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Carlos Sanjuán, con su perrita 'Kitty', en su casa de Monteolivete. Iván Arlandis

Carlos San Juan: el hombre del bastón que retó a los bancos

En Monteolivete es un médico jubilado al que saludan sus vecinos y con miedo al Covid. En España es un símbolo de la lucha de los mayores ante el desierto de la atención presencial

belén hernández y arturo checa

Domingo, 6 de febrero 2022

Carlos San Juan abre la puerta del patio de su finca de Monteolivete con la mano izquierda. En la derecha empuña un bastón marrón de madera. Con el pomo raído. Baja despacio los dos escalones del patio. No da la mano. Tampoco abrazos. Ni ... siquiera el puño o el codo. Sus ojos sonríen achinados sobre su FFP2. Tiene pavor al Covid. Asmático y con Parkinson. «Carlos, ¿cómo le va? Ya hablaremos cuando esté menos atareado...». Un vecino le aborda junto a la entrada. «¿Qué tal, Amparo?», saluda él a otra mujer que regresa al edificio. Con la mano también dice él 'hola' al dueño del bazar chino del barrio. A simple vista, Carlos es un jubilado más de Valencia. Mayor, delicado, vecinal. Frágil. Pero tras su paso lento se esconden zancadas de gigante. Él es hoy el azote de los bancos. El David capaz de recoger ya más de medio millón de firmas contra el Goliath de la falta de atención presencial de las entidades bancarias en España. Este es Carlos, 78 años, zamorano pero «valenciano de adopción, tras vivir más de 60 años en esta ciudad».

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Un mayor tecnológico

Carlos tiene un mantra vital que explica la odisea en la que se ha embarcado con una campaña ya famosa en toda España para echar un pulso a las sucursales bancarias y pedirles más atención presencial. «Mi lema es ir contra la frase 'este no es mi problema'». Y realmente la brecha tecnológica que asedia a muchos mayores no es el precipicio por el que él se asoma. Maneja a la perfección el whatsapp. Tiene un iPhone, «aunque a veces me lo dejo por casa y mis hijos se enfadan, por si me pasa algo por ahí». Se maneja en las redes sociales, «aunque he dejado de usarlas por el ambiente de insultos». Tiene libro digital, pero prefiere leer en papel. Le gusta palpar las narraciones de Miguel Delibes o Agatha Christie. Se maneja en Netflix. Adora series de temas legales como 'Suits'. Su hija 'Carola' es abogada. Hasta conoce 'Twitch'. No es su problema. Él no está sumido en el abismo digital que separa a los mayores de la atención bancaria. Pero sí es una batalla en la que no piensa aflojar.

Aún no se ha cambiado del que es su banco «desde hace 51 años». A pesar de ver cómo la app que surgió tras la fusión de Bankia y La Caixa se ha vuelto «inaccesible y lo será siempre para la personas mayores». Ha aguantado en su caja pese a aquel día en que llamó al teléfono de Caixabank y le atendió «una voz humana pero muy robotizada» que le dijo: 'No se preocupe, esto es transitorio. Se debe solamente al coronavirus'. Pero nada cambió, empeoró. No contempla trasladarse, sobre todo «porque todos los bancos están igual». Carlos da vueltas a su cortado en una terraza que hace esquina en Monteolivete. Se quita la mascarilla sólo para tomar el café. Y se le cae el alma a los pies el revivir las escenas contempladas en su banco. Las verdaderas razones de iniciar su cruzada. «Ver a gente desolada». Como aquella anciana que llegó a la oficina para validar un talón. Algo vital relacionado con su hijo que Carlos no llegó a captar. El banco cerraba a las 11. «No querían atenderla porque era las 11 y un minuto. 'Usted lo ha dicho, y un minuto', respondió el cajero». O tras emocionarse con aquella señora «en su sillita de ruedas con su cartilla» que salió «llorando porque le decían que no era su oficina. Era la tercera vez que iba». Desde que emprendió su causa, Carlos ha dejado de ser solamente Carlos para ser la señora de la 'sillita de ruedas'. O el hombre que llora de impotencia al ver que nadie le ayuda a realizar una transferencia.

Carlos también es 'Pacorro', mote con el que se refiere cariñosamente a su mejor amigo desde hace más de veinte años. Paco se quedó ciego por una retinosis pigmentaria. Una enfermedad hereditaria que no se había dado en ningún otro miembro de su familia. «Vi el declive de Paco, su humanidad. Es una persona a la que no he oído nunca quejarse de nada. Da leciones de vida».

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Abandonos en hospitales

Antes de llegar a la tercera edad, Carlos ya estaba muy sensibilizado con el abandono que sufren las personas mayores. Ha pasado la mayor parte de su vida rodeado de ellos. Estudió medicina en la Universitat de València. Llegó a ser jefe de Urología en el Doctor Peset. «He visto a personas que han dejado a sus padres o a sus abuelos ingresados y se han ido de vacaciones». Dedicó gran parte de su vida a atender a los mayores. Se preocupó por ellos más allá de sus enfermedades. Ejerció hasta los 65 años. «Me hubiera gustado seguir hasta los 70. No pude por el Parkinson». Fue un golpe. No lo esconde. «Me rehice y lo tengo a raya ». Y no miente.

«Yo no quiero ser el protagonista, mi lucha es por los que no pueden tener atención en los bancos»

«Mi 'Carola' está preocupada». Desde que su lucha cobró tales dimensiones, su hija teme que el sobreesfuerzo haga temblar la salud del mayor. En su familia viven con miedo su visita a Madrid del día 8 de febrero. Carlos viajará para entregar las firmas que reunió con tanto esfuerzo al Ministerio de Economía. Empezó con 102, que consiguió gracias al apoyo de sus seres cercanos. Hoy supera las 500.000. No se da por vencido. Su nuevo objetivo es conseguir reunir dos millones.

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«'Tati', 'tati', ¡eres famoso!», repite Carlos entre risas. Esta fue la reacción que tuvieron sus nietas, Alba, María y Marta. la primera vez que vieron a su abuelo en televisión. Ahora ya se les ha pasado el furor del momento. 'Carlos San Juan' es el nombre más repetido en los bancos. Dentro y fuera, en las interminables colas ante cajeros y ventanillas. Las razones de su empeño.

«Mi lema es ir en contra de la frase 'este no es mi problema'»

«El otro día tenía que acudir al banco. Le pedí a mi mujer que fuera por mí». Y no es que Carlos no dé la cara, pero también se siente abrumado. Prefiere que el lema 'Soy mayor, no idiota' se repita más que su nombre. Lo que de verdad ansía es que vuelvan trabajadores a las sucursales. Aquellos que antes de que se extendiera la oleada de la digitalización podían nombrar de memoria a cada uno de sus clientes. «No quiero ser el protagonista», repite cada vez que muestra un pedazo de su intimidad.

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«Soy un enamorado de Náquera», dice hasta tres veces. Cuando habla del pueblo valenciano su rostro se ilumina como si estuviera pensando en su mujer, María José. Se crió en Moreruela, en Zamora. Dio de comer a las gallinas. Su existencia está inevitablemente ligada al campo. «El medio rural se ha visto muy afectado por la banca». Lucha porque lleguen las sucursales a los pueblos. La taza de su café cortado revolotea en sus manos por el Parkinson. No derrama ni una gota. Acaricia el marcado pomo de su bastón. Y regresa a casa cuando cae la noche para sacar a pasear a 'Kitty', la perrita Shi Tzu que le acompaña desde hace 13 años. Ya no puede andar. La lleva de acá para allá en un carrito. Otro símbolo en la vida del 'David de Monteolivete'.

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