

Secciones
Servicios
Destacamos
Pocas reformas se han hecho en Valencia con un cumplimiento tan exacto del calendario: la de la plaza de la Virgen tuvo que hacerse así, atenta a las previsiones religiosas anuales, entre mayo de 1975 y mayo del año siguiente: en realidad, entre la Procesión de la Patrona de un año y la Missa d'Infants del ejercicio siguiente. Como suele ocurrir, el proyecto lo puso en marcha el alcalde Rincón de Arellano, lo inició López Rosat pero lo desarrolló y concluyó Miguel Ramo Izquierdo. El destino quiso, además, que las obras empezaran bajo una dictadura y concluyeran bajo una esperanzadora democracia.
La plaza de la Virgen no se ha llamado así todo el tiempo ni ha sido siempre tan grande como es ahora. La plaza antigua se llamó muchos años de la Constitución, pero también llevó el nombre de la Seo o de la Seu. Recoleta, angosta, en tiempos antiguos apenas se reducía al espacio situado frente a la puerta de los Apóstoles y la basílica de la Virgen. El edificio del antiguo Ayuntamiento y la casa Vestuario se abrían a un espacio angosto e irregular, rodeado por un dédalo de callejuelas. Esa forma recoleta es que la mantuvo en el siglo XIX: en 1864 hay noticias de prensa sobre el derribo de la vieja fonda del Cid y la finalización del empedrado de toda la plaza, que tuvo una fuente con taza circular y unos mínimos setos ajardinados.
El primer deseo de reformar la plaza por ampliación lo encontramos en 1929, de la mano del arquitecto Javier Goerlich. Publicamos en el periódico el plano en el que se puede ver que desaparece la calle Poeta Badenes y la plaza crece a costa de cuatro manzanas de casitas para llegar con líneas nuevas hasta el entronque con Navellos y Almudín. El periódico se mostró nostálgico al recordar la pastelería de Colau, el café del Cid y otros viejos establecimientos y dijo que los valencianos esperaban un proyecto más valiente a la hora de ensanchar la calle del Miguelete, tan fundamental entonces, donde la Casa Vestuario exhibía «escaso mérito». El proyecto Goerlich sirvió para definir las líneas de una hipotética ampliación de la Basílica de la Virgen y también para ampliar el palacio de la Generalitat, obra hecha en los años cincuenta.
Noticia Relacionada
Modificar esa plaza tan simbólica de la ciudad ha sido siempre una tarea delicada que necesitaba reunir calidad urbanística, respeto patrimonial y acierto político. Y empezó a hablarse en serio de ella en 1969, al tiempo en que se daban los primeros pasos para una reforma en profundidad de la Catedral, desarrollada en los primeros años setenta gracias al ministerio de la Vivienda, del que era titular el valenciano Vicente Mortes.
Las líneas de la reforma se publicaron en agosto de 1970 y eran muy parecidas a las de Goerlich. Se ampliaba la calle del Miguelete, pero se dejaba exenta la Casa Vestuario, que por cierto era, en aquel momento, la única biblioteca pública municipal.
El proyecto siempre debía tener presente una dificultad y una promesa. La dificultad era la Tómbola diocesana, que se ubicaba, alternativamente, en las plazas de la Reina o de la Virgen, siempre en solares de derribos de sus ampliaciones. Buscar un emplazamiento a la querida institución de don Marcelino Olaechea era fundamental, aunque ya no fuera arzobispo; falleció precisamente en 1972. El Ayuntamiento aprobó en 1971 el proyecto de reforma general, que de inmediato tropezó con el problema de las expropiaciones, sus plazos, justiprecios y recursos. Finalmente, el arquitecto Emilio Rieta, respetuoso con la historia y el patrimonio, se hizo eco de la vieja promesa: el monumento que la ciudad debía, desde hacía más de un siglo, al canónigo Liñán, el hombre que legó su patrimonio para la traída de aguas potables a Valencia.
El Congreso Eucarístico de Valencia de 1972 hubo que centrarlo en la Alameda porque la plaza de la Virgen no reunía condiciones. Fue el último viaje del general Franco a Valencia. Al alcalde López Rosat se le escapó el tiempo en las expropiaciones y fue relevado en septiembre de 1973. El alcalde Ramón Izquierdo quiso empezar las obras en mayo de 1974, el lunes siguiente a la fiesta de la Virgen; pero no reunió garantías de que se pudiera disponer de los solares y de que la fuente encargada al escultor Esteve Edo estuviera a punto, y se abortó el plan de trabajo. Que finalmente se inició en mayo de 1975 para ser terminado en los primeros días de mayo de 1976.
Se trabajó día y noche en las últimas semanas. Incluso hubo apuros para acabar la calle del Miguelete. Pero dado que no se excavó en profundidad, el temor a un parón de origen arqueológico quedó soslayado y la plaza estuvo terminada a tiempo. Con su gran enlosado, las gradas, la inscripción fundacional de la ciudad y la fuente, estuvo a punto para la noche del 8 de mayo de 1976: un concierto de la Banda Municipal y una «dançà» de El Micalet subrayaron la ceremonia, junto a los fuegos artificiales disparados en la plaza del Caudillo. El alcalde tuvo el buen gusto de invitar a los actos a sus dos antecesores en el cargo.
La plaza de la Virgen, y el conjunto de calles y plazas adyacentes, fue, en su momento, la mayor zona peatonal de la ciudad. De ahí que las principales preocupaciones municipales, en aquel momento, además del rigor que imponía el calendario, estuvo en el desvío de la circulación y las líneas de transporte público.
Valencia ensayó en el verano de 1971 su primera calle peatonal, llamada «Calle salón», cuando se restringió la circulación en el Paseo de Ruzafa, llamado entonces Calvo Sotelo, y las calles perpendiculares. La plaza de la Virgen fue la segunda reserva de circulación hecha por el Ayuntamiento; y afectó a mucha más superficie, ya que incluía las plazas de la Almoina y del Arzobispo, más la de Manises y un tramo de la calle de Caballeros. Con un cierto retraso se incluyó en el proyecto la calle del Miguelete hasta la puerta de los Hierros, con una novedad: la calle bajó su rasante y quedó al descubierto casi un metro de la zona baja del Micalet que hasta ese momento estaba cubierta.
Aunque hubo mucha expectación en los medios informativos, los cortes y desvíos de circulación no tuvieron repercusiones de importancia: el estacionamiento de la plaza de la Reina mostró, además, su gran eficacia. Fue el momento en que la prensa empezó a pedir nuevas calleas reservadas para peatones.
Hay que hacer notar que los tranvías, erradicados en 1970, pasaron por la plaza de la Virgen y por la calle del Miguelete. Esta última era más estrecha que ahora, pues no se habían derribado las casas de los Canónigos adosadas a la Catedral; pese a ello, la calle tuvo doble vía de tranvías, y estos se cruzaban bajo la torre controlados por un empleado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.