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Alícia Bonorat, Álvaro López, Malén Chapa y Lucía LLobell reunidos en el Campus de Blasco Ibáñez de la Universitat de València Paula Hernández
Microjubilación: Por qué cada vez más jóvenes prefieren pausar su carrera antes que vivir para trabajar

Microjubilación: Por qué cada vez más jóvenes prefieren pausar su carrera antes que vivir para trabajar

Cuatro valencianos explican las razones que les llevaron a interrumpir su vida profesional durante meses o años para viajar. ¿Es un cambio de mentalidad o una respuesta al agotamiento laboral?

Jorge García

Valencia

Jueves, 20 de marzo 2025, 01:15

En los últimos años, una nueva tendencia ha comenzado a consolidarse entre los jóvenes, la llamada 'microjubilación' o, en inglés, 'microretirement'. Esta práctica consiste en tomarse largos periodos, de meses o incluso años, para viajar explorar nuevas oportunidades o simplemente desconectar (aunque a veces se combina con trabajos a tiempo parcial) antes de volver y reanudar la vida laboral. Esta práctica se suele repetir en distintos momentos, como una forma de alternar periodos de trabajo con otros de descanso y exploración personal.

Sin embargo, los significados de este fenómeno no están exento de debate. Por un lado, puede representar un cambio significativo en la mentalidad laboral, con una generación interesada en modelos de empleo menos tradicionales y más centrados en su salud y bienestar. Por otro, un reflejo del estrés y la inestabilidad laboral, de la indistinción entre vida laboral y privada y de la falta de expectativas que muchas personas jóvenes encuentran en sus países de origen. A través de las historias de cuatro jóvenes valencianos que en su veintena optaron por esta vía y recientemente han regresado, exploramos los matices de esta tendencia y su impacto en el futuro del trabajo.

Una mujer con su maleta espera la llegada de un vuelo Mikhail Starodubov

Un viaje sin billete de vuelta

Alicia Bonorat tenía 25 años cuando decidió dejar su empleo en BeTranslated S.L., una empresa de traducción en la que trabajaba desde hace año y medio, para emprender un viaje de diez meses por el sudeste asiático. Su decisión no fue impulsiva: llevaba tiempo planeando hacer un viaje largo y había ahorrado con ese objetivo en mente. «Siempre me ha gustado viajar y antes del Covid tenía pensado hacer algo así. Cuando vi la oportunidad, compré el billete y me fui», cuenta.

Durante su estancia en Asia, financió parte de su experiencia con los ahorros acumulados y la ayuda económica de su madre, pero también trabajó en Pura Vida Diving Bali, una escuela de buceo, durante los ultimos tres meses. Ahora, su idea es continuar su aventura en Australia con un visado Work and Holiday, que le permitirá durante un año trabajar y estudiar hasta cuatro meses. «No tengo ningún límite de decir 'a los 30 me estabilizo'. Lo que vaya surgiendo», explica.

Al igual que ella, Lucía Llobell optó por una experiencia similar en Australia a los 24 años. Terminó su doble grado de Derecho y Criminología en la Universitat de València y antes de embarcarse en el máster de acceso a la abogacía, decidió viajar. «Tenía claro que cuando empezara el máster ya no podría hacer un viaje de un año. Así que decidí hacerlo ahora que podía», comenta. No tuvo dificultades para trabajar: «Allí trabajé en festivales de música y como camarera en restaurantes con horarios flexibles». Sin embargo, su regreso a España ha supuesto un contraste. «Volver y adaptarme de nuevo a la realidad laboral ha sido un proceso».

¿Un escape o una elección?

Con 24 años Álvaro López también decidió probar suerte en Australia, pero su caso es un poco distinto. Tras terminar un doble grado en Derecho y ADE, sentía que necesitaba una experiencia vital fuera de su zona de confort. «Me di cuenta de que el Álvaro que volvía del Erasmus era una versión mejorada de sí mismo. Quería algo parecido, pero más aventurero, sin tener nada atado», relata. En Australia trabajó en distintos sectores: limpieza de casas, camarero y, finalmente, en una planta de gas y en minas de oro y litio por periodos de 14 días.

A pesar del esfuerzo, considera que fue la mejor decisión que pudo tomar. «Ha sido el mejor año y medio de mi vida. Si alguien tiene la oportunidad de hacerlo, le recomendaría que se fuera. Muchas veces la oportunidad es simplemente no tener a nadie que te necesite aquí», asegura. Ahora, de vuelta en España, ha decidido continuar su formación con un máster de SAP, en software de gestión para empresas y cree que su experiencia en el extranjero es un punto a favor para su futura carrera.

