Urgente Óscar Puente anuncia un AVE regional que unirá toda la Comunitat en 2027
Un saldo preocupante. La pensionista Olga Betancour muestra una hoja que refleja el precario estado de su economía y la de su marido. IRENE MARSILLA

La mitad de los jubilados valencianos viven con menos de mil euros al mes

tendemos puentes: COMPROMISO CON NUESTROS MAYORES ·

La subida de los precios en los últimos dos años ahoga la economía de las personas mayores

Domingo, 22 de enero 2023, 00:21

Me pongo en contacto con usted un año más para comunicarle la revalorización de su pensión. Desde el 1 de enero aumentará un 8,5%». Así reza la carta firmada por el Ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, que estos días reciben los ... pensionistas. En la Comunitat viven hoy algo más de un millón, sin distinguir condición de la prestación. Según datos de 2022, la pensión media general en la región es de 1.009 euros y la de jubilación, de 1.154 euros al mes. Mientras, el cobro medio de las prestaciones en España es de 1.095 euros y la pensión media de jubilación, de 1.248. Nuestra región está por debajo de los valores nacionales, según las estadísticas más recientes.

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Con las elecciones a la vuelta de la esquina, el Gobierno responde de una manera algo más contundente con el carteado incremento. Pero atrás quedan dos años infernales para los bolsillos de los pensionistas valencianos.

Hacen frente a una inflación disparada un 12,3% en ese tiempo con un incremento de pensiones tres veces inferior en el bienio 2021-2022. Lidian con precios más encarecidos que las pensiones engrosadas. En especial, los de los productos frescos de alimentación, cruciales para la salud de los mayores.

Echamos la vista atrás. La inflación lleva disparada desde 2021. En enero de ese año el Gobierno dio un pequeño empujón del 0,9% a las pensiones contributivas y del 1,8 a las no contributivas. Pero en diciembre, el IPC interanual había escalado nada menos que un 6,8 en la Comunitat. El año pasado, 2022, tres cuartos de lo mismo. Las pensiones subieron en enero un 0,9% en el caso de las contributivas y un 3% para las no contributivas. Sin embargo, el año acabó con un incremento del IPC interanual en la región del 5,5%.

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Si nos fijamos sólo en las contributivas, las que exigen haber cotizado por un cierto tiempo, descubrimos que los tres incrementos de los últimos años (incluido el más abultado de este enero) suman un 11,9%. Pero el ascenso del IPC de los últimos dos años está por encima: 12,3%. Sin saber cómo se van a comportar los precios este año, se aproxima un poco más. Pero sigue por debajo de la carestía generalizada en la región.

Estas diferencias son las que, desde octubre, han empujado a miles de pensionistas a salir a la calle en las principales capitales para clamar un 'basta ya', en especial por las prestaciones más bajas que apenas dan para la comida y los gastos del hogar.

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El estallido de indignación se comprende si analizamos las cuantías de las pensiones en la Comunitat. Según los últimos datos de la Seguridad Social, el pasado año comenzó con 375.000 jubilados cobrando menos de 1.000 euros. Son un considerable 60%. La situación todavía es más penosa en el caso de las mujeres. Son cerca de 200.000, casi un 80% del total, las que alcanzan la jubilación con cobros que, en la mayoría de los casos, están por debajo del salario mínimo. La cifra saca a relucir un pasado de escasas oportunidades laborales y sueldos muy bajos.

En defensa del mayor

¿Servirá el incremento que cartea el ministro para empujar el poder adquisitivo en una edad en la que los gastos se disparan por problemas de salud, ayuda a hijos o necesidad de una mejor alimentación? ¿Dan hoy las pensiones para vivir holgadamente tras años de sacrificio?

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Asunción Pérez es médico jubilada y defensora del Mayor del Ayuntamiento de Valencia desde junio 2021. Conoce de primera mano las sensaciones de los pensionistas. Y destaca: «Todo incremento es bienvenido, pero insuficiente». Y lo razona así: «Somos una generación que hemos contribuido mucho a la riqueza de otros, un salvavidas para hijos y nietos en apuros. Ojalá se incrementara el dinero que perciben los mayores».

Su reflexión va más allá: «Si tienes la pensión máxima y no tienes cargas puedes vivir, pero esos son pocos», advierte. Además, «a raíz de la pandemia y la crisis de precios muchos mayores han estado ayudando a hijos y nietos en apuros y supliendo muchas de sus dificultades».

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Pérez aprecia diferencias «entre quienes han heredado una casa y los que viven alquilados» con muchos más apuros. En estos dos últimos años «hemos tenido que adaptarnos en alimentación, en calentar poco o nada las casas, reducir ocio… En todo, menos en ayudar a los hijos».

El que detalla es un fenómeno silencioso y poco medido. El de una generación sacrificada que prepara 'tuppers', botes de lentejas, bolsas de comida o cocina para hijos y nietos, permitiendo en algunos casos el ahorro del comedor escolar. «Y eso, gota a gota, también merma las pensiones». Es la figura del mayor 'salvavidas'. «Venimos de una educación en la que ayudar a los nuestros es prioritario. Y lo seguimos haciendo, aunque nos tengamos que privar de cosas. Hay familias que no tirarían adelante si no es por la ayuda de los abuelos», asegura.

