donde ganó dos títulos de la Eurocup en 2010 y 2014, decidió volver a su tierra para ayudar, con su esfuerzo y patrimonio, al desarrollo de los niños y niñas de su ciudad en un momento donde la tensión con Rusia ya había estallado de nuevo. Ese clima prebélico se ha recrudecido en las últimas semanas. «Tenemos un gran problema en la frontera con Rusia y lo único que queremos es que respeten a nuestro país, a Ucrania. El temor a una guerra existe en la calle, nos preocupa, pero tenemos que seguir viviendo. El baloncesto es una buena herramienta para que nuestros jóvenes se olviden de esas cosas mientras están sobre la pista», analiza al otro lado del teléfono mientras suena de fondo el bote de los balones en el pabellón del BC Rivne.
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La idea de ayudar a su gente ya planeaba por su cabeza el 7 de mayo de 2014. El día que define como el «más feliz» de su carrera, donde el Valencia Basket ganó 73-85 en Kazán para conquistar el título de la Eurocup. «¡Viva Ucrania!», gritó aquella noche sobre el parquet, ante la mirada de varias decenas de militares del ejército ruso, mientras que se envolvía en una senyera gigante. Una foto para la historia. «El objetivo en nuestra escuela de baloncesto es ayudar a nuestros niños y niñas a que tengan un mejor futuro, que consigan abrirse en la vida. Ellos son nuestro futuro y la situación en Ucrania es muy complicada. Podía haberme quedado en España a trabajar pero quiero ayudar a mi pueblo. Si nuestros niños y niñas no son felices los adultos seremos infelices. Cuando estaba creciendo los adultos me ayudaron a cumplir mi sueño y es justo que ahora haga lo mismo», sentencia.
«Mi sueño es que mi hija Anastasia llegara a jugar en el Valencia Basket. Lo tiene todo, altura, corazón e ilusión por hacerlo»
Al valenciano de Ucrania, así se considera, se le ilumina la mirada cuando le preguntan por Anastasia. Su hija nació en la Clínica del Consuelo el 6 de diciembre de 2011 y sigue viviendo en Valencia. El padre, tiene claro que se está formando la segunda generación Lishchuk en el mundo de la canasta: «Es grande como su papá (se ríe). Mi sueño es que llegara a jugar en el equipo femenino del Valencia Basket. Lo tiene todo, altura y corazón, y lo más importante es que tiene esa ilusión de jugar al baloncesto en Valencia». El 'tractor', así le apodaban cuando vestía de taronja, sigue teniendo siempre presente a una ciudad a la que adora: «Recuerdo la creación de mi club porque fue en el mes en el que se ganó la Liga al Real Madrid. Ese día me puse a llorar, no lo pude evitar. Soy ucraniano pero también me siento valenciano. En mi casa tengo una foto grande celebrando la Eurocup, cada vez que la veo siento mucha felicidad». Su manera de ser, y lo que supuso su llegada a España, es un vaso comunicante de la forma de sentir de Dubljevic. Como el montenegrino, tiene grabado a fuego el primer día: «Nunca olvidaré el 4 de septiembre de 2009, mi agente me llamó para decirme que Valencia me quería y le dije a mi madre que era la oportunidad de mi vida».
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