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La 'realpolitik' pasa factura

La política internacional se ceba con el sector agrario de la Comunitat, que suma los daños del conflicto de Ucrania al acuerdo con Sudáfrica

ELISABETH RODRÍGUEZ

Domingo, 25 de septiembre 2016, 22:39

Sucede que detrás de la filosofía política; la de las ideas y la de los discursos mediáticos, existe la 'realpolitik' (en alemán, política de la realidad). La que gobierna. La de verdad. La de los intereses y la del pragmatismo puro y duro. Es esa misma que impulsó a Rusia a prohibir en 2014 la entrada de productos europeos a su mercado como respuesta a las sanciones económicas que los países comunitarios le impusieron por apoyar la separación del este de Ucrania. O también es la que llevó al Parlamento Europeo la semana pasada a aprobar un acuerdo comercial con varios países del sur de África, entre ellos Sudáfrica, con el argumento de ayudar a las regiones menos desarrolladas (una característica que precisamente no tiene el segundo país más exportador de cítricos después de España y que ocupa el puesto 30 por producto interior bruto de los 180 países que analiza el Banco Mundial).

«Cada decisión que se toma en el mundo nos afecta. Y en concreto a los valencianos, que somos exportadores», señala el secretario general de La Unió de Llauradors, Ramón Mampel, quien lamenta que la guerra económica y comercial emprendida entre Moscú y Bruselas se cebe con el sector agrario de la Comunitat. «Se trata de una medida política que no tiene que ver con nosotros pero que nos afecta de pleno», sostiene. Una medida que, tal y como explica Mampel, derivó de algo tan lejano para los agricultores como es la crisis de Crimea (un conflicto con antecedentes históricos). Sin embargo, nada es lejano en un mundo globalizado y la decisión moscovita vino después de que la Unión Europea le impusiera multas en algunos de sus puntos vitales: la industria petrolera, defensa, además de en productos de doble uso y tecnologías sensibles. La reacción también fue a un sitio estratégico para Europa: a los productos frescos.

Y es que, la alta política ha pasado una factura considerable al campo valenciano. Tan sólo en el primer año de veto ruso, se registraron unas pérdidas de 70 millones de euros en el sector, según estima la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA). Los precios se hundieron por la saturación de oferta en los mercados europeos, a donde se ha desviado parte de la producción que antes se destinaba a Rusia. Ese desplome se reflejó al cierre de 2015, cuando los agricultores valencianos perdieron 59 millones de euros en su producto estrella, los cítricos, al tener que vender parte del excedente en países con mucha oferta, tal y como se desprende del informe elaborado por el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) el pasado mes de agosto.

En total, el daño asciende a más de 130 millones de euros, según confirma AVA, a los que habría que sumar el resto de exportaciones no contabilizadas. Son unos estragos que, tal y como advierten desde las distintas organizaciones agrarias y otras instituciones, se agravarán. Por lo pronto, el presidente del país ruso, Vladímir Putin, ha anunciado que el embargo se extenderá hasta el 31 de diciembre de 2017.

Ayudas insuficientes

En 2014, la Comunitat era el tercer proveedor de fruta en Rusia. En 2015, descendió al puesto 56. Como compensación por las pérdidas, la Unión Europea destina un paquete de ayudas económicas. El objetivo principal es que los productores retiren parte de la mercancía que antes vendían en Rusia para evitar el sector se hunda por un batacazo en la rentabilidad. En concreto, el órgano comunitario ha concedido 14 millones de euros al sector en la Comunitat, según los datos facilitados por la conselleria de Agricultura.

Sin embargo, AVA y La Unió considera la cuantía insuficiente. «Con esas ayudas no vamos a ninguna parte, ya que sólo cubren el 40% de los costes de producción», lamentan AVA. Mientras que Mampel sostiene que las subvenciones no llegan a los productores: «Este dinero se queda en las estructuras de comercio, donde controlan el producto».

¿La alternativa? Abrir nuevos mercados. No obstante, no es tarea fácil. Se tratan de países lejanos, con un coste logístico elevado y además, no todos presentan condiciones económicas favorables. En ese sentido, Asia se erige como una de las salidas para los productos más duraderos. «Lo que sí sería una buena solución es que la UE diera ayudas para abrir esos nuevos mercados, ya que no es lo mismo transportar en camión que en barco», afirma el dirigente de La Unió.

Pese a todo, la 'realpolitik' ha abierto otro frente para el campo valenciano. La semana pasada, el Parlamento Europeo aprobó el acuerdo de Asociación Económica entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados de África del Sur, que incluye Sudáfrica, Botsuana, Lesoto, Mozambique, Namibia y Suazilandia. El pacto amplía más de un mes el plazo de entrada de las naranjas sudafricanas en la UE, hasta finales de noviembre, y eso hace que coincidan en el mercado con las navelinas españolas, la variedad de naranja mayoritaria en la Comunitat.

Según la Comisión Europea, esta ventaja se ofrece a regiones menos desarrolladas, dentro del marco de cooperación internacional. Sin embargo, los agricultores discrepan. «Hay una cuestión de poder. Los países del norte de Europa tienen más peso político que los mediterráneos, de manera que han tomado esta decisión atendiendo a sus intereses y no a los del sur», critica Mampel. Por su parte, desde Ava coinciden en que el acuerdo no responde tanto a causas humanitarias como a satisfacer el vínculo histórico entre Reino Unido y Holanda con el país africano.

Según Cristóbal Aguado, presidente de AVA, la coincidencia de las naranjas sudafricanas con las navelinas españolas ejercerá una presión bajista sobre las cotizaciones «hasta el punto de comprometer seriamente la rentabilidad de la campaña» y obligarles a cambiar su mapa varietal. A esto, añade la amenaza que supone para la sanidad vegetal.

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