![Alquilar piso en Valencia | El suplicio de encontrar un alquiler en Valencia](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202301/22/media/cortadas/alquiler-kKmE-U1903606105250s-1968x1216@Las%20Provincias.jpg)
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Suena esa melodía, la de tu móvil. Son las once de la mañana y estás trabajando. Sabes que no puedes dejar esa llamada para más tarde porque podrías estar perdiendo la oportunidad que llevas meses buscando. Así que respondes sin pensártelo mucho. Bingo. Es una de las muchas inmobiliarias a las que has consultado. «Hemos recibido tu correo. Tenemos un hueco para que veas el piso». Celebras esas palabras porque, por fin, tienes la opción real de acceder a una vivienda de alquiler en Valencia, después de las incontables ofertas que han desaparecido delante de tus ojos por no haber sido el más rápido del mercado.
Llega el momento, el agente te enseña el que podría ser tu próximo hogar. No es con el que soñaste, pero se ajusta a tus necesidades. «Me interesa», le dices sin dudar demasiado. Y es ahí cuando empieza la yincana. «Necesitamos tres meses de fianza y otro aparte para pagar los honorarios de la inmobiliaria. Más, aparte, el primer mes nada más entrar». Te plantas con 4.500 euros que, aunque los tienes, suponen prácticamente descapitalizarte. Accedes, pero, entonces, te encuentras con más obstáculos. Hay otras personas interesadas y, entonces, entras en un concurso por ser el mejor aspirante. ¿Tienes perro o piensas tener? ¿Hijos? ¿A qué te dedicas? ¿Eres autónomo? ¿Cuántos años llevas en tu empresa? ¿Cuánto tiempo te gustaría quedarte? Una retahíla de preguntas que se acercan más a las del banco cuando estudias contratar una hipoteca.
Es la historia de las miles de personas que buscan un alquiler en la capital del Turia, que en 2022 se encareció un 28% respecto al cierre de 2019, con hasta precios de 1.700 euros al mes, de media, en distritos como Ciutat Vella. El problema no está, solamente, en las elevadas mensualidades, sino en la feroz competencia entre demandantes, que da lugar a situaciones surrealistas, con exigencias difíciles de cumplir que no se satisfacen simplemente mostrando unos ingresos regulares. Discriminaciones por edad, género y hasta por procedencia son algunas de estas trabas con las que se topan multitud de personas.
En el caso de Marina, su principal escollo fue su condición de autónoma en un despacho de abogados. «Nos tocó poner de avalistas a nuestros padres, a pesar de que yo llevaba tres años en el mismo bufete. En otros casos fue peor porque nos pedían aval bancario», cuenta la joven, que buscaba un inmueble por 600 euros y, tras semanas de búsqueda, encontró, junto a su pareja, una oportunidad en una finca cercana al Pont de Fusta. «Una cosa curiosa es que el propietario nos quiso conocer personalmente antes de la firma, aunque ya habíamos pasado el filtro y nos había aceptado por nuestro perfil», relata la letrada, que consiguió hace dos años ese alquiler por 600 euros. «Nos hemos ido porque hemos comprado una vivienda, pero ahora ese mismo inmueble está a 800 euros», añade.
1. 700 euros es el precio medio de un alquiler en el distrito Ciutat Vella, pero hay ejemplos que superan con creces esta cifra en este y otros distritos de la ciudad.
Castings El desequilibrio entre la oferta de inmuebles y la demanda es tan grande que cada vez más propietarios optan por entrevistar a los interesados y enseñar el piso sólo a aquellos perfiles con papeletas de convertirse en los mejores inquilinos
180 es el número de viviendas vacías que contabilizó un agente inmobiliario cuando realizó un análisis de diez calles del distrito Zaidía, en la ciudad de Valencia.
Discriminación La incertidumbre económica se suma a los prejuicios de algunos dueños, que optan por descartar a personas de otros países al asociarlas a una mayor inestabilidad laboral o por experiencias malas en el pasado o bien por simple racismo.
Pero los obstáculos pueden llegar mucho más allá. Tal y como ha podido comprobar el agente inmobiliario Alessandro Rodríguez. «Es super desgarrador cuando te viene una familia con buenos ingresos que no consiguen un alquiler porque los propietarios escogen otra opción que consideran más segura», explica el agente, quien hace hincapié en los efectos perversos de la modificación del Real Decreto-ley 6/2022, de 22 de marzo, publicada el pasado 28 de diciembre, en el marco del Plan Nacional de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania.
«Esta ley protege más al inquilino con menores a la hora de ejecutar un desahucio por impago, entonces, aunque algunos propietarios no lo admiten, sabemos que rechazan familias con hijos pequeños por miedo a encontrarse con una situación de impago», lamenta este profesional, que aboga también por una legislación que dé garantías a los dueños y consiga un equilibrio entre ambas partes.
En ese sentido, insta a la Administración a que aumente el parque público de viviendas y que agilice los trámites para la construcción de obra nueva, ya que, de ese modo, se multiplicaría la oferta y bajarían los precios. «Además, en Valencia hay muchísimos pisos vacíos y eso se debe atajar cuanto antes porque influye en el mercado. Una vez hice un estudio en sólo diez calles y había entre 160 y 180 viviendas vacías en la zona de la Zaidía. Luego hice otro en Ayora y por cada diez calles había unas 80 viviendas vacías», destaca.
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La incertidumbre económica, además, está derivando también en que cada vez más inquilinos se vean en la necesidad de pagar un año o seis meses por adelantado para asegurarse una vivienda. Es el caso de personas que proceden de otros países, con ahorros, que todavía no cuentan con un contrato de trabajo. O bien son perfiles laborales que se caracterizan por trabajar a temporadas, debido al desarrollo de la propia profesión, y que, por tanto no pueden demostrar una regularidad en sus ingresos.
Pero, también fruto de esa inseguridad y de la coyuntura económica, cada vez son más frecuentes los seguros de impago, según cuenta Rodríguez. «Estos seguros están cogiendo cada vez más fuerza y buscan un perfil impecable. Por ejemplo, una persona que tuvo una deuda en el pasado, aunque la saldara, ya estaría descartada o tendría más votos en contra. Es decir, exterminan la segunda oportunidad», explica el experto, que añade, que, «por desgracia, mucha gente honesta, que cumple con los pagos, es rechazada por la correduría por el riesgo de que se quede sin trabajo».
A esto hay que añadir otro drama: el racismo inmobiliario. Rodríguez, además, sufrió esto en sus propias carnes. «Yo, que me tuve que mudar de piso, tardé siete meses y eso que trabajo en el sector. Me sentí discriminado en un caso concreto porque era un propietario que tuvo mala experiencia con ecuatorianos», relata.
La tensión de los precios ha llegado a tal punto que hay familias que se ven obligadas a compartir piso. Es la situación en la que se encuentran dos familias que vinieron de Rumanía; dos matrimonios con un hijo cada uno. Viven en un piso de tres habitaciones ubicado en Canyamelar. ¿El precio? Un alquiler de casi 800 euros. Pero más sangrante es la situación de un piso de cinco habitaciones donde viven once personas. «Una de las chicas que vive ahí acudió a mí para que le encontrara un alquiler que le permitiera salir de esa situación. Busca aunque sea una habitación por 400 euros, pero es muy difícil», cuenta el agente inmobiliario, que alerta también sobre el intrusismo en la profesión. «Hay gente que no es profesional y se está aprovechando para cometer irregularidades», advierte.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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