![Valencia Basket | El tobillo azul de Vives que lideró la Liga del Voltaren](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202111/18/media/cortadas/165929320--1968x2086.jpg)
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JUAN CARLOS VILLENA
Domingo, 21 de noviembre 2021, 00:33
El Valencia Basket comenzó a ganar la ACB de 2017 el 8 de marzo. Guillem Vives volvió a despertarse esa mañana con dolor al apoyar el tobillo izquierdo por el intenso derrame que tenía pero con una decisión tomada y meditada en las pocas horas de sueño; iba a jugar el partido contra el Khimki de ese día en la Fonteta que iba a decidir el equipo que accedía a las semifinales de la Eurocup. Con Diot también lesionado, decidió jugarse el pie pese a que forzar la articulación era comprar boletos para convertir la lesión en crónica. «Decidí no parar y jugar. Recuerdo caras de gente que al ver el estado del tobillo me decía que así no podía jugar pero esa mañana le comuniqué a Pedro Martínez que había decidido jugar porque el equipo me necesitaba», rememora.
Lo que ocurrió después, fue mágico. El Valencia Basket pasó por encima del Khimki (92-76), Vives jugó 15 minutos dando relevos cortos y saltando a la pista directamente desde una bici estática para mantener caliente el tobillo... y la Fonteta, puesta en pie, se rindió al catalán. En su última salida de la pista se llevó una ovación antológica. Vives, muy emocionado, fue a parar al pecho de Dubljevic. Ahí se quedó varios segundos: «En el último cambio ya le dije a Van Rossom que era para un minuto porque ya no podía más. Al acabar, me dio un abrazo y las gracias. Casi me derrumbo en la pista. Vivimos cosas muy intensas ese año». Aquella noche, Pedro Martínez se rindió a la gesta de su jugador: «Lo que ha hecho es impresionante. Me gustaría que estuviera siempre en mi equipo, por su coraje y su compromiso». Acababa de nacer la Liga del Voltaren, en honor a la pomada antiinflamatoria que se convirtió en compañera de viaje de Vives.
La mañana del 9 de marzo, el día después de la catarsis ante los rusos, el tobillo izquierdo del base había mutado a color azul al forzar el derrame. Algo que marcó el resto de la temporada para el jugador: «Arrastré mucho tiempo las molestias en el tobillo después de aquel partido. Tuve que gestionar mucho a nivel mental porque me costó incluso volver a tener confianza. En la final de la Liga no podía ni entrar a canasta. Tenía que esconderle al Real Madrid que no podía ni saltar con esa pierna. Esas cosas se quedan en la cabeza, el cerebro lo asocia y te va condicionando en el futuro. Pasó mucho tiempo para asimilar todo, cambiar el chip y volver a ser el mismo jugador de antes de aquella lesión». El cumpleaños de Guillem Vives es el 16 de junio. El primer título liguero del Valencia Basket estaba predestinado a llegar ese día. El mejor homenaje al jugador que se jugó el pie, literalmente, por su camiseta.
Cuando la Fonteta recibió con una larga ovación a Vives el pasado 6 de noviembre, todos esos recuerdos volvieron a su cabeza. De los 381 partidos que disputó con la camiseta taronja, con la que consiguió tres títulos, el más especial es el que terminó con la invasión de la Fonteta tras ganar la primera Liga del club. «Mentalmente fuimos un grupo muy fuerte. Nos levantamos de la derrota de la final de la Eurocup, que fue el palo más grande que he tenido en mi carrera, y ganamos la ACB dos meses después. Perder aquel título con el Unicaja en la Fonteta nos enseñó a gestionar todo lo que no tenía que ver con la pista. En el vestuario nos aislamos del ruido. La verdad es que esa temporada da para un documental porque cada uno lo vivimos de una forma», confiesa.
«Recuerdo una frase de Pedro Martínez el día de la comida de despedida de esa temporada, que nos dijo que dentro de unos años nos reuniríamos otra vez porque habíamos conseguido algo histórico. Cuando digieres una frase así te das cuenta de que lo que conseguimos fue algo muy fuerte. No sólo fue ganarla sino todo el mes de junio de 2017 que fue una bomba de juego y de ambiente en las gradas». Palabra de Guillem. El base dejó el Valencia Basket pocos días antes de que naciera Biel. Su primer hijo junto a su pareja, Clara. «Me ha cambiado la vida. La tenía ya muy buena pero noto que estoy más alegre y feliz. Lo enfocas todo de otra forma. Es verdad que es una vida más cansada, que te exige más físicamente pero todo se compensa con un gesto o con cada cosa que va aprendiendo», sentencia. Con la misma sonrisa con la que recuerda aquella noche mágica en la Fonteta donde jugó con un tobillo morado que acabó azul.
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