No os asustéis, esta reflexión de hoy no va contra nadie. Es más, todo lo contrario, es un homenaje debido y necesario a la coherencia, compromiso social y al enorme aporte de saber gastronómico del gran Manuel Vázquez Montalbán. Sí, el título de este ensayo, ' ... Contra los Gourmets', publicado en 1990, es una gran ironía al igual que en estos días celebremos veinte años de orfandad desde que el 18 de octubre del 2003, irónicamente de nuevo, nos dejase Manuel Vázquez Montalbán en su Bangkok querido. Hoy sus cenizas siguen vivas en las aguas de Cala Montjoi frente a El Bulli, y su espíritu sigue presente en todos aquellos que amamos la gastronomía entendida como hecho cultural y social.
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Cuando se publicó 'Contra los gourmets', este camarero que os escribe, corría entre mesas cargado de platos, bandejas, calores estivales y alegrías por repartir. En las quietas tardes, entre los servicios de comidas y cenas, cuando casi se juntaban y no daba tiempo al merecido descanso ni mucho menos poder irte a casa un ratito, recuerdo con alegre nostalgia a este aprendiz de escribidor sentado en la terraza veraniega en la que trabajaba leyendo este libro que inició mis curiosidades gastronómicas casi como un primer amor.
En mi particular cruzada de no poseer muchos libros, una vez leídos elijo a la persona a quien regalárselo por creer que los libros se mueren en las estanterías, conservo con verdadero mimo este ejemplar totalmente desgastado por el tiempo, la lectura y relectura constante, subrayado y con palabras que no entendía dentro de un círculo de lápiz para por las noches poder buscarlas en mi otro maltrecho diccionario. Google no existía. Releerlo estos días sigue siendo un verdadero placer y un justo ejercicio de reconocimiento y nostalgia de reflexiones acertadas. Manuel Vázquez Montalbán fue un verdadero visionario de futuras tendencias gastronómicas que se han ido cumpliendo en estos largos años desde su publicación. En su tenaz y muy documentado recorrido por la historia de la gastronomía y de su parte social y humana, vaticinó el boom de las hamburguesas, el culto a la imagen en relación con la alimentación o el problema de la obesidad. Pero, sobre todo, en Manuel Vázquez Montalbán destaca su compromiso, su carácter comprometido con sus ideales y valores en los que lo social aparece perfectamente maridado y armonizado con la cultura gastronómica. Un compromiso loable que tal vez ya haya desaparecido hoy en día en lo que quedar bien y gustar a todos, prima sobre la noble virtud del compromiso.
(Aquí me vais a permitir que abra paréntesis y os deje una pequeña relación de autores todavía comprometidos que realmente vale la pena leer y leer: Jorge Guitan, Toni Massanés, Cristina Jolonch, Yanet Acosta, María Nicolau, David de Jorge, Albert Molins, Philippe Regol, Inés Butrón, Pau Arenós, la gran Rosa Tovar, Carlos G. Cano, Almudena Ortuño o mi querido Jesús Trelis. Me dejo a algunos, mis disculpas. Solo un consejo, cuando leas sobre gastronomía solo busca coherencia, compromiso y argumentación sabia.)
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Escribir debe ser tomar parte, mojarse, meterse en los charcos del debate coherente, argumentar desde el conocimiento y no desde lo efímero, comprometerse en la verdad, aunque sea incómoda y estar dispuesto a perder. Así escribía el bueno de Manuel Vázquez Montalbán, su escritura no era otra cosa, como él mismo reconocía, que una responsabilidad social. Ahora con el prisma de los años, creo sinceramente que fue él quien me animó en esta aventura de contar y compartir reflexiones. Hoy intento agradecérselo. Gracias, Manuel.
Os dejo algunas joyas en forma de aperitivo para que salgáis corriendo a buscar esta joya literaria de obligada lectura:
«La cocina es una metáfora ejemplar de la hipocresía de la cultura. El llamado arte culinario se basa en un asesinato previo, con toda clase de alevosías. Si ese mal salvaje que es el hombre civilizado arrebatara la vida de un animal o de una planta y se comiera los cadáveres crudos, sería señalado con el dedo como un monstruo capaz de bestialidades estremecedoras. Pero si ese mal salvaje trocea el cadáver, lo marina, lo adereza, lo guisa y se lo come, su crimen se convierte en cultura y merece memoria, libros, disquisiciones, teoría, casi una ciencia de la conducta alimentaria. No hay vida sin crueldad. No hay historia sin dolor».
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«La burguesía crea la riqueza y la explotación, pero se conmueve o asusta y también fomenta la beneficencia».
«- ¿Comemos juntos?
-Tengo un compromiso, pero lo arreglaré. Tiene que ser un sitio cercano. He de hacer unas pruebas antes de abrir la tienda por la tarde y a las seis tengo que estar en casa. Un sitio donde podamos comer cualquier cosa. Era lo que Carvalho jamás quería comer.»
Y por supuesto, su peculiar descripción de un camarero:
«Una excesiva exteriorización de la alegría de comer guarda relación directa con la propina que has de dar. Un camarero es un fino analista sicológico, y en cuanto descubre en tus ojos el éxtasis se te acerca, te pide de viva voz que se lo confirmes y te mira los bolsillos del alma y del cuerpo con una complicidad de compañero de goce que para él no será orgasmo hasta que le dejes un quince por ciento de la nota en concepto de propina».
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Pues eso, no comer cualquier cosa y leed a Manuel Vázquez Montalbán, os hará seguir creyendo.
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