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Las lluvias continuadas durante tantos días han extendido un gran desastre en las plantaciones de cebollas, como puede apreciarse en los campos de l' ... Horta alrededor de la ciudad de Valencia, donde radica la producción más temprana, ahora arruinada casi por entero.
Las precipitaciones han generado unas condiciones persistentes de humedad que son idóneas para que se multipliquen los hongos de forma exponencial; en este caso el mildiu, enemigo total de múltiples cultivos, como está ocurriendo con estas cebollas primerizas, que en la gran mayoría de los casos no se van a poder aprovechar. Los bulbos no crecen, víctimas de los hongos y de la falta de fungicidas para combatirlos.
Estamos ante unos hechos que muestran bien a las claras cuáles son las consecuencias de la falta de productos fitosanitarios para poder mantener a raya las plagas que diezman las cosechas. La teoría oficial de Bruselas, asumida sin rechistar por los gobiernos, viene imponiendo la desaparición de plaguicidas en la creencia de que todo iría bien, incluso a mejor, sin hacer caso a las persistentes advertencias de que tales restricciones acabarían ocasionando problemas de autoabastecimiento en Europa y el consiguiente encarecimiento de precios para los consumidores.
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El mildiu que ha arruinado los campos de cebollas campa a sus anchas porque los agricultores no cuentan hoy con armas efectivas (las medicinas agrícolas) para combatirlo y evitar que se pierda la producción. Las pocas materias que aún pueden utilizar han devenido en inútiles -a la vista está el resultado- y los gastos crecientes en repetidas aplicaciones son pérdidas que se acumulan sin posibilidad de evitar el dramático desenlace: la incapacidad para salvar la producción, que tanto ha costado.
Las cebollas no se pueden aprovechar porque no crecen ni están mínimamente presentables para su comercialización; nadie querría comprarlas, y lo que están programando ya cientos de agricultores afectados es triturar lo que ha quedado, pasar el tractor con el rotovátor cuando la tierra esté en sazón, para dejar de padecer con lo que ya no tiene salvación y preparar a continuación otras plantaciones hortícolas de temporada.
La consecuencia añadida está bien a la vista en las tiendas y supermercados, donde las cebollas alcanzan precios de récord: hasta 2'50 euros el kilo y mínimos de 1'43 para las de menor calidad. Una lógica derivada del desequilibrio entre oferta y demanda, añadida a la previsión de que pueda durar, tras fallar cosechas que hoy destruyen los hongos y retrasarse las siguientes, al aplazarse nuevas plantaciones porque las lluvias tampoco dejan realizarlas a tiempo en otras zonas. Así que, mientras puedan llegar o no momentos con mayores existencias en el mercado, es posible que pasen meses con oferta corta y precios altos. Y todo por no contar con fungicidas para atajar el problema en el campo. Por ejemplo, el 'mancoceb', que fue prohibido por la Comisión Europea y luego contó con una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) favorable a su reposición, pero, como recuerda AVA-Asaja, las autoridades comunitarias y nacionales siguen sin aplicar lo que determinó la justicia en base a pruebas científicas que rebatieron la apresurada presunción oficial de tachar a tal producto de muy peligroso para la salud humana.
Se suma, además, un factor de futuro muy inquietante. Ante tal panorama, ¿qué agricultor querrá volver a cultivar cebollas, sabiendo que tiene encima tamaña espada de Damocles, sin plaguicidas eficaces para llevar su producción hasta su buen fin? Y si se deja de cultivar esto o aquello por las crecientes dificultades y ausencia de herramientas, ¿en qué puede desembocar esta espiral de caída de oferta, subidas de precios, dependencia incierta de importaciones, pérdida de soberanía alimentaria...?
Vicente Sebastià, responsable de la sectorial de hortalizas de AVA-Asaja, ha calificado la situación como de «auténtico desastre, la situación es desesperada, porque nos han retirado los fitosanitarios que funcionaban», e incide en que «muchos agricultores están planteándose no volver a plantar cebollas».
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