La Más Bonita, tentempié con encanto

Nuevo en esta plaza: bajo esta fórmula anunciaban los gacetilleros antiguos el estreno de un torero en el coso de la ciudad, como una etiqueta que añadiera un interés adicional al cartel taurino de esa tarde. La fórmula sirve también para concitar una expectativa superior sobre la apertura de un local hostelero, del cual no se tenía noticia hasta que sus promotores levantan la verja y dota de un nuevo aliciente el paseo por el barrio donde emplazan su negocio: nuevo en esta plaza es por ejemplo el establecimiento La Más Bonita recién inaugurado en Conde de Salvatierra. Una visita muy recomendable.

Aunque conviene anotar una precisión: nuevo, nuevo… El local sí lo es y así luce: flamante, reluciente, dispuesto a ser disfrutado por su neonata clientela. Pero el bar pertenece a una franquicia que acumula ya alguna experiencia en el sector y dispone por ejemplo de un par de locales en otros puntos de la ciudad; la novedad reside en este caso en su desembarco en la zona noble de Valencia, su aristocrático Ensanche, donde la competencia es feroz en el rango donde La Más Bonita milita; léase, sin ir más lejos que a la acera de enfrente, la oferta de la rica panoplia de locales del Mercado Colón.

¿De qué tipo de competencia estamos hablando? De ese algo tan inconcreto como la clase de bar donde uno ingresa esperando no tanto un banquete como un tentempié. En este caso, se trata de un tentempié con encanto. Porque su oferta dulce es más que sugerente (estupenda de punto la coca de llanda, jugosa y mullida), la salada (más contenida) ofrece también diversas alternativas y, sobre todo, que aquí el café se sirve como se tiene que servir. Impecable.

Luego, más allá de los valores propios del ramo hostelero, La Más Bonita atesora también una serie de atributos intangibles que contribuyen a convertir en muy gozosa la experiencia de traspasar sus puertas y ponerse en manos de quien defienden el negocio. Porque la decoración es agradable, el colorido de su diseño (azul y blanco dominantes) convierte la estancia en un ameno entretenimiento y allá al fondo el local cuenta con un encantador patio, recoleto pero muy agradable, organizado alrededor de unos veladores y un breve jardín que tiene algo de milagroso parterre en medio del asfalto. De repente, fluyen los aromas pasteleros, el perfume del café se enseñorea del espacio, la tertulia fluye a media mañana y la aparición de un establecimiento de este linaje queda más que justificada: un renovado oasis en medio del asfalto valenciano.

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