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B. González
Benigànim
Jueves, 21 de diciembre 2023, 18:16
Entre los muchos postre típicos en estas fechas navideñas en muchos hogares valencianos, en concreto de las comarcas centrales valencianas y en particular de las ... de Benigànim y pueblos de alrededor, no podía falta el 'arrop y tallaetes'. Un postre casi en vías de extinción en esta zona tras la jubilación de unos de los fabricantes del municipio, Manuel 'El Maño', que además se encargaba de venderlo por las calles de muchos municipios. Él ha sido el último arropero tal y como se le conocía.
Aunque hay algunos restaurantes de la provincia donde en su carta o menús alguna vez incluyen este postre, prácticamente estamos ante un producto del que sólo quedará su historia y que ha permanecido gracias a la tradición oral, porque tampoco es habitual ya hacerlo en los hogares.
El arrop es un almíbar o sirope elaborado con el mosto concentrado de la uva, espeso y oscuro, al que se le añade cal para neutralizar su acidez. Junto con las tallaetes, que son trozos de calabaza u otra fruta, conforman una confitura de alto valor gastronómico y también calórico.
El cronista oficial de Benigànim e historiador, Javier Herrero, explica que se trata de un postre de origen árabe, como muchos de los que se consumen en esta tierra y de su elaboración en el municipio deja constancia el científico, botánico y naturalista valenciano Cavanilles en su obra a finales del siglo XVIII.
Benigànim tenía una larga tradición vinícola y era habitual la utilización del mosto sobrante del exceso de producción de uva y vino para la elaboración de este postre. «Es un postre muy popular porque se conserva mucho tiempo y también por ser muy calórico, algo que para algunos trabajos viene muy bien», explica el cronista.
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En esta localidad de la Vall d'Albaida fueron más de 50 los productores y vendedores de arrop i tallaetes en la primera mitad del siglo XX que ditribuyeron este manjar a lomos de sus burros por toda la Comunitat valenciana y también por Murcia. De hecho, en las últimas crónicas en las que fueron protagonistas ya indicaban que su principal mercado estaba por los pueblos de Alicante y Murcia.
«En las visitas guiadas que realizo con grupos de visitantes muchos de estos se acuerdan de cómo pasaban, primero con burros y luego con vehículos a motor, los arroperos vendiendo esta confitura», explica Javier Herrero.
Los talleres los tenían en las propias casas familiares donde toda la familia trabajaba en el proceso. Según explican en el departamento de Turismo de la localidad, el proceso consiste en hervir el mosto de la uva hasta que espese y se convierta en un almíbar. Previamente se trocean unas horas la fruta, lo típico aquí es un tipo de calabaza verde, pero también pueden ser melón y se macera en agua con cal.
Posteriormente son lavados con abundante agua limpia para eliminar el producto y se introduce en la reducción de mosto y se dejan que adquieran el color del caramelo. Se deja enfriar y se envasa en unos botes de cristal para su conservación, sirviéndose frio.
Los arroperos aseguraban que este postre también se hacía en otros lugares pero ninguno como el de Benigànim. «El de aquí es un mosto de 32 o 33 grados que conserva muy bien la fruta, no hay peligro a que fermente o se oxide», aseguraban, que «el que lo prueba repite».
Además de la venta ambulante también se podía encontrar en ferias y mercados y, según el cronista oficial, los vendedores se concentraban alrededor de la iglesia en el día de la Beata Inés e instalaba sus paradas para vender el arrop i tallaetes a los muchos peregrinos que llegan de muchos puntos del país el 21 de enero. Ahora será más difícil conseguirlo.
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