Camareros y camareras... de vino

Unir palabras como camareras, camareros y vino es una alegría para este escribidor de historias que intenta compartir amores y saberes cada semana con vosotras y vosotros. Hoy en vuestra columna 'El sitio de mi recreo', vamos a ponernos el delantal negro, afilaremos el sacacorchos, puliremos los decantadores y daremos brillo al tastevin para armonizar un menú de homenaje a todas y todos aquellos que con su pasión acercan el maravilloso mundo de la enología, de la viticultura, de los destilados, de las aguas, de los aceites o de todos aquellos productos del beber principalmente a los ávidos aprendedores del saber y el sabor. Hoy brindo por ellas y ellos.

Dejadme que me ponga un poco ñoño y recuerde, ya hace bastantes años, cuando cuatro locos nos juntábamos en una pequeña y repleta bodega de la gran tienda de Bodega Selección de El Campello con Pepe Guerrero, Nacho Coterón, Javier, Manuel y mi querido Pepe Rivelino para oír y aprender de un tal Juan Muñoz, uno los grandes y muy grandes del vino y de la formación que todavía sigue compartiendo magisterio y bondad. Tardes intensas en las que de pronto, aparecía Paco El Xato para traer y probar vinos que jamás podíamos imaginar, tardes de compartir con amigas y amigos que la crueldad del tiempo me impide recordar y nombrar a todos. Eran y estaban, eso es lo importante. Sin quererlo todo aquello creció sin poder pararlo nunca. Ese amor y esa pasión siguen y han seguido marcando vidas y amores compartidos. Una senda de formaciones plagada de compañeras y compañeros que me han acompañado en ese gran camino que como dice otro gran maestro y camarero de vinos, Andrés Ramírez, nos ha llevado a seguir viéndonos en los bares.

Y conocimos a Custodio, a Juli Soler y un jovencito y ya prometedor Ferrán Centelles, y descubrimos los vinos franceses y del mundo sin salir de esa pequeña bodega de la gran tienda de nuestro añorado Esteban de La Rosa, maestro. Y unos locos por el vino como son los hermanos Sellés, Juanjo y José, crearon desde su casa madre Bardisa, la Escuela de Catas de Alicante y el saber rebosó las cubas de la curiosidad y Alicante, su provincia y nuestra comunidad se convirtieron en ejemplo de formación impartida por los más grandes y las más grandes del vino nacional e internacional. Y aquí permitidme que me pare y mire al cielo para recordar a Javier Carmona, padre y hermano de esta revolución de sentimientos hacia el vino. Gracias Javier, siempre.

Se llaman María Grau, Carmen González, Lorena Ríos, Manuela Romeralo, Andrea Alonso, Silvia García, Anna Marzal, Marian Martínez, Elsuca Martínez, María Miñano, Mara de Les Freses o mi querida Eva Pizarro, además de mil profesionales que por mi espíritu distraído ha olvidado de nombrar, quienes con su saber unen en perfecto equilibrio las femeninas palabras de armonizar, maridar o equilibrar. Trapecistas del sabor que rompen los vértigos de la ignorancia para traernos a todas y todos, un mundo de aromas y sabores que nos hacen nuestra vida más feliz. Gracias, gracias.

Y cómo no, mis queridos, Víctor Marco, Javier Martínez, Casto Copete, Óscar Carrión, Michel Martín, Javier Espí, Héctor Esteve, Martín, Siko, Ayo, mis Victoriano y Antonio Martínez, Manolo Vera, Juan Gallego, Javier y Sergio Aparicio, los Terol, o mis admirados Óscar Taril y el premiado Diego Tornel, mi Miguel Ángel Garri o Pedro Blesa y me pongo en pie para nombrar a José Antonio Navarrete, son ellas y ellas los y las que me siguen nutriendo de conocimientos y, sobre todo, de ratos felices alrededor de botellas vacías en las que resuena el eco callado de las risas compartidas. Son ellas y ellos, las camareras y los camareros de vinos. Hoy mi admiración respeto y agradecimiento va para vosotras y vosotros. Seguid compartiendo. Se os quiere.

Reflexionemos.