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Carlos Bonell
Valencia
Lunes, 19 de junio 2023, 01:00
La Comunidad de Regantes de Nules-Mascarell ha enviado una circular comunicando a sus citricultores la decisión de «volver a aplicar un abonado convencional ... sin reducción de unidades fertilizantes, dados los resultados poco satisfactorios».
Con dicha conclusión de «resultados poco satisfactorios» se refiere al enorme malestar generado entre los agricultores a raíz de sustituirse el abonado clásico por novedosas aplicaciones de bacterias que en teoría deberían fijar nitrógeno de la atmósfera y desbloquear sales de fósforo y potasio bloqueadas en el suelo. Sin embargo, lo que están viendo los comuneros es un agudo empeoramiento del estado de sus campos: los naranjos y clementinos amarillean de forma escandalosa y en muchos casos tal debilitamiento se ha traducido en la pérdida de altos porcentajes de la próxima cosecha. La causa resulta evidente para los afectados: se ha dejado de abonar por el procedimiento acostumbrado, se ha sustituido la fertilización por aplicaciones de microorganismos a través del agua y los efectos visibles son de desnutrición del arbolado.
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Esta comunidad de regantes de La Plana es una de las muchas situadas a lo largo de la Comunitat Valenciana que tienen implantados sistemas de fertirrigación conjunta, igual para todos los agricultores adscritos a cada entidad, y por lo general se viene aplicando sobre todo en cítricos, por su mayor uniformidad. Al agua de riego que se distribuye por la red de tuberías se inyectan en origen (pozo, balsa de regulación o estación de rebombeo) los fertilizantes que previamente se han decidido, con la formulación y dosis acordadas mediante el oportuno asesoramiento de técnicos de la propia entidad y de las casas distribuidoras. Luego, cada usuario puede añadir por su cuenta lo que desee en su propia parcela, pero los costes y el hecho de contar con un servicio centralizado que se entiende y se recomienda como suficiente, no anima muchas excepciones a la pauta general.
Sin embargo, han sido estos pocos casos en los que los agricultores han añadido más abono por su cuenta, los que han servido como ejemplos de que lo suministrado por la red era insuficiente: mientras el amarilleamiento es nota común en la gran mayoría de las plantaciones de la comunidad de regantes, aquellas parcelas que tuvieron aportes extra de abonos clásicos muestran una lozanía que se distingue.
La conclusión ha sido rotunda: los comuneros han señalado que la culpa ha estado en sustituir fertilizantes clásicos por la moda de las bacterias nitrificantes y desbloqueantes. Sus voces se han alzado contra técnicos y directivos, que no han tenido más remedio que corregir con urgencia, abandonando de momento lo de los microorganismos y regresando a «aplicar un abonado convencional sin reducción de unidades fertilizantes», como dice la circular.
No es el único caso, aunque sí de los más drásticos que han hecho público tal cambio. En muchas entidades de fertirrigación conjunta que apostaron por aplicar al suelo los nuevos y revolucionarios productos a base de bacterias se multiplican sospechas y quejas, porque los resultados no acompañan como se prometió: en innumerables zonas de municipios de La Plana y otras comarcas son bien visibles las estampas de naranjos muy amarillentos, en franco decaimiento.
Para tratar de soslayar males mayores, la solución que encuentran agricultores más inquietos es añadir abonos habituales por su cuenta, al no fiarse de lo que les llega con el agua. Es lo que empieza a suceder, por ejemplo, entre algunos productores de la Comunidad de Regantes del Riu d'Alcoi, en La Safor, que a finales de mayo tomó la drástica decisión de sustituir la fertilización química clásica por la aportación de bacterias. Quienes no las tienen todas consigo, o han oído hablar de lo que está pasando en otros lugares, compran garrafas de abono líquido de algún complejo típico NPK y lo inyectan en sus parcelas, casi a escondidas. Para ello basta con disponer de una sencilla instalación tipo venturi, a menudo de quita y pon.
El problema es más profundo y amplio de lo que parece, pues aparte de las dificultades locales que se están suscitando, se extiende una gran abanico de dudas y temores sobre unos procedimientos que se están presentando como el no va más de la revolución tecnológica y anticontaminantes en línea con las premisas de la agenda 2030, el 'Pacto Verde europeo' y la estrategia 'De la Granja a la Mesa', que van a traer la imposición de reducciones en la fertilización. La solución estaba clara: bacterias nitrificantes y desbloqueantes de sales; hay que prestar renovada atención a lo que pasa en el suelo. Y por ahí va el discurso imperante de autoridades y técnicos, pero luego está la realidad y el contraste con la teoría. Si el fallo se extiende, será difícil reconducir, aunque las causas de los fallos no sean siempre tan fáciles de diagnosticar.
Pascual Broch, presidente de la Federación de Comunidades de Regantes de la Comunitat Valenciana (Fecoreva) y técnico en la materia, defiende este cambio que él mismo está recomendando en fincas citrícolas de toda España. Pero advierte que el cambio ha de ser paulatino, no súbito, y siempre basándose en análisis de suelo, agua, hojas... para poder atinar mejor cómo proceder y evitar riesgos. Asegura que cuando las cosas se hacen así no hay problemas, todo funciona bien, como estaba previsto: se ahorra bastante en aportación de fertilizantes sin perder cosecha, en cantidad o calidad.
Sin embargo, Pascual Albiol, técnico y agricultor de La Plana, ha indicado que lo que se ve por su zona habla claramente de decepción o fracaso. Incluso apunta que otro problema que se genera a veces con el empleo masivo de bacterias es la obturación de tuberías hasta extremos exagerados, pues con el calor veraniego se multiplican de forma bárbara y se generan importantes masas que obstruyen goteros y los propios ramales de donde parten, lo que provoca que no se pueda regar y añade a la falta de nutrientes la sed por fallo de agua.
El fuerte encarecimiento de los fertilizantes fue un factor que aceleró este cambio y que se hiciera de forma demasiado radical en algunos casos. Ante los precios prohibitivos de los abonos clásicos, los agricultores demandaron posibles alternativas y los técnicos y comerciales vieron la ocasión para proponer la alternativa de las bacterias que se aceptó, a ver qué ocurría. Ahora, con las prisas, los resultados no siempre son buenos, muchas veces bastante adversos, y las malas experiencias vuelan más deprisa que las buenas. Lo que haría necesario que quienes tienen conocimientos sobre la materia investigaran y pusieras estas circunstancias en su justo punto de uso ordenado, por el bien general.
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