De apenas trece céntimos a cerca de un euro y medio se dispara el precio de un kilo de naranjas desde que está en el árbol hasta que llega a la cesta de la compra, IVA incluido. Así lo recoge un estudio del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación con datos de la campaña de 2011, el único informe oficial disponible actualmente sobre este tema y avalado, además, por todos los agentes de la cadena agroalimentaria.
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Ese informe explica la formación del precio de los cítricos a partir de los costes que acumula durante el proceso, que se traducen en un encarecimiento del 795% en el caso de las naranjas, del 548% en las clementinas y del 1.090% en limones. La mayoría, correspondientes al tratamiento en la central hortofrutícola (40%) y la venta en tienda (31%).
Los costes en la fase de producción, que incluyen la mano de obra, la maquinaria, el agua, los fertilizantes y productos fitosanitarios necesarios para el cultivo, constituyen cerca del 15% del precio final.
Cerca de la mitad de la factura a pagar por el consumidor corresponde a la segunda etapa, la comercialización en origen. El kilo de naranjas repunta primero de los entre trece y dieciséis céntimos iniciales a entre veinte y veintiséis céntimos cuando entra a la central hortofrutícola, por los costes de recolección y transporte desde el campo, lo que equivale a un 7% del precio final.
En torno a un 40% corresponde a lo que se encarece, en esa misma fase, por el destrío y las mermas, que reducen la cuantía de producto que se comercializa como primera categoría, y por los materiales empleados en el envasado de los productos terminados y posterior paletizado, incluida mano de obra, gastos fijos de la actividad, gastos comerciales y transporte a destino, del proveedor en origen al mayorista o plataforma de distribución, según el caso.
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La comercialización en destino arranca con un precio de venta al distribuidor de entre 65 y 80 céntimos por kilo de naranjas y vuelve a incrementarse hasta rondar el euro, el equivalente al 9% del precio final, por los gastos generales de esas grandes cooperativas o mayoristas, las mermas y el transporte a tienda.
Llegados a ese punto, el precio de salida de esas plataformas de distribución se sitúa entre 75 y 96 céntimos, a falta de elevarse a los entre 1,17 y 1,49 euros finales en la etapa de venta en tienda. En concreto, en torno al 31% del precio final se achaca a los costes para esos comercios, relativos a transporte, mermas por lo que se estropea o no se vende, mano de obra y gastos generales de la tienda, más el IVA del 4%.
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Con ese informe, que sitúa en el 5% la suma de los beneficios obtenidos en cada etapa, debido a los costes generados para llevar la naranja del campo a la mesa, la asociación de supermercados que representa a Mercadona y Consum, Asucova, replica a la petición de autocrítica sobre precios con la que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, trató de frenar la crisis agraria.
Ante la guerra abierta por Pedro Sánchez con las medianas y grandes superficies de distribución para desviar la responsabilidad ante la rebelión del campo, los supermercados esgrimen datos para desmontar sus críticas.
Pedro Reig, director de Asucova, explica a LAS PROVINCIAS que si bien el precio final de la naranja se incrementa en un tercio durante la fase de venta en tienda, como refleja el último informe del Ministerio de Agricultura, ese margen bruto cercano al 31% esconde muchos costes de diversa índole.
Los supermercados sostienen que sus márgenes netos o beneficio antes de impuestos se sitúa entre el 2% y el 3%, como reflejan las cuentas que las distintas empresas depositan en el registro mercantil.
Al respecto, Pedro Reig precisa que esa cifra engloba todos los productos que venden, pero el margen neto en productos perecederos es aún menor porque conllevan más mermas y más gastos de gestión que un perfume, por ejemplo.
Y es por eso, agrega, que «aunque a los supermercados les regalasen las naranjas, no podrían venderlas a menos de 50 o 60 céntimos el kilo por los costes que van acumulando por el camino».
Además de aportar datos para aclarar lo que perciben de esas ventas, los supermercados exigen al presidente del Gobierno que «no desvíe el foco de los problemas».
Según Asucova, «el problema de precios en el campo no tiene nada que ver con los márgenes que la distribución le carga al producto» y, de ahí, el «malestar» generado con la «utilización política» del tema.
En cuanto a las soluciones, apela al trabajo conjunto dentro de la cadena agroalimentaria, a «modernizar y organizar mejor las estructuras agrarias» y a crear «relaciones a largo plazo» como las impulsadas por Mercadona y Consum, «las únicas que se adhirieron al código de buenas prácticas que prevé la ley».
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