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Un desayuno, un almuerzo, tras la comida o incluso una grata cena con amigos. El cremaet es ese café tan valenciano que pega en cualquier momento del día, bien sea en barra o en mesa, reposado o en una parada rápida para tomar algo caliente. ... Su preparación es un completo ritual en el que la armonía del ron, el azúcar, unos granos de café, una corteza de limón y un poco de canela, principalmente, hacen posible uno de las mejores combinaciones con café que existen. Ya no es sólo su sabor, que en cada casa tiene un toque diferente, sino su separación en tres partes entre licor, café y espuma. Pero el creamet también es un bar de cierta reciente apertura, en pleno 2021, que ha conseguido que tanto su carta como la elaboración del brebaje valenciano cuenten con muchos adeptos. Sólo hay que ir y probar para darse cuenta de que en la cucharilla está la clave.
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El cremaet del Bar Cremaet de Valencia es el toque ideal para acabar cualquier comida del día. Los matices son diferentes tras el almuerzo que a última hora del día al acabar de cenar, pero la combinación no cambia, no hay variaciones de receta, y eso que en este caso el cómo se realiza queda en segundo plano. En otros bares de Valencia esa planta baja del cremaet resulta de un color más oscuro, pero en este caso los toques dorados son predominantes. Eso sí, transparente, como debe ser. Ese color amarillo atrae, llama la atención, se insinúa en la taza marcando una clara frontera con el piso superior, el del café.
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Por una parte queda el licor y arriba el café, en el mismo recipiente, pero a mesa llegan separados, dejando que sea el cliente el que realice el último paso del cremaet: la combinación de todos los factores. Puede pasar desapercibido, pero ahí está un elemento que a la postre adquiere suma importancia. No es otra cosa que la cucharilla. Aquí se encuentran unos pocos granos de café y unos toques de corteza de limón, corteza de naranja y de canela.
No es popular que estos ingredientes esenciales para hacer ese licor quemado se encuentren fuera de la taza y en seco, como si no hubieran convivido con el ron y el azúcar, pero en este caso aportan un matiz diferente a la bebida. 'Cada maestrillo tiene su librillo', dice el dicho popular, y en este creamet se confirma la regla. Una vez se sumerge la cucharilla dentro del brebaje y se van perdiendo las fronteras entre la espuma, el café y el licor el cremaet se va culminando, ante los ojos y la insistencia con la que se remueve una cucharilla que ha aportado el último toque.
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Hay amantes del cremaet, de los que piden este brebaje tan valenciano con la incertidumbre de ver en cada barra cómo se prepara. En unos lugares se decantan por prepararlo todo con antelación, para que cuando lo pida el cliente sea sólo preparar el café; en otros bares se realiza un ritual ante los ojos del cliente para que se vea de forma transparente que la elaboración es propia y casi artesanal, huyendo de los elaborados de licor que se utilizan para dar un servicio rápido. El cremaet del Bar Cremaet de Valencia es pura magia, en mesa y en boca. Habrá que ver si la clientela convierte este local de la capital en la nueva catedral del brebaje valenciano, un lugar de peregrinación que quedó huérfano tras el cierre del mítico Casa Montes.
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