El interés de los fondos de inversión en detectar oportunidades de negocio en el tejido productivo valenciano, especialmente a raíz de la crisis, ha quedado patente en los últimos años en la industria azulejera o la construcción, e «irá a más», con el negocio hortofrutícola también en el punto de mira.
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Así lo trasladan a este periódico Neil Collen y Eva Rodrigo, socios de Livingstone, firma internacional experta en fusiones, compra y venta de empresas. Con oficina propia en Valencia, opera desde hace más de dos décadas en la Comunitat para asesorar a compañías de tamaño mediano en este tipo de procesos.
La industria cerámica aglutina buena parte de las operaciones de sociedades de capital riesgo y grupos industriales, que han concentrado el negocio en cinco grandes grupos, un tercio ya en manos de inversores externos, según el último informe de Deloitte con datos de 2018.
Desde Livingstone asesoraron al fondo norteamericano Tensile en la entrada en el capital del grupo azulejero Keraben en 2014 y, tres años después, a su equipo directivo cuando la compañía fundada por la familia Benavent pasó a manos del fabricante de moquetas británico Victoria PLC, al que también aconsejaron para la posterior compra de Saloni.
"Todavía va a haber bastantes más operaciones en el sector", asegura Neil Collen, quien destaca el interés que suscita asimismo el sector agroalimentario y señala que la estructura minifundista dificulta la obtención de mejores precios.
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"En Inglaterra hay cuatro cooperativas y tienen una capacidad de negociación muy fuerte, aquí hay cuatro en cada pueblo y, además, no se hablan entre ellos", lamenta, convencido de que lograr "cierta concentración" es crucial para solucionar los problemas del campo.
Eva Rodrigo constata el "proceso de concentración acelerada por la entrada de fondos de capital riesgo" que vive el sector hortofrutícola y que considera "una oportunidad de obtener un socio que aporta visión estratégica para abrir mercados o profesionalizar el negocio", sin prescindir del equipo directivo ni hacerse necesariamente con el control.
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Según explica, el germen fue la creación del gigante Cítricos Global (Citri&Co), impulsado por el fondo barcelonés Miura Private Equity a partir de la compra del grupo castellonense Martinavarro en 2016 y su posterior fusión con la onubense Río Tinto. En 2018, incorporó a la alicantina Perales y Ferrer, uno de los líderes europeos en exportación de limón fresco, y el año pasado, a la murciana Frutas Esther, líder europea en frutas de hueso.
Otros fondos de inversión siguieron ese modelo de crear "grupos fuertes, líderes capaces de competir a nivel internacional", a partir de la compra de "empresas de tamaño medio, líderes ya en sus respectivos segmentos o con alguna ventaja competitiva que les diferencie del resto", a las que después suman otras compañías que se dedican a lo mismo (concentración horizontal) o bien pertenecen a otros eslabones de la cadena alimentaria (vertical), para "ganar tamaño, crear sinergias y tener más poder de negociación".
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Es el caso de la gestora madrileña de capital riesgo GPF Capital, que a finales de 2019 compró la valenciana Fruxeresa y la murciana Frutas Naturales para fusionarlas en un grupo de producción y venta de cítricos. Y también de la firma valenciana Atitlan, fundada por Roberto Centeno –yerno de Juan Roig– y Aritza Rodero, que meses antes se estrenaba en cítricos y frutas de hueso al comprar la murciana Frutas Romu, tras sus incursiones previas en olivar y almendro (Elaia) y en acuicultura (Sea8).
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