Con Momad Shoes en Ifema culminamos con más luces que sombras el primer trimestre de certámenes anuales para las colecciones de Otoño/Invierno 2016/17. Estos encuentros feriales suponen un enorme esfuerzo creativo, personal y económico para gran número de empresas. FICE trata de ser un buen compañero de viaje para sus empresas en sus salidas internacionales. Muchas de nuestras empresas se juegan su salud en cada colección que lanzan. Por eso hasta los medios de comunicación locales siguen con inquietud el resultado de estos certámenes en prescriptores, compradores y pedidos.
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Un sector con una propensión exportadora marquista tan elevada, no se construye sobre «una base de talleres ilegales ni sobre decenas de aparadoras trabajando clandestinamente», como a veces se pretende vender ante la opinión pública. Aunque, en un país con cerca del 20% de su economía sumergida según estadísticas internacionales, también sería difícil asegurar que no se puedan seguir dando casos en sus entornos más periféricos.
FICE rechaza situaciones que ponen en peligro a sus trabajadores, que fomentan internamente la competencia desleal, y que hacen daño a la imagen internacional de todo un sector, que lucha por seguir modernizando sus marcas, métodos, productos, estructuras y organizaciones. FICE sigue pidiendo que las autoridades hagan esfuerzos en controlar este tipo de anormalidades. Y nos adherimos a los acuerdos entre patronales y sindicatos contra la economía sumergida.
Pero la realidad del sector calzado español es otra. Son unos varios centenares de pequeñas y medianas empresas familiares que llevan sus marcas, productos y prestigio nacional por una buena parte del mundo. Que arriesgan su patrimonio: exportar es caro, peligroso y necesario para la supervivencia. Que aportan riqueza en sus entornos con empleo, inversión, cotizaciones e impuestos varios. Y que a menudo soportan legislaciones, fiscalidad y cargas poco amigables para su desarrollo.
El sector no puede juzgarse tan sólo por sus datos agregados en exportaciones: en primer lugar, porque los productos nacionales exportados por la marcas son también complementados con algunos productos importados, que son reexportados siguiendo largas cadenas de suministro internacionales; en segundo lugar, porque las estadísticas incluyen uno o dos grandes grupos comercializadores que centran una parte significativa de las mismas.
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Tampoco todas las exportaciones tienen el mismo valor. Nuestras exportaciones de calzado de piel alcanzaron en 2015 unos 1.900 millones. Crecen en pares y en valor, pero siguen siendo un 65% de los 2.900 facturados al exterior. Las exportaciones de nuestros vecinos portugueses en calzado de piel alcanzaron cifras similares. Su industria refleja un enorme dinamismo. Y si cada vez hay más interrelación entre los clúster italiano, español y portugués es como consecuencia de la competencia entre industrias en técnicas, habilidades y costes unitarios.
El sector español lo componen también cerca de un millar de pequeñas industrias que fabrican para empresas marquistas. El INE señala ligeros crecimientos en la producción nacional desde 2013 (en torno al 2%-3% anual) gracias a una fuerte contención en los precios de los productos fabricados (en torno al 0,5%-0,7% anual). Con estos ligeros crecimientos se está impulsando de nuevo el empleo, vuelven a hacer falta oficios y nuevas personas ven oportunidades de vida.
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Pero la producción nacional todavía se encuentra lejos de los niveles de 2007 pre-crisis (105-110 millones de pares frente a unos 130-140 millones). Es nuestro principal reto: seguir creciendo en un mundo de oportunidades para nuestro calzado; hacerlo recuperando rentabilidad; y con el margen de maniobra para poder seguir invirtiendo en marcas, distribución y tecnologías para generar empleo cualificado.
Y no va a ser fácil, como nunca tampoco lo ha sido. Desde hace unos meses las expectativas de crecimiento internacional para 2016/17 varían constantemente. Responden, en definitiva, a los tres retos a los que se enfrenta en estos momentos la economía mundial: las actuales amenazas geoestratégicas, la ralentización de la economía china y, a más plazo, un exceso generalizado de endeudamiento público-privado.
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Estos retos afectan a un buen número de países emergentes, en especial pero no únicamente, a productores de petróleo y materias primas. En cierta medida preocupa un efecto dominó en los países occidentales por la ralentización de sus exportaciones, las ventas de activos adquiridos previamente por fondos soberanos, y su efecto sobre la renta fija y variable con influencia en la percepción de los consumidores occidentales.
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