No es ninguna exageración. Los daños que está causando la fauna salvaje en los cultivos agrícolas se equiparan ya a los derivados de grandes desastres meteorológicos, con la gravedad añadida de que lo que está ocurriendo con los animales silvestres no es esporádico ... o fruto de la fatalidad ocasional que afecta alguna vez, como un pedrisco, una helada, una inundación..., que sobreviene un año en un sitio y luego pasa mucho tiempo hasta que vuelve a producirse. En este caso se trata de estragos que se repiten de continuo y que van a más, en intensidad y en extensión. Y para mayor escarnio, no se le ve remedio; ni siquiera se advierte que haya atención oficial sobre la envergadura del problema como para esperar que se esté en camino de mitigarlo.
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La lista de animales enemigos del trabajo y el producto de los agricultores se va ampliando: conejos, jabalíes, corzos, cabra montés, ratas... En unos sitios priman unos sobre otros pero la pauta general es que todos ellos van a más en todas partes y no hay semana que no se conozca la noticia de que en tal sitio se han visto ya voraces cabras, cuando sólo se temía hasta el momento al jabalí, o se han añadido de repente los conejos, o en el pueblo de al lado ya se han visto corzos...
De entre toda la lista de mamíferos enemigos de los cultivos, el jabalí parece que se lleva el liderato, porque se multiplica con inusitada prole y sus daños son siempre catastróficos. Ahora están comiéndose literalmente la producción de sandías y melones allá donde los encuentran. Estos animales han descubierto que los campos están repletos de cultivos frutales, les encanta comer toda clase de fruta y cualquiera diría que se lo comunican unos a otros para montar entre todos voraces desaguisados.
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Gonzalo Escrig Molina
No estamos hablando de que un animal se ha comido un melón o una sandía aquí o allá, o que ha pateado unos pocos frutos en un rincón del campo: nada de eso, estamos hablando de muchos miles de kilos, como han informado la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA) y la Unió Llauradora, con casos concretos denunciados por parte de productores de Benicarló, Xilxes, Almenara o Sagunto. Y estos son los que han denunciado, muchos otros y en otras zonas sufren hasta ahora en silencio estas graves consecuencias y no denuncian, porque saben de lo infructuoso que resulta. Simplemente deciden no volver a plantar tal cosa, dejar de producir algo para que no se lo arrebate en una noche una piara de jabalíes
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Ambas organizaciones agrias reclaman que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto, dada la crudeza de la situación. La Unió ha dicho que nada más constituirse el nuevo Consell pedirá reuniones para afrontar con seriedad la cuestión. Se reclaman medidas eficaces para reducir las poblaciones dañinas de animales y, en cualquier caso, que se resarza económicamente a las víctimas de destrozos que arruinan a mucha gente.
Los agricultores se ven impotentes ante los reiterados ataques, sin posibilidad de defenderse. Todos los métodos empleados para intentar protegerse o espantar a los jabalíes, conejos, corzos o cabras (ultrasonidos, cierres cinegéticos, mecanismos que simulan disparos, esparcir ropa usada o pelo humano...) se acaban viendo ineficaces, por lo que hay que tomar decisiones urgentes al máximo nivel que eviten una situación que se ha vuelto insostenible.
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La propia AVA, que confiaba en el papel de los cazadores para mantener bajo control a la fauna salvaje, advierte ya que se debe implicar a todas las administraciones para poner en marcha «un conjunto de medidas de actuación, más allá de la caza, que contribuyan a mitigar el exceso de población de estas especies silvestres»; de tal manera que se garantice un equilibrio poblacional que compatibilice la preservación del medio ambiente con las actividades agrarias.
Los desastres que se están registrando en plantaciones de melones y sandías coinciden precisamente en un año en el que se ha agudizado la escasez que ya destacó el verano pasado. La oferta de estas frutas típicamente veraniegas es tan baja que sus precios alcanzan niveles históricos: las medias de cotización en origen rebasan ya el euro por kilo. Esta es la razón por la que cuestan más caras que nunca a los consumidores: no hay bastante producción para atender la demanda. La sequía y los precios ruinosos de años anteriores marcan esta tendencia; y encima, las pocas existencias se ven reducidas por la acción descontrolada de los jabalíes, encantados con alimentarse de jugosas frutas.
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Primero destacaron los jabalíes por causar daños en terrenos e instalaciones agrarias: dejan terrenos prácticamente labrados en busca de lombrices y bulbos de plantas, arrancan plantones de cítricos y otros frutales, rompen tuberías de riego a goteo, se comen uvas y sembrados, provocan accidentes al irrumpir súbitamente en caminos y carreteras... A todo ello se fue sumando su agresividad sobre las cosechas. Primero aprendieron a sacudir almendros y algarrobos para zamparse sus frutos caídos, luego aprendieron a buscar mandarinas y naranjas cuando empiezan a colorear, hasta arruinar las cosechas de plantaciones enteras; ahora les llega el turno a las sandías y los melones.
No se extrañen de que, entre las múltiples causas que empujan a los agricultores a dejar el campo, figure ya en orden principal la impotencia ante estos múltiples enemigos que se comen sus producciones. El abandono lo marca, en general, la falta de rentabilidad. Está aún por estudiarse académicamente, pero ¿qué será peor que la impotencia de uno para defenderse y poder llevar lo que produce hasta su buen fin?
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