A Melián, profesional de sala

Pero antes que nada debo, le debo, les debo, una disculpa pública. He sido un soberbio idiota por pensar algunas veces que nuestros colaboradores más mayores solo son un estorbo. He sido un necio al creer que, ya que les queda poco para su jubilación, ni se van a comprometer ni van a tener una actitud positiva. Gran error por mi parte, lo siento. No he parado de escribir de nuestro carácter como profesionales de sala, de nuestra adaptación a los nuevos gustos de los clientes, de las bondades de este nuestro mejor trabajo del mundo o de esa nueva forma de servir y trabajar en sala. He escrito mucho y he olvidado, de nuevo disculpas, entender que lo que somos se debe a lo que hemos vivido y aprendido de esos pioneros que crearon la elegancia, el saber ser y el saber estar, la cordialidad, el trabajo duro y la profesionalidad de nuestro oficio. He olvidado homenajearles desde el corazón y la gratitud. He olvidado lo que nos aportaron y lo que nos aportan. He olvidado mi respeto hacia ellos y ellas y he olvidado el legado que nos han hecho y que nos hace mucho mejores. De nuevo, mis más sinceras disculpas.

Y sigo pagando mis deudas, esta vez una deuda enorme de gratitud. Gracias Melián por todo, todo lo que me has aportado. Por todo lo que aportas. Por tu sonrisa sincera diaria. Por hacer equipo y trabajar por y para los demás con elegancia, cordialidad, solidaridad y compañerismo. Gracias por enseñar a diario a tus compañeros más jóvenes desde tu ejemplo. Gracias por hacer que tanto parezca tan poco. Y sobre todo gracias por perdonar mi soberbia y necedad. De corazón, gracias Melián.

Y gracias, cómo no, a Rafa, a Guedes, a Ortega, a Chano, al gran Peñate o a Leandro. Y también cómo no, a mi Vicento, al señor Paco Ramón, a Juan Carlos de Palma Marina, a mis queridos Blas, Bonete, Julio o mis admirados Antonino y Mingot, os doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.

Y termino no sin antes, compartir con todos y todas vosotras mi reflexión: Aprendí de mi padre que es siempre el pasado quien alecciona al futuro. Y es cierto. Es real. Somos lo que somos por nuestras vivencia, por lo que cada persona que ha estado en nuestra vida nos ha aportado. Por lo que hemos aprendido y por lo que hemos dejado de aprender por la ignorancia y el desdén de la juventud. Poder unir a los profesionales seniors con los nuevos profesionales de la hostelería, es un lujo que debemos cuidar, reconocer y fomentar. No debemos caer en lo fácil que es apartar o dejar de lado a estos grandes profesionales. Su edad y su experiencia son una fuente de la que debemos nutrirnos para ser mucho mejores y para ser mucho más competitivos. Ellos nos han llevado a ser una potencia turística y un referente mundial en hospitalidad. No nos olvidemos que somos unos niños en esto del turismo. No olvidemos que solo llevamos menos de 70 años como industria. No olvidemos que ellos y ellas han sido quienes han logrado los éxitos que ahora nos atribuimos. No les olvidemos y démosles y las gracias y nuestras disculpas. Aquí van las mías. Gracias y perdón.

Reflexionemos.