Crecimiento y adaptación industrial con espíritu familiar

Lejos queda ya esa pequeña nave que fundó en 1986 José Alcántara, galardonado este año con el premio de dedicación empresarial del clúster de la automoción y movilidad Avia. Ese año levantó con la ayuda externa de su mujer Vicenta Fenollosa una pequeña sociedad de Museros que contaba con 5 o 6 trabajadores, pero que poco a poco se abrió camino en el sector con un crecimiento sano sin grandes aventuras arriesgadas.

En 1992 comenzaron a adquirir gran maquinaria y ampliaron las instalaciones y a final del siglo fueron nombrados oficialmente Tier 2. Es decir, que se especializaron en suministrar piezas y matrices a los proveedores directos de grandes firmas como Ford. Algo que les permitió consolidarse.

Como para muchas empresas pequeñas o medianas la crisis de 2008 supuso un verdadero punto de inflexión. La demanda nacional cayó en picado y salir al exterior se convirtió en una apuesta imprescindible. Tal y como relatan José Alcántara, actual CEO, y su hermano Álvaro Alcántara, director de ingeniería, en ese momento también les realizó una empresa externa una extensa y dura auditoría que les forzó a cambiar las pilas y hacer más eficientes los procesos. Y es a partir de 2009 cuando se intensifica la transformación ya que entonces tenían algo menos de 20 empleados y unas ventas anuales de dos millones de euros.

Así, deciden por dar la vuelta a muchos procesos, romper esquemas pasados, abrirse a ocho mercados nuevos y entrar en Avia. Todo a la vez que se produce el inicio de una transición tranquila entre generaciones. Se jugaron mucho, pero salió bien. Y lo más importante, lograron sobrevivir.

En los siguientes años el negocio siguió al alza gracias por los cambios introducidos y en 2018 la facturación ya se situaba en los diez millones de euros. Pero poco después llega la pandemia y la posterior crisis de los microchips que aún afecta a la automoción, lo que obliga a replantear gran parte de la estrategia.

Es entonces cuando se asienta otra idea que llevaba años dando vueltas en las cabezas de la familia que está al frente de Matrices Alcántara, ir más allá de la automoción. Comienzan a ver sectores relacionados donde sus piezas podrían servir y se abren camino hacia otros mundos como el ferroviari, aprovechando la cercanía del gigante Stadler, con sede en Albuixech. Pero también buscan huecos en el aeroespacial y hasta en las renovables de la mano de las placas solares.

Esto les permite, no sin algunos problemas, capear la actual situación económica mucho mejor que la mayor parte de empresas de la automoción, que por norma general no se han recuperado y mantienen ERTE al depender mucho de Ford Almussafes. En plena época de desaceleración económica la firma espera cerrar este 2022 con una facturación de 12 millones de euros y una plantilla que supera el medio centenar de personas. Pese a ello, confirman que la crisis de componentes les ha obligado a cambiar la producción e incluso hacer acopios puntuales por el miedo al desabastecimiento de piezas.

Su actual CEO es claro en afirmar que, de cara al futuro, van a seguir apostando por la automoción tradicional, porque aunque el medio plazo pasa por la descarbonización, considera que la transición se debe basar en la eficiencia de la gasolina y el diésel. Del mismo modo, siguen de cerca los pasos de la gigafactoría de baterías de Volkswagen, que saben que una vez sea levantada generará muchas oportunidades para el sector de la automoción. Eso sí, miran los próximos años con el objetivo de mantener ese ambiente familiar en la planta, algo de lo que no quieren desprenderse