A la factura desorbitada de la luz, la inflación y la contención de gasto de los consumidores se suma otro ingrediente para el cóctel de la pesadilla hostelera: el desabastecimiento de algunos productos. El sector en la Comunitat advierte de la escasez puntual ... de ciertas materias primas que, aunque no es una situación generalizada en la distribución, sí que está sucediendo en el formato industrial. Es decir, en la venta de unidades y paquetes de grandes cantidades, necesarias para la elaboración de otros productos que se venden a los particulares.
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Esta situación es especialmente flagrante en los negocios de panadería, respostería y heladería. El gerente de Helados y Turrones Soler, Luis Soler, alerta de que llevan 15 días sin encontrar piña para hacer granizado. «Y la poca que hemos encontrado, no sale a cuenta. Cada semana hay escasez de algún producto; que si huevos, leche, mango, naranjas, entre otros», explica a LAS PROVINCIAS. En ese sentido, indica que los proveedores no pueden garantizar precios pero tampoco abastecimiento. «De hecho no había ni agua en formato grande. Esto no nos ha pasado nunca», destaca.
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El empresario, que gestiona cuatro heladerías propias y una franquiciada en Valencia, también ha tenido problemas para adquirir tarrinas personalizadas con el logo del local. «Hicimos el pedido de tarrinas personalizadas en octubre y nos acaban de llegar. Los proveedores dicen que no tienen materia prima, que no tienen suministro, que tienen que parar lineales de producción. En concreto, este producto nos llega de Italia», especifica. A esto, Soler añade que sucede algo similar con los vasos de horchata, que compran desde EE UU. «No están haciendo envíos porque les sale muy caro el transporte. Por otro lado, el proveedor de cristal no se atreve a tener stock en el almacén sin saber si se lo van a comprar», agrega el empresario.
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REDACCIÓN
Y es que, lo que vive Soler en su negocio se extrapola a muchos otros. «Ninguna empresa tiene stock, van a golpe de pedido», afirma. Del mismo modo, su hermano, Marcos Soler, que ostenta la vicepresidencia de la Asociación Nacional de Heladeros Artesanos (Anhcea), considera que se están produciendo movimientos especulativos. «En mi obrador particular, que servimos a 20 heladerías, el verano ha sido catastrófico. El desabastecimiento de cualquier materia prima, tal y como estamos viendo en formatos industriales, no lo había visto en mis 34 años de experiencia», asegura.
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En concreto, resalta la complicación de encontrar azúcar para la elaboración de helados. «Esto me ha pasado tanto a mí como a los 400 socios de la cooperativa. ¿Cómo es posible que compres un saco azúcar a 25 kilos al doble de precio que en un supermercado?», se pregunta. Según cuenta, en el supermercado encuentra un paquete de un kilo de azúcar a 70 céntimos mientras que los distribuidores grandes venden un saco de 25 kilos por 1,20 euros el kilo. «Sale más barato comprar en cualquier supermercado que al por mayor», añade Soler, que explica que en Portugal este producto está a 63 céntimos en grandes formatos. «Es pura especulación», señala.
Este planteamiento lo confirma el economista Joan Ramón Sanchis, catedrático de Organización de Empresas y director de la Cátedra de Economía del Bien Común de la Universitat de Valencia. «Es verdad que también hay movimientos especulativos que tratan aprovecharse de la situación», asegura a este periódico. En ese sentido, explica que los mercados bursátiles están «vendiendo futuro» ante la escasez actual.
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«Eso lo que hace es encarecer todavía más el precio de los productos actuales. También es verdad que hay empresas proveedoras que almacenan materias primas que escasean para incrementar aún más los precios», señala el economista, quien agrega que, no obstante, es complicado saber en qué porcentaje sucede.
Según explica, esta situación se deriva, por otro lado, del encarecimiento del combustible. «La mayoría de estos productos dependen en su mayoría del petróleo, tanto para su elaboración como su desplazamiento a través de camiones», apostilla. El catedrático advierte de que todo esto tiene como resultado un incremento de la inflación subyacente, que es la que no tiene en cuenta la energía y se centra en el precio de los alimentos. «Eso es muy preocupante», concluye.
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