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Protección. Mandarinos Nadorcott cubiertos con mallas durante la floración para aislarlos y evitar la polinización cruzada. LP

Agricultura propicia un entendimiento entre citricultores y apicultores ante la 'pinyolá'

La conselleria se reúne con ambos sectores en busca de soluciones pactadas para un conflicto que perdura desde el siglo pasado

Vicente Lladró

Valencia

Domingo, 19 de noviembre 2023

Más de tres décadas después de iniciarse el problema citrícola que se bautizó como la 'pinyolà', con el consiguiente conflicto derivado que enfrenta los ... intereses de apicultores y algunos citricultores, esta larguísima disputa puede entrar en una vía de entendimiento si fructifican nuevas ideas de la Conselleria de Agricultura para promover el diálogo entre las partes y encontrar soluciones aceptadas por todos.

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Los términos del choque de intereses son claros: los apicultores desean colocar sus colmenas cerca de explotaciones citrícolas para aprovechar la floración de azahar, mientras que los productores de variedades de mandarinas susceptibles de sufrir polinización cruzada quieren tener bien lejos a los insectos polinizadores, porque de ello se pueden derivar importantes perjuicios económicos, al aparecer altos porcentajes de frutos con pepitas ('pinyols' en valenciano), lo que deprecia su valor comercial.

A esa presencia ocasional de semillas se llama 'pinyolà' (de 'pinyol') y las investigaciones demostraron que se debe precisamente a la polinización cruzada entre variedades que, de normal, aisladas, no presentan tal defecto y sólo tienen frutos sin semillas, pero si se cultivan unas cerca de otras, se hace presente el problema porque los insectos polinizadores, en su ir y venir de un huerto a otro, intercambian el polen y provocan lo que de otro modo no ocurriría. La presencia de pepitas se debe a que, al cruzarse dos variedades que ya se seleccionaron en su momento por carecer de ellas, se duplica la herencia genética de un carácter que era recesivo para hacerse dominante y manifestarse.

La asignatura pendiente es ubicar las abejas donde predominan naranjos o mandarinos sin problemas y acometer reconversiones

La historia citrícola valenciana ilustra una constante búsqueda de la mejor calidad, que se identifica naturalmente con lo que prefieren los consumidores, porque la producción se destina muy mayoritariamente al consumo de fruta fresca y sólo va a transformación industrial lo que no es de primera calidad para tal destino. Y en cuanto se refiere a la calidad en mandarinas, la evolución del cultivo y la exitosa exportación al alza ha venido marcada por la necesidad de ofertar frutos sin semillas. De aquellas mandarinas históricas, tan aromáticas y a la vez plagadas de pepitas, se pasó a las primeras clementinas, aún con 'tropezones', y a las satsumas, menos sabrosas pero exentas, y finalmente a las clementinas también libres de tales obstáculos.

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Todo iba bien hasta que llegaron las variedades híbridas, en principio convenientes para alargar la oferta comercial. Comenzaron a prodigarse campos de Clemenvilla, Fortune, Ortanique..., luego Afourer-Nadorcott y comenzaron a llenarse de pepitas los frutos de muchos huertos, como también los de otros de clementinos situados cerca. ¿Qué estaba ocurriendo? Polinización cruzada. La ley de Mendel. Variedades que aisladas están libres del problema, al mezclarse el polen de unas con otras, aparecen las indeseables semillas. ¿Y cómo viaja el polen de unas flores a otras, de unos árboles a otros, de un campo a otro? Lo hacen los insectos polinizadores: los que existen de forma natural y, sobre todo, las abejas explotadas por miles en las colmenas de los apicultores que tradicionalmente basan su actividad cada primavera situándolas cerca de los campos de cítricos para aprovechar el néctar del azahar.

¿Qué hacer?, se planteó entonces, y la Conselleria de Agricultura adoptó una decisión salomónica: que los apicultores se pongan bien lejos de los campos de cítricos y les compensamos con ayudas especiales. Así se funcionó un tiempo, con reticencias, pero razonablemente. Pero no se aprovechó el tiempo para actuar de cara al futuro, las ayudas se fueron reduciendo y aumentaron las quejas por el obligado alejamiento y por los incumplimientos. Los ánimos se encresparon a veces.

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Desde entonces, de una manera u otra, con más o menos exigencias y con más o menos ayudas, se ha insistido en términos parecidos, sin que la regulación termine de satisfacer a todos: los apicultores, descontentos porque no pueden ponerse cerca de variedades problemáticas y pierden opciones para rentabilizar su explotación melífera, y los citricultores afectados porque sienten la amenaza de la 'pinyolà', nunca quedan seguros del todo y en muchos casos se ven obligados a colocar costosas mallas para aislar su arbolado de los polinizadores.

¿Y cómo fructifican esos árboles bajo malla y sin polinizadores? Es que los óvulos de las flores que dan naranjas, mandarinas, limones o pomelos son partenocárpicos: crecen por sí mismos sin necesidad de ser polinizados. Tampoco es que esté de sobra la fecundación, salvo cuando hay riesgo de aparición de molestas semillas, pero desde luego pueden desarrollarse y dan cosechas abundantes sin fecundación.

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Al mismo tiempo se dan innumerables casos de entendimiento espontáneo entre citricultores y apicultores. Unos dejan que se coloquen colmenas cerca, porque no tienen variedades problemáticas, y los otros las ponen en cantidad no abusiva, para no molestar a personas que habiten allí o trabajen en tareas de cultivo.

Seguramente ese pueda ser un buen camino: identificar localizaciones en las que se puedan colocar colmenas sin causar problemas a nadie. Si todos los campos son de naranjos no hay riesgo de nada, ni tampoco si son de clementinos o de híbridos triploides o irradiados. Y al mismo tiempo, acometer reconversiones para sustituir paulatinamente los demás que sí pueden sufrir esta cuestión, a base de cambiar poco a poco variedades o agrupando unas y otras en polígonos más grandes, hasta minimizar los obstáculos.

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