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Enrique Devesa es investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y profesor de la Facultad de Economía de la UV. Según detalla, la subida de la carta del ministro, la del 8,5%, «responde a la reforma que se hizo en 2021. Ahora se calcula teniendo en cuenta los datos anuales promedio desde diciembre hasta noviembre». Es más «correcto» que el que se venía aplicando. Ahora, al fin, «sí compensa el aumento del IPC». Pero después de dos años de tremendos apuros en el poder adquisitivo de los pensionistas.

¿Dará la inyección para mejorar la vida de los mayores? «La mayoría de las pensiones sólo puede aspirar a mantener el poder adquisitivo», detalla el experto. «No está previsto que ganen poder, excepto en las no contributivas. Y espero que también en las pensiones mínimas». Por tanto, «sólo los pensionistas que cobran pensiones más bajas es posible que mejoren algo su nivel».

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El futuro es preocupante. ¿Quién pagará las pensiones de la gran masa de población mayor que se ha generado? El principal «problema» que aprecia Devesa «es que la jubilación de la generación del 'baby-boom' va a aumentar el déficit del sistema de pensiones».

Un sistema en peligro

El investigador cree que la reforma actual, que aún no se ha cerrado, «no va a mejorar la situación del sistema». Su objetivo, razona, ha sido 'salvar' el poder adquisitivo de los pensionistas. «Es muy encomiable, pero no se ha centrado en la sostenibilidad», zanja.

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Mientras, el sufrimiento está en la calle. Vanesa Donoso conoce de primera mano la realidad de las pensiones más escasas. Es voluntaria en el programa de mayores de Cruz Roja en Mislata. «Los aumentos de pensión de los últimos años son claramente insuficientes», valora. «Desde 2006 han estado congeladas las pensiones. Y luego ha venido una pandemia. Luego una crisis... Nuestros mayores han perdido mucho poder adquisitivo a pesar de los recientes incrementos», ahonda. Donoso pone ejemplos: «Hay pensionistas que sólo comen carne y pescado una vez al mes por sus bajos ingresos». Tanto es así que Cruz Roja imparte talleres de ahorro en los que enseña cómo 'trampear' para lograr proteínas con atún en lata en vez de carne, entre otras medidas. «En busca de las dietas saludables pero abaratando al máximo», detalla la voluntaria.

La organización puso en marcha en septiembre su plan Reacciona precisamente para dar una respuesta urgente a estos nuevos necesitados hijos de las crisis encadenadas. Van a atender apuros de más de 100.000 personas en España.

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Recova es la Coordinadora de Familiares y Usuarios de Residencias de la Comunitat. Inciden en otro punto: encarecimiento frente a pensiones bajas. Así lo ve su presidenta, Ester Pascual: «¿Qué pensión llega a los 2.000 euros de media que cuesta una residencia? El problema es no contar con un sistema realmente público, pues hay centros que llevan años cobrando por encima del poder adquisitivo».

Teresa Fuste, viuda pensionista

«¿Fuera de la residencia viviría con 700 euros?»

Teresa Fuste, el jueves, junto al centro de Velluters que hoy es su hogar. IRENE MARSILLA

Teresa Fuste tiene 95 años y se reconoce «feliz y querida» en la residencia de Velluters, en el corazón de Valencia. «¿Con mi pensión de viudedad de 700 euros podría vivir fuera de la residencia tal como se ha puesto el gasto en las casas? Creo que lo tendría muy difícil», reflexiona. Nació en Tortosa y se estableció con 20 años en Valencia. «Empecé Enfermería, pero me casé, vinieron dos hijos y lo tuve que dejar para criar. Luego tres nietos y cinco biznietos». Siempre ama de casa. Siempre sin cotizar y sin oportunidad de obtener una pensión contributiva.Su marido ingresó primero en la residencia cuando el Alzheimer se cruzó en su camino. «Iba a cuidarlo, me gustó como lo trataban y me vine también». Y ya han pasado cuatro años. Después él falleció y ella acabó con una pensión con la que costea la residencia y algún pequeño capricho: un cine, una visita al balneario… Ante el auge de precios, «la vida se ha puesto más difícil para los mayores». En agosto «me caí y me rompí la muñeca. Aquí tengo rehabilitación, medicamentos... ¿Cuánto habría pagado fuera?», se pregunta. «Lo de las pensiones no lo arregla nadie», zanja.

Segundo y María, matrimonio

«Un cuarto del dinero es para ayudar a dos hijas»

Segundo y María, unidos desde 1968, en su casa de Valencia. IVÁN ARLANDIS

Segundo Cornejo tiene 82 años. Está jubilado y ha ejercido como maquinista de tren durante 51 años. Cobra una digna pensión de 2.000 euros. Pero su esposa, María Pérez, de 83, nada. Una de las muchas mujeres sin oportunidades laborales abocada a una vida como ama de casa. Se casaron en 1968 y son padres de dos hijas ya independizadas, abuelos de tres nietos.

