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Al igual que la horchata a Alboraya, la alcachofa a Benicarló o el turrón a Jijona, el nombre de algunas empresas evoca inevitablemente a pensar en la Comunitat Valenciana. Muchas de ellas forman parte del grupo de mercantiles valencianas que encabezan el ranking de facturación ... ; otras, pese a no encontrarse dentro de ese selecto grupo, son punteras en cada uno de sus sectores, aupando a la región a las posiciones de privilegio a nivel nacional.
Incluso algunas otras han logrado pasar a formar parte del entramado empresarial valenciano aun habiendo nacido a cientos de kilómetros del Mediterráneo. Son estas últimas las que refuerzan el tejido productivo de la Comunitat gracias a una facturación que supera los 19.000 millones y a una influencia directa en la creación de puestos de trabajo, tanto directos como indirectos.
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A lo largo de la historia, marcas internacionales de la talla de Ford, Coca-Cola o BP han elegido el territorio valenciano para expandir su negocio. Un proceso -de varias décadas en el caso de estas tres firmas- que han imitado un buen puñado de compañías a lo largo de los últimos años y que hoy en día suponen un acicate adicional para la economía valenciana.
Los motivos que han llevado a compañías como Stadler, Heineken o Bayer a fijarse en el territorio valenciano son varios, según explica, Pere Martínez, docente de Competencia y Entorno internacional en la Universidad CEU Cardenal Herrera. «Hay un ambiente institucional recuperado, un capital reputacional importante, una red de I+D+i, un capital humano, un tejido empresarial con vocación internacional y hay calidad de vida. Por tanto, no solo viene inversión, también viene talento», argumenta el profesor.
En ese sentido, las «grandes tractoras», como define Sergio Gordillo, socio director de la consultoría de negocio Improven, a las multinacionales que se asientan en un territorio, «generan un marco mayor de productividad que permite desarrollar más tejido empresarial». Uno de los ejemplos más claros en el caso valenciano es el de Ford, que, aunque no atraviesa su mejor momento, sigue bombeando sangre a todo el sector de la automoción valenciana. Desde su llegada a Almussafes en 1976, la multinacional no solo ha generado miles de empleos directos -unos 4.800 en la actualidad-, sino que también ha favorecido a la creación de una industria auxiliar paralela que cuenta con más de 20.000 profesionales.
De hecho, para Gordillo, el aterrizaje de la firma estadounidense en la Ribera favoreció al desarrollo de un tejido industrial que tuvo su reflejo en el sector automotriz, pero también en «otros sectores que inicialmente no estaban tan relacionados» gracias a la transferencia de conocimientos y de perfiles profesionales capacitados. «Mercadona no hubiera existido si Ford no hubiera venido. Ha habido mucho conocimiento y muchos perfiles que Ford ha permitido trasladar al mundo industrial», analiza el experto en consultoría empresarial.
Una relación que ha incentivado la llegada de empresas del sector agroalimentario al territorio valenciano. La pionera fue Coca-Cola que hace 65 años cambió una modesta nave en el barrio del Cabanyal por su actual planta ubicada en Quart de Poblet, donde 450 empleados siguen cocinando la misteriosa receta –cuenta la leyenda que su origen se sitúa en Aielo de Malferit– de uno de los refrescos más populares de todo el planeta. A ella se sumaron otras firmas como Heineken, con una facturación nacional que rozó los 1.000 millones el pasado año, o Danone, que produce en Aldaia más de 300 productos en la que es la mayor planta de la firma en Europa.
Más allá de la automoción y la alimentación, otros sectores como el transporte de mercancías cuentan con potentes representantes en la Comunitat. Stadler y MSC son otros de los gigantes con gran arraigo en el territorio. La multinacional suiza adquirió el negocio de locomotoras de Vossloh en 2016 y desde entonces su expansión no se ha detenido, alcanzando su mejor registro en 2022 con un volumen de pedidos superior a los 5.000 millones. Por su parte, la naviera ha experimentado un desarrollo que ha ido acompasado al de la ciudad. Desde 1982, MSC ha hecho del Puerto de Valencia su centro de operaciones, generando una importante masa social y empresarial en los barrios de Nazaret y el Cabañal. Su apuesta pasa por seguir incrementando su presencia en el territorio al mismo tiempo que acomete, a través de su filial TIL, la que puede ser una de las obras más influyentes del futuro de la Comunitat: la ampliación de la terminal norte.
