Mañana de observación empírica junto a la falla municipal. Todo el mundo (forma coloquial de referirse a lo que parece ser una mayoría) toma fotos de las palomitas como si se tratara de dos tiernas criaturas que desprenden amor, buen rollo, etcétera. Sin percatarse, salvo ... una minoría ilustrada o informada o tal vez más observadora, de que los bichos (bichos, sí) pelean por llevarse la ramita de la paz a su nido o a su lugar de residencia habitual; de modo que el asunto versa sobre el mal, son egoístas, violentas y no están dispuestas a representar la simbología que el vulgo les atribuye por culpa del episodio aquel del arca de Noé (Picasso también puso su granito de arena en su momento) o de hacer las veces de Espíritu Santo, que también vaya papelón para un pájaro que siempre pintan de blanco y cuyas heces, nunca lo olvidemos, contienen ácido nítrico, úrico y fosfórico. Son corrosivas, en resumen. Dicho lo cual podemos deducir que el «mensaje» de esta falla también. Y también preguntarnos si los monumentos han de decir algo. De momento, en una esquina, sobre la jaula de la mascletà, cuatro figuras de piel negra, tratan de saltar la valla, pero pocos espectadores se dan cuenta porque están haciéndose fotos con las palomitas que creen que son buenas y bonitas (ya hemos visto que no).
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Enumero algunos ejemplos aleatorios. Dos chicas colocan el móvil en el suelo y ensayan su guión antes de darle al botón para grabar el vídeo; dice la que parece más joven (falda plateada) a la que parece más mayor (vaqueros del Zara): «Yo digo que es una pasada y tú dices que es gay» (falta información para poner en su contexto esta conversación). Pareja de edad mediana, el hombre con un plumas azul que le aprieta el costillar, la mujer con el pelo corto bob, ojos claros, «yo la veo bonita, pero con esas maderas no me acaba de convencer ¿no, Paco?». Paco hace un gesto con los labios que puede significar cualquier cosa, así que anoto que está de acuerdo con ella. Grupo de extranjeros, jóvenes, tres de ellos de color (negro), uno con sudadera de la Universidad Estatal de Luisiana, dos chicas, rubias, blanquecinas, gafas de sol de espejo y un tipo que parece ser el guía o profesor;paran ante los pajaritos y señalando en dirección contraria les explica que otra que acababan de ver era «one piece of shit» (un pedazo de mierda) y que, en cambio, la de la plaza del Ayuntamiento es «more typical». Así que ya sabemos que este tipo ha visto tantas fallas como nosotros concursos de doma vaquera. Tampoco reparan en los subsaharianos que intentan saltar la valla. Lo mismo ocurre con dos hombres, cerca de los cincuenta, «vaya fallita», dice uno, «si, no tiene altura y las palomas esas con feas de cojones», contesta el otro.
Esto podría ser muy largo porque todos tenemos opiniones, obviamente. Y esta falla, en la que aparecen muchos elementos de crítica social, mensajes sobre la guerra, el consumismo, la violencia, la pobreza o la hipocresía, da juego para un sinfín de reflexiones comenzando por el hecho de preguntarse si las fallas han de dar juego para un sinfín de reflexiones; si han de ser jocosos o críticas, si han de resultar estéticamente cursis y blancas o pueden resultar incómodas y plantear cuestiones complejas a aquellos que las contemplan.
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