Un grupo de turistas que acaba de llegar a Valencia en un crucero. José Luis Bort Izquierdo

Siete horas para visitar Valencia: el día de un crucerista

El mayor gasto se limita a la comida, donde algunos turistas optan por probar la paella, mientras que otros van a pasar el día al Oceanogràfic o la playa con el mínimo consumo

Domingo, 26 de mayo 2024, 18:35

Andar por el centro de Valencia este sábado era como estar paseando por cualquier ciudad del extranjero. Primero, porque todo estímulo auditivo que percibes son idiomas que no entiendes –o que entiendes pero no son ni el castellano ni el valenciano– y, segundo, porque los ... lugares de mayor interés cultural están atestados de grupos guiados por una persona que sostiene en su mano un cartel donde pone MSC. Sí, la compañía que ayer atracó un crucero con una capacidad de 4.363 ocupantes que, junto a otras 1.000 personas procedentes del barco Crystal Symphony, invadieron el centro de la capital del Turia y el entorno de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

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Los más de 5.000 cruceristas que visitaron ayer Valencia, sin embargo, lo hicieron de manera intensiva, exprés y con el mínimo gasto. Un tipo de turismo al que, precisamente, la alcaldesa Maria José Catalá pretende poner coto prohibiendo a partir de 2026 la llegada de megacruceros, aquellos de grandes dimensiones, medida que se acordará con la Autoridad Portuaria. Los de última generación llegan a albergar a más de 6.000 personas, por lo que la experiencia de este sábado es un buen esbozo de en lo que podría convertirse la capital.

«El turista de cruceros consume poco y por un importe reducido», asegura Julia Martínez, gerente de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico de Valencia. Martínez hace hincapié en el debate entre la cantidad y la calidad del turismo. «Es muy importante desarrollar una estrategia para atraer un turista que consuma de forma responsable, más que centrarse en la masificación que tan nefastos resultados han dado en ciudades como Venecia o Barcelona», sostiene.

Pero, ¿cómo es el día de uno de estos cruceristas que llegan a Valencia? ¿Consumen restauración local de ticket elevado o recurren a franquicias baratas? ¿Qué lugares visitan? La ruta más ambiciosa que llegan a hacer estos visitantes alcanza las siete horas, no más. Es lo que tardó Ángela en realizar el tour a un grupo de 28 personas procedentes de varios países como Alemania, Holanda, Francia, Grecia, Austria y Suiza, entre otros europeos. «La semana pasada llegué a tener un grupo de 47 personas», cuenta.

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La ruta turística comienza a las nueve de la mañana, con una primera parada en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Eso sí, no entran al museo, sólo pasean por los exteriores para admirar la arquitectura de Calatrava. El tiempo es escaso y el plato fuerte de este tour aún está por llegar, por lo que no pueden detenerse demasiado.

Tras su paseo y las correspondientes instantáneas, los cruceristas vuelven a subirse al autocar que les recogió del puerto para poner rumbo al centro de la ciudad. «Empezamos en la Plaza Reina», cuenta la guía, que explica en inglés la historia de los monumentos y edificaciones más importantes, como el Micalet. Después, el recorrido sigue por la plaza Redonda, donde la profesional se detiene a explicar varias curiosidades. Algunos de los integrantes del grupo curiosean los puestos, pero ninguno llega a comprar nada. A la mítica plaza le sigue la de Lope de Vega para posteriormente transitar la calle de los Derechos hasta detenerse en la plaza Doctor Collado.

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Es en esta plaza donde el grupo hace una parada de recreo de 15 minutos. En ese intervalo, la gran mayoría decide ir a tomarse un helado a la Horchatería El Collado, mientras que otros prefieren ir a buscar imanes y algún otro souvenir. «A la una tenemos reserva en un restaurante de l'Albufera y, después, paseo en barca y de vuelta al crucero sobre las 16.30 horas», cuenta Ángela.

Aunque esta es la ruta más completa, los touroperadores cuentan con otras, como la de 'Valencia Shopping', donde tienen una hora para irse de tiendas libremente. «Ahí sí hacen algún gasto mayor, como ropa, pañuelos de seda y zapatos», explica la profesional.Mientras tanto, aquellos que van por libre se resignan sólo a visitar el centro o asomarse a la playa y comer una paella. «No tengo tiempo para más», cuenta una turista italiana que decide ir andando al Oceanogràfic.

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A los taxistas no les sale rentable: «Vienen con todo contratado»

El sector del taxi es uno de los que más se suele beneficiar del turismo en una ciudad como la de Valencia. Sin embargo, esto no aplica al caso de los que llegan en barco a la ciudad. «No me sale rentable irme a la terminal cuando viene algún crucero. La mayoría de estos turistas vienen ya con todo contratado, con un autocar que les lleva al centro o a donde quieran», explica un conductor.

Desde la entrada a la terminal, se pueden observar cómo entran y salen autobuses amarillos, encargados de acercar a los visitantes desde el muelle a la ciudad. Algunos de estos turistas optan por el transporte público urbano para ir al centro, mientras que otros se atreven a ir andando hasta el Oceanogràfic. «Nosotros iremos en autobús al centro, queremos ver la Ciutat Vella», cuenta un padre de familia, que añade que tampoco tienen tiempo para ver mucho más.

«Valencia es muy bella. Hemos ido al Oceanogràfic y hemos comido un risotto de marisco», cuenta un grupo de jubilados italianos, que esperan el bus que les acerque al barco de nuevo.

Llama la atención el plan que ha elegido una familia alemana. «Iremos a pasar el día a la playa», cuentan. A la pregunta de si aprovecharán para comerse una paella, contentas que no lo saben; que lo irán viendo.

«Les gusta mucho la ciudad, el clima, la luz que hay aquí. Y también les gusta que es barata», cuenta el taxista, que asegura que el mayor gasto que hacen estos turistas durante su visita es la comida: «Algunos vienen a probar la auténtica paella valenciana, pero quitado de eso, el gasto son los tres imanes que se compran».

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