Los debates electorales son una de las herramientas más valiosas de comunicación política de las campañas electorales y pueden llegar a ser decisivos porque generan ... en el electorado una percepción de que alguno de los candidatos resulta más convincente para resolver problemas. Eso, unido a su cercanía siempre con el día de las votaciones, los convierte en elementos de gran importancia para los equipos políticos de los candidatos. No se puede afirmar que decidan elecciones, pero sí aumentan la participación, según numerosos estudios sociológicos. Los candidatos consolidados, los que suelen ser ya presidentes, son siempre los más reacios a aceptar los duelos, para no ayudar a dar a conocer a sus rivales. Pero, sobre todo, para no cometer errores que se pueden pagar caros.
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El primer debate televisivo de la historia se celebró hace 63 años en Estados Unidos. Lo protagonizaron Richard Nixon y John Fitzgerald Kennedy un 26 de septiembre de 1960, y mantuvo pegados a las pantallas del televisor a más de 60 millones de telespectadores. Más que un debate, aquello fue un ensayo. Un intercambio de impresiones y de maneras distintas de hacer las cosas, sin entrar en el cuerpo a cuerpo al que hoy en día nos tienen acostumbrados los políticos. Según las encuestas posteriores a esa gran noche televisada, Kennedy fue el gran ganador del debate, el primero de otros tres que vendrían después. Dicen las crónicas de la época que, además de su discurso, le ayudó su buena imagen en cámara. El caso es que el 8 de noviembre, apenas mes y medio después de ese primer cara a cara televisado, Kennedy ganó las elecciones y se convirtió en presidente de los Estados Unidos.
Ese fue el origen de los debates políticos en el mundo. Para encontrarlos en España hubo que esperar al año 1993. A pesar de que en nuestro país hubo elecciones democráticas desde 1977, el duelo dialéctico entre candidatos a la Presidencia del Gobierno no llegó hasta la tercera vez que Felipe González se presentó a las elecciones. En aquel 24 de mayo de 1993, González y José María Aznar estrenaron los cara a cara en nuestro país. Al candidato popular lo dieron por ganador de la cita, conducida por el periodista Manuel Campo Vidal. Hubo otro, unas semanas después, más centrado en la economía, donde el popular flaqueó y bajó en las encuestas. Esa cita fue seguida por 10 millones de españoles (un 75% de quienes veían la tele esa noche). El PSOE volvió a gobernar en el 93, pero Aznar tomó nota de la experiencia en los debates y de los decisivas que pueden llegar a ser estas citas, sobre todo si te van mal. Así que no volvió a un debate en las campañas de los años siguientes, en las que logró ganar y llega a La Moncloa.
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Así, los debates volvieron a tener un parón de quince años en España, hasta que Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, volvieron a atreverse con un cara a cara. Su importancia llegó a ser decisiva en algunos encuentros, incluso con actores secundarios, como el protagonizado por los responsables de Economía de las candidaturas del PSOE y PP, Pedro Solbes y Manuel Pizarro, en 2008, en plena crisis financiera. Un formato que, hoy en día, con el fin del bipartidismo y el aumento de partidos en el arco parlamentario, ha ampliado su participación, con los representantes de los grupos mayoritarios.
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La historia de los debates autonómicos va muy unida a la de España, ya que nacieron poco después de los primeros nacionales. El primer episodio se escribió en 1995, y ya con polémica. Joan Lerma, entonces presidente de la Generalitat y líder del PSPV, se negó a participar en uno contra el candidato del PP, Eduardo Zaplana. Coincidió que días después perdió las elecciones.
Conforme pasaron los años lo habitual fue que sí hubiesen encuentros en espacios como Canal 9 con los candidatos a la Generalitat y de grandes Ayuntamientos como el de Valencia, aunque en varios años también hubo reproches por cuestiones como la incorporación de partidos sin representación como el antiguo Bloc (ahora integrado en Compromís bajo el nombre de Més) o la falta de réplicas.
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En 2015, con la ruptura del bipartidismo y la aparición de Podemos y Ciudadanos, los debates volvieron a ponerse de moda pese al cierre de Canal 9. Pero no contar con una televisión pública autonómica no fue un impedimento para que el entonces sólo candidato socialista, Ximo Puig, a diferencia de ahora, aprovechase cada contienda para contraponer ideas ya que no rehuía de ninguna oportunidad. Participó en un encuentro de la Ser, pero también otros como el de Prensa Ibérica y hasta en un cara a cara con Alberto Fabra en la 8 Mediterráneo, cadena que se había sumado al debate de COPE y LAS PROVINCIAS organizado para este 2023.
Por su parte, Joan Ribó no dudó ese mismo año en criticar a la que era su adversaria política, la entonces alcaldesa Rita Barberá. Se negó a acudir a las propuestas que estaban encima de la mesa y tras quedarse vacía su silla en un debate en la Ser, acusó a la dirigente popular de «cobardía política».
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La posición que mantenían entonces estos dos dirigentes políticos de la izquierda contrasta mucho con la de ahora. Tanto el presidente Puig como el alcalde Ribó se han negado a acudir al debate de COPE y LAS PROVINCIAS con el argumento de que acudirán a otros debates. En cualquier caso, tanto Puig como Ribó han apostado por contraponer en menos ocasiones sus ideas y serán los que dejen una silla vacía en el debate de este diario, algo que criticaban en el pasado con vehemencia.
Pero, ¿qué dicen los expertos de este formato? Para el catedrático de Periodismo de la Universitat de València, Guillermo López, los debates son «muy importantes. El núcleo de la campaña». De hecho, López ya lo ha abordado en varias investigaciones académicas en los comicios de 2015 y 2019, junto a otros profesores. En los debates, los candidatos tienen la oportunidad de difundir sus mensajes persuasivos entre públicos heterogéneos, de acceder a telespectadores a los que generalmente no podrían alcanzar en base a la tendencia a la exposición selectiva. De hecho, según consta en el estudio 'Los debates electorales, ¿el último reducto frente a la mediatización?' recuerda que desde un punto de vista histórico, los debates han sido siempre grandes éxitos de audiencia, con 'ratings' comparables a los grandes eventos deportivos. Constituyen, según el estudio, un campo de juego privilegiado de disputa entre actores políticos que intentan influir en la construcción de la agenda mediática y, en última instancia, dar forma a las preocupaciones de los ciudadanos en un contexto de buenas audiencias e intensificación del interés por consumir contenidos políticos.
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Ginés Marco, director del máster de Marketing Político y Comunicación Institucional de la Universidad Católica de Valencia (UCV) es claro en su análisis académico: «Los debates electorales son un arma de doble filo y los que están gobernando tienen más opciones de salir perdiendo que ganando». El experto evidencia que el que tiene la posición dominante «suele ser reticente» a batirse o repetir contiendas políticas. Y así se evidencia en esta ocasión con la ausencia de Puig y Ribó.
En cualquier caso, para Marco restringir o limitar los debates es «una oportunidad perdida para la democracia» ya que cuanto más puedan ver los ciudadanos cómo se contraponen ideas mejor será para la sociedad. «No hay debates pequeños, ya sea a nivel autonómico o local», insiste el también decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Humanidades. Eso sí, matiza la necesidad de que la contraposición de ideas siempre sea con talante y sin llegar a la descalificación, el insulto o el trato vejatorio.
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