Debe ser porque ha empezado la Liga. Será seguramente porque las televisiones se llenan de anuncios de coleccionables que nos hagan más llevadera la rutina. O tal vez sea porque servidor ande despistado de la necesaria inspiración para ofrecerles una reflexión acertada. Sea por lo ... que sea, hoy en 'El sitio de mi recreo voy a intentar resumiros mis sensaciones de este verano que anda en sus últimos coletazos.
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A principios de julio, hace muy poquito de ello, os compartía una reflexión titulada 'Quién dijo miedo' en estas mismas páginas en las que auguraba un buen verano por delante y a fe cierta que a mi humilde entender, lo ha sido. En este final estival van apareciendo datos en los que se remarca que ha sido un verano de récord. Los datos de visitantes, de vuelos diarios, de aumento de turistas, de las dificultados por encontrar mesa y sustento en nuestros establecimientos de hostelería, o los dos millones de cifra récord de trabajadores del sector, dan pistas de lo que hemos vivido.
Os cuento que buscar el título de hoy tampoco ha sido fácil, así que me he quedado con una frase bastante repetida por compañeros del sector. «Pues ni tan mal». Voy a matizar. Cuando expreso que no ha ido tan mal, tan incierto o difícil tal como lo esperábamos, voy a centrarme en los dos puntos clave de mi reflexión de principios de verano: la falta de personal y la rentabilidad. Sí, ha habido falta de personal. Y sí, ha habido restaurantes que han tenido que acortar sus jornadas o días de apertura por no tener las plantillas necesarias. Sí, es una realidad, pero no deja de ser una realidad esperada. Hemos vivido demasiados años en el límite de lo legal y lo ilegal. Hemos jugado con las condiciones laborales en beneficio solo de unos pocos. Hemos abusado de la alta demanda para empobrecer la oferta. Hemos cuidado bien poco lo que hacía que el sector funcionase, sus trabajadores. Hemos vivido al límite y ese límite se ha roto.
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Lo de los actuales lamentos de muchos es solo la pataleta de quien ha obrado mal. Y lo sabe. Lo sabe porque quienes ha hecho bien las cosas siguen teniendo colaboradores felices, siguen abriendo las mismas horas y siguen cuidando sus equipos, que es lo más importante. Sé que no hago amigos con esta reflexión, pero las situaciones de este verano me hacían pensar muchas veces que tenemos lo que nos merecemos. Y como sabéis que soy siempre positivo, tal vez este revés nos ayude a afrontar el futuro con ojos nuevos y voluntades diferentes. Algo que he percibido este verano ha sido sin duda la sensibilización por parte del cliente con el trabajador en hostelería. Aparte de determinados cafres, los clientes van poco a poco empatizando mucho más con el trabajador y eso es algo que nos debe reconfortar y animar a seguir trabajando por un sector mucho más atractivo, mucho más solidario y mucho más conciliador con sus trabajadores. Sigamos trabajando en ello.
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(Inciso: no debo ni puedo olvidarme de perfiles como Jesús Soriano @soycamarero como altavoz diario y canal de denuncias de muchas irregularidades laborales, su voz ayuda al sector, aunque a muchos les disguste. Ver la realidad es solo eso, la realidad. Aunque no nos guste)
Y sí, la rentabilidad todavía sigue siendo un gran enigma por las cambiantes situaciones macroeconómicas. Este verano ha habido una nueva palabra que ha marcado nuestros días y nuestras dudas, subyacente, la inflación subyacente. Todo ha subido, también los precios en hostelería. Realmente la pregunta sería si han ido a la par. La respuesta es difícil porque la libertad de precios en el sector hace que fluctúen mucho los datos. Según el Banco de España la hostelería ha subido los precios por encima de lo necesario para cubrir los costes, rebasando así la inflación. Hostelería de España nos recuerda que la evolución de los precios interanuales en la restauración ha sido de un 6,7% mientras que en ese mismo periodo los alimentos y bebidas no alcohólicas ha sido del 10,8%, según los datos del INE. Valga como ejemplo el precio del aceite de oliva virgen.
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Vuelvo a insistir en lo que es para mí la mayor virtud de la hostelería, su capacidad de adaptación. Y estoy seguro que el adaptar precios es lo que más le cuesta al sector por el miedo a la pérdida de clientes, a que el grande que tiene mejores condiciones de compra se coma al pequeño o que el aumento de precios desvirtúe nuestro negocio. Difícil, incierto y complicado. Y vuelvo a ser positivo, nunca negativo. Estoy convencido que el sector se ha apretado el cinturón, ha apostado por sus clientes, ha cuidado a su personal y se adaptado. Como siempre. Bravo.
Hoy cambio mi palabra bonita por palabras certeras, las que escribe mi querida Eva Ballarín sobre el criterio: «Se basa en la curiosidad, la humildad intelectual, el espíritu analítico, la habilidad para preguntar, el razonamiento lógico, la eficacia de la evidencia, la tolerancia a la ambigüedad, la creatividad, la comunicación efectiva y el autorreflexión constante». Buscadla y leedla, vale muchísimo la pena y os hará mejores, seguro.
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Pues eso, criterio.
Reflexionemos.
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