

Secciones
Servicios
Destacamos
Donald Trump podría haber resuelto ya la duda sobre si los aranceles anunciados en la noche del miércoles son una estrategia definitiva o una herramienta ... de negociación. El presidente de Estados Unidos ha reconocido ahora su disposición a negociar algún tipo de alivio a los gravámenes para aquellos países que ofrezcan a cambio algo «fenomenal». Una oferta que, según sus palabras, debería incluir «algo bueno», para lo que usó como ejemplo la hipotética autorización de Pekín en la venta de la plataforma Tik Tok.
Durante tres meses, las grandes empresas de inversión han evitado pronunciarse sobre los negros nubarrones que las políticas de Trump podrían traer a la economía estadounidense, por temor a que la venganza de su gobierno se vuelva contra ellos. Ayer, anticiparlo era inevitable. Si cumple con los aranceles anunciados, el riesgo de entrar en recesión es del 40%, estimó JP Morgan.
Confrontado con el pesimismo bursátil de la jornada, el mandatario contraatacó con su realidad paralela: el desembarco de los aranceles «va muy bien», dijo, mientras se subía al helicóptero camino de su campo de golf. «Los mercados van a experimentar un boom, el país va a despegar», prometió. «Nos vienen seis o siete mil millones de dólares. Se han aprovechado de nosotros durante muchos, muchos años, pero eso ya se acabó».
Al amanecer, con el dedo en el teléfono, él mismo había asumido que la intervención arancelaria en los mercados globales puede conllevar un trauma, pero sigue apostando a que al final traerá un fortalecimiento de la economía estadounidense en beneficio de la clase trabajadora. «¡La operación se ha acabado!», proclamó triunfal en la red de Truth Social. «El paciente ha sobrevivido y está sanando, el pronóstico es que será más grande, más fuerte, más resiliente y mejor que nunca».
Su delfín, JD Vance, admitió en entrevista con Fox News, que a los estadounidenses «les llevará tiempo» ver los beneficios. «Va a ser un gran cambio, no voy a negarlo, pero necesitábamos un cambio muy grande». Trump ya había anticipado el miércoles en su discurso del Jardín Rosado que «los globalistas y los falsos medios» atacarían sus políticas arancelarias acusándolas de incrementar la inflación. Como prueba de que no ocurrirá, se remitía a su primer mandato, cuando una versión más moderada de los aranceles no se reflejó en los precios. Por el contrario, Vance acusó a la «economía globalista» y al gobierno de Biden de haber ocasionado a EE UU «una gran deuda» sin sentido. «Tomamos prestado dinero de los campesinos chinos para comprar las cosas que esos mismos campesinos chinos fabrican. Eso no es una receta de prosperidad, zanjó.
Globalistas o no, todos los economistas se rascaban la cabeza con la fórmula utilizada por la Casa Blanca para calcular esos aranceles personalizados en función de un supuesto desajuste de la balanza comercial. No solo la fórmula era rebuscada, sino que su aplicación no tiene sentido si lo que se busca es neutralizar el presunto daño infligido a EE UU. Así, por ejemplo, las importaciones de bacalao de San Pierre y Miquelon, un archipiélago con menos de 6.000 habitantes, se verán gravadas con un 50%. Rusia, sin embargo, está excluida de la lista, mientras que las pristinas Islas McDonalds, habitadas por focas y pingüinos, tendrán un 10% de aranceles, aunque no tengan nada que exportar.
La receta trumpista de comprar coches nacionales para evitar la subida de precios del 25%, que ha impuesto por igual a todos los automóviles extranjeros, obligará a los estadounidenses a hacer más cambios que la marca de coche. EE UU importa el 64% de los puros de República Dominicana y veta cualquier importación de Cuba por el embargo contra el gobierno castrista. Asimismo, compra el 88% de las piñas a Costa Rica y el 89% de los aguacates a México. Hará falta reinventar completamente los hábitos y costumbres para evadir las subidas.
Los aranceles empiezan a tocar a la puerta de casa. De ahí que ayer cuatro senadores republicanos rompiesen filas con el presidente, por primera vez en este mandato, para votar con la oposición en favor de anular los poderes de emergencia en los que se ampara Trump para intervenir y dejar la última palabra al Congreso. Una de ellas, la senadora Susan Collins, recordó que en su estado de Maine la isla de Prince Edward envía todos los años a Canadá entre 200 y 400 millones de dólares en langostas. Incluso si eligiera procesarlas en EE UU, se encontraría con que el país solo tiene 15 plantas, en comparación a las 240 de su vecino del norte, con el que le ampara un tratado de libre comercio firmado por el propio Trump en su primer mandato. «Somos más ricos gracias a Canadá», refutó el senador republicano de Kentucky Rand Paul.
Negociaciones
Trump cuenta con que no tendrá que aplicar la receta porque el mundo se plegará rápidamente a negociar una fórmula más ventajosa. Sus aranceles «ya han hecho que algunos países vuelvan arrastrándose a la mesa de negociaciones», presumía Fox News.
Frente a los que consideran contraatacar, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, advirtió que lo tendrán más difícil para negociar. La táctica que aconseja es la de aceptar hamburguesas americanas, por muchas hormonas que traigan, si se les quiere vender aceitunas. «La UE no compra nuestra ternera, ni nuestro pollo, ni nuestras langostas», se quejó el secretario de Comercio Howard Lutnick. Y el problema no es solo con la UE. «No podemos venderle arroz a Asia, ni maíz a India. Entonces, ¿por qué le compramos los coches a Japón?».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.