A la lista de multinacionales que ya han dejado huella en la Comunitat se suma, a partir de este mismo año, PowerCo con la intención de hacer lo propio a través de su gigafactoría de baterías, que se ubicará en Sagunto.
La filial de Volkswagen ha prometido una inversión de 3.000 millones de euros en el corazón del Camp de Morvedre y pretende generar más de 3.000 empleos directos.
Además, su vinculación con el sector automotriz permitirá ampliar la industria auxiliar creada en torno a Ford y posicionará a la Comunitat en una posición privilegiada en el campo de la electromovilidad.
Otros proyectos, como la megafactoría de baterías que PowerCo alzará en Sagunto o la transformación por parte de BP de la refinería de Castellón, mediante una inversión de 2.000 millones, para convertir a la Comunitat en una de las referencias mundiales del hidrógeno verde, refuerzan la apuesta que las grandes firmas internacionales llevan medio siglo haciendo por el territorio valenciano.
En el caso concreto de BP, su llegada en 1967 supuso un antes y un después tanto para la provincia castellonense como para todo el área mediterránea, ya que, además de generar unos 5.000 puestos de trabajo, era -y sigue siendo a día de hoy- el primer suministrador de combustibles tanto en la Comunitat como en las Islas Baleares. Ahora, su compromiso por adaptarse al proceso de descarbonización de la mano de la región valenciana ponen de manifiesto su arraigo al territorio.
También a Castellón llegó la japonesa UBE, cuya actividad se basa en la producción de caprolactama, un elemento clave para la elaboración de nailon y, por tanto, de un sinfín de productos derivados. «El impacto de una gran tractora es positivo, sobre todo porque genera economías de escala, que es otro de los grandes debes de la empresa española», explica Sergio Gordillo al respecto de la actividad de la multinacional química que en la actualidad cuenta con una plantilla de más de 500 trabajadores.
Precisamente, la industria química es otra de las que históricamente han estado arraigadas a la región, con firmas como la alemana Bayer, que durante medio siglo ha potenciado la creación de un empleo de calidad y la formación de una mano de obra cualificada en las localidades del área metropolitana de Valencia. «Los profesionales que hay en el territorio han de aumentar sus conocimientos. El hecho de que haya más competencia al llegar una multinacional hace que debas asegurarte», analiza Pere Martínez.
Aunque en alguna ocasión también se ha dado el proceso contrario. Los clústers tradicionales de la Comunitat, como el calzado en Elda o la cerámica en Castellón, han dotado de personal técnico a las multinacionales que han aterrizado en su espacio vital. La irlandesa Smurfit Kappa, una de las líderes mundiales en el embalaje de plástico y cartón, llegó en 2007 a Ibi para aprovechar las ventajas que podía aportarle un sector como el del juguete, después de haber hecho camino durante varias décadas en San Vicente del Raspeig. Ahora, con una inversión prevista de 54 millones, que se sumarán a los 40 que ya han invertido, pretende crear 200 nuevos empleos en una zona que cuenta con una nómina de profesionales especializados mayor a la cantidad de trabajo que existe en la actualidad en el Valle del Juguete. Además, según el docente universitario, a raíz de la llegada de la firma al territorio se ha potenciado el desarrollo de otros campos que van más allá de la inyección de plástico, como el diseño y la fabricación de muebles.
Por lo tanto, la industria valenciana puede presumir de un gran «marco manufacturero» que, sin embargo, también es uno de sus grandes hándicaps, según Sergio Gordillo. «Está muy bien que fabriquemos coches en Valencia, pero los centros de investigación de las empresas grandes no suelen venir aquí», lamenta el responsable de Improven.
Ese es, pues, el principal reto que el tejido industrial valenciano tiene por delante en un futuro que estará marcado, según los expertos, por la imparable expansión de las multinacionales con una extensa trayectoria en la Comunitat, así como por la llegada de nuevas empresas internacionales vinculadas a sectores como la saludo o la alimentación, que están llamados a ser los motores de la economía del futuro.
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