Con el actual nivel de carestía «no ahorramos nada», detalla Segundo. «Por suerte, nuestra casa está pagada, pero todos los meses destinamos unos 500 euros ayudar a nuestras dos hijas. Siempre van apuradas y una está en el paro», explica.

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El resto de su pensión vuela en «calefacción, luz, agua, alimentación, contribución, comunidad... No tenemos seguro médico privado. Tampoco una persona para limpiar la casa o cuidar a mi mujer con incapacidad por problemas de los huesos. Preferimos ayudar a las hijas».

La pareja ha renunciado a viajes organizados por culpa de «los precios disparados de la vida». A su vez, «hemos abaratado a tope la cesta de la compra. Comemos menos carne y pescado que antes».

José Emilio Esteve, Montaverner

«Puedo perder pensión si tengo que tributar»

José Emilio, en su casa de Montaverner, en la Vall d'Albaida. D. TORRES

Estuvo trabajando en una fábrica textil durante 42 años. Gracias al trabajo nocturno que aumentaba el salario en un 28%, la pensión que cobra llega a los 1.100 euros. «Si no es por la no contributiva que cobra mi mujer, no llegaríamos a fin de mes», asegura, algo a lo que también contribuye no tener ningún préstamo ni hipoteca, lo que supondría no llegar y menos con la inflación actual.

«Cada vez que vamos al mercado, la misma cesta de la compra vale más», señala y apunta que han tenido que dejar de comprar ciertos alimentos. Y es que los gastos de alimentación se llevan el 80% de la pensión.

No sabe aún lo que supondrá la subida del Gobierno, pero teme que en lugar de beneficiarle le termine por perjudicar. «Si al final, con la subida, tengo que realizar la declaración de la renta, de la que ahora estoy exento, perderé pensión porque me saldrá a pagar».

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Otro 10% se le va a combustible: «Viviendo en un municipio pequeño necesitas el vehículo para todo, para ir a médicos, trámites e incluso para ocio, porque aquí no hay cines ni teatro, ni salas de fiesta». El otro 10% es para imprevistos y ocio.

Olga Betancour, pensionista con 400 euros

«La última factura de luz nos dejó casi a cero»

Olga Betancour posa con con mirada seria en una calle de Mislata. IRENE MARSILLA

Su cabeza vuela a los días peligrosos en Colombia. «Vivíamos bien, pero llegaron las guerrillas, la extorsión… Mataron a mi hermana al confundirla conmigo. A otro hermano se lo llevaron». Con tanta angustia decidió poner un óceano de por medio y emigrar con su marido a España. Han pasado más de dos décadas. Ahora, en su vejez, el miedo llega con la factura. Dos exiguas pensiones contributivas, la suya y la de su marido, suman poco más de 800 euros. Y sólo añade una ayuda a la dependencia.

Olga tiene 72 años y José Ernesto, 76. Residen en Mislata. Son padres de dos hijos que viven en Francia. «Muchos ayudan a sus hijos, pero ahora son ellos los que nos echan una mano». Además, Cruz Roja les auxilia con alimentos o apoyo sanitario. Ambos son diabéticos, aunque la situación de José Ernesto es peor. Perdió su pierna y acude tres veces a la semana a diálisis. Precisa de silla de ruedas, pero no podía pagarla. «Cruz Roja me proporcionó dos. Como vivo en un edificio sin ascensor una la dejo en el patio», describe. «Sin su ayuda no podríamos salir adelante».

Olga muestra una lista con gastos: «85 euros de agua, 148 de préstamo, la hipoteca, la telefonía, la comida...». Tras huir de Colombia no fue fácil trabajar en España. «José estuvo empleado poco tiempo como bodeguero». Imposible aspirar a la pensión contributiva. Y llegó la inflación. La subida de alimentos o la energética «nos ha hecho mucho daño», lamenta». Tanto que la última factura de la luz «nos dejó la cuenta bancaria casi a cero». Por eso Cruz Roja les ha incorporado a un nuevo plan social para personas al límite.

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Los dos últimos años han sido «muy difíciles y la pensión ha subido muy poquito». Llevan una vida espartana. «Carne y pescado fresco sólo podemos tomar una vez al mes. Tiro de arrocitos, patatas o las 'arepitas' de maíz que congelo aprovechando todas las sobras». ¿Calefacción? «Nada eléctrico. Batín y manta. He cogido miedo a encender la luz y voy apagándolo todo. Nos vino una factura de 150 de luz y otra de gas de 160 y voy con más cuidado que nunca», detalla la vecina de Mislata. Para ahorrar agua «pongo una botella dentro de la cisterna, hace peso y así no se llena toda».

Sus ojos se humedecen al hacer balance: «Pensé que la vida en España iba a ser mejor pero nunca volvería a Colombia. Aún con todo lo que estoy sufriendo, me siento agradecida».

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