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Todavía recuerda Ángela Gimeno cuando era pequeña y se iba todos los sábados con su abuela al Mercado Central. Le encantaba ese paseo por las ... paradas, y en su corazón quedaron los olores que iba captando en ese caminar de la mano de su abuela, «que cocinaba de maravilla. Ella fue la que enseñó a mi madre, y si me viera ahora, estaría flipando». La flamante ganadora del concurso televisivo Masterchef se reconoce «más valenciana que la Mare de Déu dels Desamparats», y a su Valencia querida dedicó el menú con el que ganó. Sus platos fueron un homenaje a los olores del Mercado Central, a la Albufera y lo redondeó con un postre dedicado a su novia.
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Está siendo una semana trepidante para esta publicista, que al desvelarse su triunfo ha sido para ella como vivirlo de nuevo. «Son unos días intensos, increíbles y muy raros, porque he pasado de la nada a que todo el mundo me conozca, quiera hablar conmigo, y estoy un poco 'shockeada'. El programa se grabó hace ya unos meses, así que tuvo que estar callada para no desvelar el resultado de una experiencia que ha sido para ella »increíble. Me hubiera quedado más tiempo«. De hecho, se considera una persona muy competitiva, así que se ha sentido muy a gusto en el concurso, en una temporada donde la polémica fue el trato que dispensaba el jurado a los concursantes. »Yo no lo viví así«, explica.
«Llevo toda mi vida haciendo cosas de valenciana», y nombra en primer lugar las Fallas. Hasta que se fue a Madrid hace unos dos años ha sido fallera de la comisión Polo y Peylorón, precisamente en la calle en la que su madre regentó un restaurante que se llamaba La Tierra. «Yo llegaba del colegio y me ponía a merendar a la barra, y siempre se comía lo mismo, cada día: un poquito de ensaladilla rusa que cocinaba mi abuela y una croqueta de jamón». Todo casero, claro, porque Ángela creció viendo a las mujeres de su familia cocinando.
Una infancia tan marcada por olores y sabores le han permitido a esta publicista tener el paladar muy desarrollado. «Yo de pequeña lo probaba todo, y eso me ha permitido tener un gusto por la cocina diferente, especial». Además, su madre siempre le decía que tenía muy buena mano para cocinar, aunque no lo hiciera nunca; «claro, con una cocinera en casa ya había más que suficiente», así que ella se metía entre fogones cuando no la veían, porque «yo lo ensuciaba todo y me reñía».
Ángela Gimeno decidió estudiar Publicidad precisamente por esa creatividad que ahora ha puesto al servicio de su cocina. «Sigo siendo creativa, pero en vez de hacerlo en carteles lo vuelco en la comida; me he dado cuenta de que en la gastronomía puedo sacar un universo amplísimo. Me parece un sueño poder crear platos y que la gente los disfrute».
Así que cuando se puso a preparar el menú que cocinaría en la final, no decidió los platos, sino los sitios que iba a representar. «Ir al Mercado Central convertía los sábados en mi día favorito de la semana, y por eso el primer plato lo dediqué al lugar donde todavía tengo grabado cada olor. El entrante, bautizado 'Perfumadita de brea' por su canción favorita de Joan Manuel Serrat ('Mediterráneo'), lo cocinó con huevas de calamar con escabeche de alga, beurre blanc de mantequilla ahumada, dashi de calamar y crujiente y aire de placton.
El principal lo llamó 'Albufera en secuencia', que se lo dedicó a su padre y que recrea las tardes que ha pasado Ángela cerca del lago. «Yo sola me iba donde están los pescadores del Palmar, que tienen una caseta, y me tomaba con ellos unos 'nuvolets', que son unos chupitos con mistela y agua y me explicaban cómo perxaban la anguila, y yo estaba fascinada. Mis amigas me decían: '¿pero qué haces con esos señores?', pero a mí me gustaba que me contaran aquellas historias». Así que parecía lógico que la Albufera estuviera en su menú, una reinterpretación del 'allipebre' con pan de ajo negro y anguila con mantequilla de pimentón en un primer pase y un segundo en el que la anguila se unía al pato con cremoso de colinabo y un bombón de foie.
Ángela decidió dedicarle el postre a su pareja, Amanda, y también tiene que ver con un olor, el del perfume que lleva, y que quedó representado en un helado de naranja amarga, gel de agua de azahar, jaela de ruibarbo, crumble de azafrán, cremoso de haba tonga y almendra, acompañado de merengue de flores.
Cada vez que Ángela vuelve a Valencia -«lo hago a menudo, cada dos semanas»- tiene algunas visitas obligadas: «ir a Casa Carmela a comerme una paella, ir a Barbados a por otro arroz, a la Paca a por un vermut y visitar la Albufera». Y, sobre todo, ver a mis amigos. ¿te confieso algo? Nos juntamos a jugar a La Fallera Calavera, que es mi juego favorito del mundo«, ríe la cocinera, que en octubre entrará en el Basque Culinary Center para formarse como chef y poder, en el futuro, abrir un proyecto gastronómico que todavía tiene por definir. De momento será en Madrid, aunque tiene claro que su sitio es Valencia.
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