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JC. F. M.
VALENCIA.
Lunes, 29 de abril 2019, 23:33
«Se lo comerá. Dentro de cuatro años no quedará nada de él». La idea la expresaban hace cuatro años, más o menos en esos términos, cargos de Compromís y del PP valenciano. Ambos hacían alusión al escenario que se abría en el Gobierno del Botánico tras el pacto entre socialistas y Compromís, con el apoyo de Podemos, y a las personalidades «tan diferentes» entre Ximo Puig y Mónica Oltra. Él, veterano de la política, que estaba casi de vuelta después de ocupar una carreta de cargos políticos. Ella, ingeniosa, conquistadora, animal político. Oltra se comería a Puig.
Y fue al revés. El resultado de la legislatura no sólo derivó en un progresivo debilitamiento de la figura política de la líder de Compromís, que en lugar de consolidarse acabó haciendo frente a los más diversos problemas de gestión. También sirvió para reforzar la figura presidencial de Puig, siempre templado, sin altibajos, fiable. Al líder de los socialistas valencianos le bastaba con no cometer errores, y quizá ya sería suficiente para optar a la reelección en condiciones. Contra el Gobierno de Rajoy se vivía con cierta comodidad -como todos los Ejecutivos regionales hacen cuando tienen al adversario político en la Moncloa-. El PP valenciano seguía cocinándose al fuego lento de su corrupción, sin soluciones en la ciudad de Valencia, enfrentado en su última etapa con la dirección nacional.
La legislatura autonómica transcurría razonablemente plácida, sin más altibajos que alguna salida de tono de la muchachada nacionalista, siempre presta a dejar su huella en la gestión aún a costa de poner en riesgo la imagen de la Comunitat. Llegó el Gobierno de Pedro Sánchez, y Puig no sólo se alió con éste, sino que tuvo que modular el que, hasta ese momento, había sido una defensa encendida de la reforma del sistema de financiación autonómica. «Con Rajoy en el Gobierno ese argumento le habría llegado a permitir adelantar elecciones», se admite en el PSPV. Con Rajoy sí, pero con Sánchez no, claro está.
De manera que lo que hasta ese momento había sido emblema pasó a convertirse en rémora. Nueva financiación sí, pero con la voz baja. Era un regalo para Compromís, deseoso de asumir la bandera del valencianismo político frente a los socialistas.
Pero llegó Andalucía y apareció Vox. Y Ferraz, y también el Palau, vieron la posibilidad de encontrar el argumento idóneo para un movimiento sorpresa. Sánchez adelantó elecciones después de quedarse sin presupuestos para 2019. Y poco después, Puig decidió adelantar las autonómicas y jugársela a una carta. Susto o muerte. El líder de los socialistas valencianos unió su destino político al de Pedro Sánchez -lo reconoció el viernes en el acto de cierre de campaña de los socialistas en Valencia- a pesar de la explícita negativa de Oltra. La líder de Compromís dijo que no una y otra vez. Y el entorno de Puig, incluidas algunas de las personas que mejor conocen al exalcalde de Morella, se mostraron convencidos de que no lo haría. «No adelantará, no se atreverá», se proclamaba.
El arrojo y la audacia no formaban parte de su perfil. O no lo hicieron hasta el pasado 4 de marzo. Ese día decidió adelantar las elecciones autonómicas. Y ese día comenzó a escribirse el lío interno que se le ha abierto a Oltra al lograr dos escaños menos que en 2015, además de un significativo retroceso en las elecciones generales -de cuatro escaños a uno-.
El éxito de Puig de este pasado domingo es electoral -porque el PSPV gana unas autonómicas por primera vez en 28 años- y también político porque genera un grave problema interno a Compromís. Cuatro años antes cosechó los peores resultados de la historia del socialismo valenciano. Desde el domingo tiene cuatro años por delante, que deben de ser más cómodos que la legislatura que acaba de concluir, con mayor margen político para su partido.
Puig anunció en el congreso del PSPV de Elche que no optaría a la reelección como líder del partido. Y quizá no lo haga. Pero de lo que caben pocas dudas es de que dispondrá de manos libres para elegir sucesor, si es que no cambia primero de opinión. Tiene 60 años, y algunos de los jóvenes cachorros que aspiraban a convertirse en 'hereu' han tenido que jubilarse antes de tiempo.
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