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Istobal, el gran motor de l' Alcudia. J. Signes
Empresas valencianas que sostienen pueblos enteros

Empresas valencianas que sostienen pueblos enteros

Una veintena de municipios de pequeño tamaño viven de la cerveza, el pan, lavar los coches o incluso de producir energía

Domingo, 4 de febrero 2024, 01:29

Si uno pasea por l' Alcudia lo más probable es que en unos pocos minutos se haya cruzado con alguien que trabaje o haya trabajado en Istobal. Una planta local que se dedica a fabricar máquinas para lavar coches en todo el mundo y que es un vivo ejemplo de una de esas empresas valencianas que sostienen casi por ellas mismas la actividad de un municipio.

En este particular grupo con una veintena de protagonistas los números hablan por sí solos. Por ejemplo, esta firma emplea a nada menos que 600 personas en una localidad que tiene empadronadas a unas 3.300. «En esta planta hablamos valenciano, castellano e inglés», comenta una trabajadora, que evidencia así la importancia que tiene no sólo la masa laboral del pueblo sino de toda la comarca.

Porque al final la realidad es que una empresa así no sólo sustenta los puestos de trabajo que crea por sí misma sino también los de otros proveedores locales y, por tanto, la relación siempre es muy estrecha con los vecinos. Así lo confirman desde Vicky Foods, antigua Dulcesol con una importante planta con 900 trabajadores en Villalonga, con 4.300 habitantes.

Desde Vicky Foods se recuerda que el origen de la empresa es justo en este municipio en los años 50 y lo definen literalmente como «hogar». «La planta de producción de Villalonga seguirá siendo un emplazamiento clave para el desarrollo y crecimiento de Vicky Foods en los próximos años», destacan desde la empresa. Además, se matiza que el compromiso «no es solo a nivel de producción sino también a nivel estratégico en materia de innovación ya que tanto el Centro de Innovación de la compañía como la Fundación Vicky Foods están situadas dentro de su complejo».

Estos mensajes tranquilizan mucho a una población que ve a estas industrias «como nuestra Ford o nuestra Volkswagen». Así lo destaca la alcaldesa de Enguera, Matilde Marín. «En esta localidad del interior nuestro motor es Frimar Panaderos», indica la primer edil. Marín resalta que Enguera se ha puesto a disposición de este actor con acciones como la implementación de una FP dual de repostería y masa hecha a medida para la empresa que, entre otros, surte a gigantes como Mercadona. Pero en el municipio, que está en una comarca como la Canal de Navarrés muy afectada por la despoblación, no se conforman con que emplee a 600 personas, la mayoría de sus 4.800 vecinos, sino que aspiran a más. De hecho, hay un proyecto para ampliar las instalaciones para producir más y lograr el hito de que 900 trabajen en la planta.

Como destaca Francisco Goerlich, investigador del Ivie y catedrático de la Universitat de València (UV), la localización de la población y los movimientos migratorios «responden a expectativas económicas, y por tanto una industria potente representa la posibilidad de atraer población o que la residente no tenga que emigrar». Un dato importante en un momento en el que tanto se habla de despoblación. Eso sí, el experto advierte de que esta no es la única solución. «Además de empresas es necesario un acceso a los mercados de bienes, actualmente más fácil debido al comercio electrónico, y a determinados servicios, públicos y privados», apostilla.

Otra de las claves de estas factorías es que otorgan una importante cantidad de ingresos a las arcas municipales. Cuando uno visita algún pueblo de este tipo suele tener la percepción de que las calles están más limpias o que la localidad cuenta incluso con servicios que llegan a sorprender. Este es el caso de Salem, que tiene una planta embotelladora de Estrella Damm con 200 empleados.

Juli Fenollar, alcalde de la localidad, admite que así es. «En nuestro caso podemos mantener un servicio como una guardería pública gratuita», resalta el representante de una localidad que ni tan siquiera llega a medio millar de habitantes. «En cada casa hay un trabajador de la fábrica», apostilla Fenollar, que admite que el reto es que haya vivienda nueva o reformada disponible ya que les preguntan constantemente pero tienen pocas posibilidades.

Una de las características de estos últimos ejemplos, a los que habría que añadir otros casos similares como puede ser la embotelladora de agua de Bejís, es que todas son empresas agroalimentarias, que constituyen el grueso del colectivo en la Comunitat Valenciana. Pese a todo, hay otros ejemplos como el de Alcudia u otros incluso más conocidos como la central nuclear de Cofrentes, gestionada por Iberdrola. La instalación es el pulmón de este municipio de interior y ha sido el culpable que se haya roto la tendencia y su población haya repuntado en 200 personas desde 1985 hasta llegar a las 1.100. Ahora el reto es gestionar el impulso para aprender a sobrevivir sin ella ya que, salvo sorpresa, cerrará a finales de 2030.

Por mucho de que el nexo común de estos municipios sea que son los protagonistas del pueblo la realidad es que hay otros ejemplos en pedanías que pueden llegar a ser, paradójicamente, incluso más conocidos. El claro referente es el horno La Beata Inés, en Mareny de Sant Lorenç, una pedanía de Cullera de poco más de medio centenar de vecinos. La paradoja es que muchas más personas visitan estas calles a diario que vecinos que viven en ellas y van desde ciudades como Valencia adrede para adquirir algunas de sus pizzas, dulces o postres que tanto se han popularizado.

Los cierres

Cuando una empresa sustenta un pueblo se exhibe con facilidad todas las virtudes y beneficios que aporta, pero cuando la misma cierra se origina un verdadero temporal que es más que complicado de gestionar. En los últimos meses se han registrado dos casos paradigmáticos, el de Marie Claire y, en menor medida, el de Bimbo.

En Villafranca del Cid, municipio del interior de Castellón con poco más de 2.200 habitantes, es donde más sufrieron el cierre de la histórica textil, que sustentaba 250 empleos en una comarca con apenas industria. Después de intentar durante años impulsarla con fondos públicos y transformarse en infinidad de ocasiones la empresa aprobó un ERE para la mayor parte de la plantilla y dejó a unos pocos en ERTE con la esperanza de que llegase un comprador que nunca aparece, lo que ha dejado desolado al pueblo. En menor medida ha pasado lo mismo con Bimbo en El Verger, con un centenar de familias afectadas tras el anuncio del cierre de las instalaciones.

El investigador del Ivie y catedrático de la UV admite que la desaparición de estas empresas «supone la pérdida de oportunidades económicas, y ciertamente una mayor probabilidad de perder población». Por ello, pide hacer un esfuerzo para, en la medida de los posible, «no hacer depender la actividad de una sola firma, ya que las situaciones cambian con el tiempo y es necesario adaptarse».

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