Este sábado se levanta el telón torero de las Fallas y la Valencia taurina sueña. Normal. Al fin y al cabo, qué es el toreo sino un sueño. Ralentizar la embestida bruta de un toro y ponerla a voluntad, los más cursis dicen a ... compás, pues a compás; imponer la inteligencia a la fuerza bruta; escapar de la miseria aunque eso era más propio de otro tiempo, cuando el toreo era uno de los pocos puentes de ascenso social en este país, claro que es materia de sueños y suspiros; también es materia para la ensoñación reencarnarte en héroe en plena era de las pantallas, al fin y al cabo quién mejor representa al héroe que un matador victorioso, brazos en alto, correspondiendo ovaciones desde los medios de un ruedo después de haber conseguido todo lo anterior; y el que dice ovaciones puede decir broncas de un embravecido público tras una mala tarde; esas vicisitudes y más son realidades que invitan a soñar, por dulces, por difíciles, por duras y por infrecuentes. Y en esa realidad sueñan los toreros y sueñan los aficionados que no escapan a la seducción del toreo.
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Y bajo ese prisma onírico sueña Valencia, faltaría más. Cuando su gran referencia, Ponce naturalmente, ha iniciado el camino del adiós que no del olvido, sueña con tener nuevos ídolos propios, con herederos de su gran referente. La gran dificultad del toreo y sus inescrutables misterios hace temerario señalar a este o a aquel, pero hay jóvenes soñadores con muchas cualidades, que hacen soñar si me permiten la redundancia. Hoy mismo, los carteles anuncian a Samuel Navalón y a Alberto Donaire, los dos se presentan en su nueva categoría de novilleros con picadores. La semana próxima comparecerá Nek Romero, el más adelantado de todos, un estilista con personalidad que asume el reto de la comparativa que puede generar el tener que explicar su toreo después de que lo haga ni más ni menos que el maestro Morante. Y no olvido al Niño de las Monjas, que, en el bando opuesto del estilismo, es un torbellino en la plaza. Y detrás viene otra legión de soñadores queriendo dar el sorpaso, dicho en términos actuales, como ese Bruno Gimeno que le ha quitado una velocidad a su toreo y ha comenzado el año conquistando la Magdalena.
Samuel Navalón y Alberto Donaire, cumpliendo la sagrada liturgia del toreo, tendrán que hacer hoy el paseíllo descubiertos en señal de respeto. Comienzan una nueva vida artística. Navalón es de Ayora, formado en la escuela de Albacete y de allí trae un concepto de toreo asentado y técnico que le va a dar muchos triunfos; Alberto Donaire, de la escuela de Valencia, tiene un perfil que en el toreo se define como más artístico, no cabe esperar mucha regularidad, pero sí momentos de deleite. Que el primero se adentre en los perfiles más estéticos o que el segundo apueste a mayor firmeza y apuntale sus formas, serán las vías de crecimiento.
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Nacho Ortega
Hoy sale el toro que comenzará a dictar sentencia, no será nada definitivo, faltaría más a sus edades, pero comenzará a marcar el camino de ambos. Ninguno de los dos debe olvidar la importancia de la suerte y sobre todo que la suerte hay que buscarla. Y no conviene olvidar a Alejandro Peñaranda, que hará el paseíllo con ellos y aunque no es de Valencia que es de Iniesta, les puede comer la tostada del paisanaje.
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