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CARLOS BONELL
Domingo, 19 de junio 2022
Las primeras sandías de la temporada, desde principios de la primavera, vienen cumpliendo la regla maestra del mercado: poca oferta comparada con la demanda igual a precio alto, o al menos más elevado de lo acostumbrado. En origen se llegó a pagar a 85 céntimos el kilo y había una clara explicación: sandías tempranas producidas en invernaderos (sobre todo de Almería), con más costes de los habituales y con el hándicap de menores rendimientos de los esperados por la influencia directa de una climatología adversa (bajas temperaturas y calima) que determinó bajos índices de polinización y fructificación en las plantaciones.
De ahí derivaron enseguida precios asombrosamente altos en las tiendas, multiplicados hasta más de cuatro euros por kilo en algunos casos, y muy habitualmente entre dos y tres euros, para estabilizarse después en torno a dos, conforme han ido aumentando algo las existencias.
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Unos precios al consumidor que han sembrado la sorpresa y la indignación por inesperados. La costumbre, lo habitual de cada año, era que la sandía fuera el comodín económico de la frutería, el recurso refrescante de la cesta de la compra. De ahí que ante este cambio tan radical, la sandía se ha constituido en blanco idóneo del malestar social por la carestía de la vida; de hecho se sitúa claramente en el foco de la inflación, mucho más que otros productos que acumulan más razones para estar en el punto de mira popular.
¿Qué pasa con la sandía este año?, se preguntan los consumidores, habituados desde casi siempre a comprarla muy barata.
Aquí es preciso diferenciar entre lo que ha venido ocurriendo hasta ahora y lo que puede evolucionar en próximas semanas, conforme entren en plena cosecha las más importantes zonas productoras. Así mismo cabe incidir en las enormes diferencias entre lo que se paga en el campo y lo que se hace pagar al consumidor.
La escasez de la oferta de sandías sigue prevaleciendo pese a que, completada la campaña de cultivos bajo plástico, van entrando en juego las plantaciones más precoces al aire libre, porque éstas sufrieron igualmente los rigores meteorológicos adversos y por tanto también sale menor rendimiento del esperado.
Pepe Brisa, valenciano de Benaguasil y acreditado especialista en la recolección de sandías y melones, está trabajando ahora en fincas de Villamanrique de la Condesa (Sevilla) y asegura que la fuerte demanda del mercado está forzando que se recolecte sandía « que no está totalmente hecha y por tanto no tiene la debida calidad». El panorama cambiará, sin embargo, dentro de unas semanas, cuando vayan entrando en producción varias zonas a la vez en otros puntos de Andalucía, Murcia y Castilla-La Mancha y las mayores existencias permitan elegir bien y recolectar a su debido tiempo.
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Brisa advierte que se ha juntado además «esta ola de calor, que anima un mayor consumo», al tiempo que recuerda que en general hay menos fruta de hueso, por las importantes mermas causadas por heladas tardías, lo que también ayuda a realzar la apetencia de sandías.
Mientras tanto, lo que ya está cambiando es la relación de cotizaciones. Los compradores anticipan en el campo la relativa mejora de la oferta con sensibles bajadas de precios en origen, mientras que en las fruterías y supermercados se mantienen muy altos.
Según Carlos Nemesio, de Anecoop, aquellos 85 céntimos del principio para el agricultor ya desaparecieron; la semana pasada eran sólo 40 céntimos; pero la organización agraria COAG ya ha advertido que en algunos sitios se están ofreciendo tan sólo 18 céntimos a los productores para las próximas semanas. Pepe Brisa cree que «cuando se junten producciones inicialmente precoces pero que vienen retrasadas, por la meteorología, con la avalancha de las que se plantaron para la mitad o la segunda parte de la temporada, puede darse una saturación importante que derive, como habitualmente pasa en estos casos, con un hundimiento de precios, salvo que siga haciendo mucho calor en toda Europa y persista la presión de la demanda.
No obstante, si en el campo ha bajado la sandía a la mitad o menos, en destino apenas se ha movido: persisten niveles de 1,59, 1,99 y hasta más de tres euros en presentaciones premium. Si comparamos con lo que había el año pasado queda todo bastante claro: lo que en el campo se pagaba a 20-25 céntimos llegaba al consumidor a 50-60. ¿Qué explicación hay para que estando ahora a 40 o menos no se mantenga similar relación? Simplemente, la intención comercial de aprovechar al máximo el momento, en medio de la confusión general de subidas... en destino.
En realidad, lo de siempre. En el campo es de sobra sabido que no importan los costes, porque no se pueden repercutir tal cual. Al comprador le da igual esa circunstancia; lo que juegan son las ganas compradoras. Si hay poco de algo, sube el precio; si hay abundancia, se desmorona. Las subidas siempre son lentas, relativas y esporádicas; las caídas, en cambio, son inmediatas, y en conjunto hay poquísima relación entre lo que pasa en un punto y el contrario de la cadena, para descontento de ambos lados.
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