Malén Chapa tenía 22 años cuando tomó la decisión de retrasar su entrada en el mercado laboral en España. En plena pandemia, terminó su carrera de Periodismo en la CEU Cardenal Herrera y, consciente de las pocas oportunidades, «un sector precario dentro de la propia precariedad del país», decidió marcharse primero a Irlanda y después a Australia. «Vi que las expectativas aquí no se iban a cumplir, ni en términos salariales ni en condiciones de trabajo y decidí no entrar en la rueda laboral. Sabía que en Irlanda se vivía mejor y me fui», explica.

Durante dos años trabajó a tiempo completo cuidando niños para una familia en Dublín, antes de aventurarse a Australia, donde realizó trabajos esporádicos de todo tipo: en una granja de calabazas, festivales, cuidando perros, bartender o barista.

Malén Chapa y Lucía Llobell hablando, en la primera imagen; Álvaro López en el medio y Alícia Bonorat en la última Paula Hernández
Imagen principal - Malén Chapa y Lucía Llobell hablando, en la primera imagen; Álvaro López en el medio y Alícia Bonorat en la última
Imagen secundaria 1 - Malén Chapa y Lucía Llobell hablando, en la primera imagen; Álvaro López en el medio y Alícia Bonorat en la última
Imagen secundaria 2 - Malén Chapa y Lucía Llobell hablando, en la primera imagen; Álvaro López en el medio y Alícia Bonorat en la última

Precariedad laboral

Aunque siempre destacan el crecimiento personal y la experiencia vital, la precariedad laboral también está presente en su decisión. Todos han trabajado en empleos no cualificados en el extranjero, algo que podría indicar que la motivación no es mejorar profesionalmente.

Alicia lo reconoce: «Me gusta viajar, pero también influye la falta de oportunidades. Si encontrara un trabajo con un buen salario y estabilidad, quizá me quedaría. Pero no lo veo cercano». En muchos casos, estos viajes no son solo una aventura, sino una forma de explorar otras opciones ante un contexto laboral que a veces resulta desafiante. Lucía también ha notado diferencias en la cultura de trabajo. «En Australia, si te llamaban fuera de horario, te pedían disculpas porque cubrirlo era un favor y además te lo pagaban. Aquí, la disponibilidad permanente se da por sentada, y a veces es difícil marcar límites», como pudo constatar trabajando en un despacho de abogados en Madrid.

Malén también destaca las diferencias y avisa: «He notado al volver que mis baremos han subido. Ya no es solo el dinero, sino cómo te tratan. En España los empleadores buscan exprimir al trabajador al máximo; en otros países intentan cuidarlo para que quiera quedarse. Ahora me he cansado de ir con la mochila, pero si en dos años no consigo lo que espero, me volveré a ir».

La sobrecarga laboral se ha convertido en una constante en distintos sectores: el burnout, o síndrome del trabajador quemado, es un problema de salud mental reconocido por la OMS y caracterizado por agotamiento, estrés emocional y baja realización personal en el trabajo. La sensación de estar atrapados en un sistema que prioriza la disponibilidad permanente sobre el bienestar lleva a muchos a replantearse su relación con el trabajo.

¿Y después qué?

Las microjubilaciones ofrecen a quienes las toman una oportunidad de crecimiento personal y nuevas experiencias, pero también pueden representar un desafío al volver a la rutina laboral. Álvaro ha observado que su experiencia en el extranjero ha sido bien valorada en procesos de selección. Lucía siente que su perspectiva sobre el trabajo ha cambiado tras su experiencia en Australia. Malén no descarta volver a irse si sus expectativas salariales no se cumplen en los próximos años.

El fenómeno de las microjubilaciones plantea preguntas sobre el futuro del trabajo: Con una generación que valora cada vez más el equilibrio entre la vida personal y laboral, ¿Seguirá siendo sostenible el modelo tradicional de empleo? ¿Estamos ante un cambio de mentalidad o ante una consecuencia de un mercado de trabajo cada vez más incierto? Si para muchos el descanso solo es posible alejándose del trabajo, ¿no es el modelo laboral el que necesita una pausa?

Lo que está claro es que para muchos jóvenes la estabilidad ya no es un objetivo alcanzable a corto plazo, y en ese contexto, priorizar experiencias vitales sobre una carrera tradicional parece ser una opción cada vez más recurrente.

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