La Chipirona, magia frente al mar

Tragos y bocados informales y de calidad para saborear la vida en La Patacona

el descubridor

Jueves, 2 de septiembre 2021, 17:54

Cae la noche, una brisa marina riega La Patacona, se abre el apetito y los locales en primera línea de playa pregonan su mercancía para satisfacer el mandato bíblico: dar de comer al hambriento. Y de beber al sediento. La clientela hace fila delante de su templo favorito y aguarda a que el camarero proporcione una mesa para que se materialice ese humilde éxtasis: saborear un suculento bocado, acompañado de la preceptiva ingesta del néctar más apropiado, mientras declina el sol. O cuando brilla allá en lo alto del firmamento. Porque todos estos locales, como LaChipirona, que a continuación se glosa, rinde tributo a los momentos clave del día para dicha de los parroquianos fans de esta bendita costumbre veraniega y mediterránea. Comer con vistas al mar.

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La Chipirona, en efecto, cumple con ese propósito. A satisfacción por cierto. Primera gran noticia: un servicio atento, esmerado, profesional. No son camareros: son magos. Aciertan con la mesa idónea, orientan a través de la carta (formato código QR: adaptación al virus se llama la figura) aconsejan sin ponerse pelmazos: una retirada a tiempo también aquí es una victoria que el cliente agradece. Como resultado, una experiencia muy aconsejable. La carta de bocados incluye golosinas propias del tiempo, como las queridas clóchinas, que se presentan plenas de sabor y en su punto exacto de cocción. Pescados a la brasa, arroces, goloso apartado dulce… Son platos servidos como es norma en el tiempo canicular, con el aire de informalidad propio del estío. Platos que en su humildad coquetean con la excelencia.

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La Chipirona (número 28 de avenida Mare Nostrum, allá en Alboraya) ofrece además un estupendo menú del día, también muy aconsejable: por 16,50 euros, sirve una degustación de tres entrantes, más un plato principal a elegir de su carta y un postre. Y un secreto, pendiente de descubrir por quienes todavía no lo hayan incluido en su carné de baile: su carta de vinos. Que opera como resumen del conjunto de la casa: reducida pero muy convincente. Todos los vinos que están, lo son, un atributo más difícil de encontrar de lo que parece. Con buena presencia de botellas valencianas y otras denominaciones peninsulares, muy apropiadas para lo antedicho: abandonarse al placer veraniego de comer mirando al mar. Cuando el sol está en lo alto o cuando declina y la luna y el mar y los bocados y los tragos garantizan lo que tantas veces buscamos: magia.

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