![Bares en Valencia | El 'nuevo' Bar Villacastín: Valencia recupera una barra con aroma a alta cocina y televisión](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202105/20/media/cortadas/1436460647-kzzC-U140433537083mkF-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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«Un bar está hecho para dar felicidad a la gente«. Así cierra una larga conversación el cocinero Ángel Carrero en su nueva casa, el antiguo Bar Villacastín. El local llevaba abierto desde 1993 pero el chef tomó las riendas el pasado 25 de diciembre de 2020, en plena pandmeia del coronavirus. A las pocas semanas tuvo que cerrar por las restricciones a la pandemia y ahora que ya se permite tener clientes en su concurrida terraza y su coqueto interior juega con los colores de una 'bajoqueta' para su diferente ensaladilla rusa o con los sabores para dar a las patatas bravas «su sabor original». La apuesta de Ángel con su renovado Bar Villacastín, situado entre la estación de AVE Joaquín Sorolla y la plaza de España, es que la taberna de toda la vida tenga «sorpresas».
El carisma y la cocina de Ángel se forjaron a base de trabajo sin descanso. Participó en MasterChef, del que guarda la famosa chaquetilla de la final y que «será el último recuerdo que coloque en este bar tras la reforma que haremos en breves», y formó parte del equipo que ganó una estrella Michelin para el ahora cerrado Restaurante Sucede de Valencia, pero Ángel ha seguido su carrera sin etiquetas. Ahora en su barra del Villacastín juega con las tapas y los bocadillos en su pizarra, que actualiza de tanto en tato ya que la carta es «variable, que se ajusta a lo que hay en el mercado». «A mi equipo lo llevo loco. Cada dos semanas cambio los platos«, reconoce con una media sonrisa el cocinero.
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No viste con chaquetilla, aunque se sienta en una entrevista con las pinzas guardadas en el bolsillo. «Soy mi propio jefe«, dice un Ángel que ha vivido la cocina desde casi todos los puntos posibles. De los fogones ha pasado a la barra, para comandar su Villacastín, aunque no duda en ponerse la chaquetilla de nuevo cuando en cocina se necesita su empuje. »Me apetecía conocer al cliente y ahora hay veces que me siento con ellos. ¡Por fin nos conocemos!«, comenta de su actual relación con lo parroquianos que han visto revertido el enfoque completo de su bar situado en la calle San Vicente Mártir. Además, Ángel se ha dado al contacto al contacto directo con su clientela. Prueba de ello es que si un plato o una tapa se devuelve a cocina él sale a la mesa a preguntar el motivo y si es »porque no les ha gustado, pido que me den otra oportunidad«.
El Villacastín de ahora es una mezcla de los platos más tradicionales con los sabores más rompedores. Todo nace en la cazuela de barro en la que se sirven todas las tapas en el bar de Ángel. Las patatas bravas no tienen ni espumas ni cocciones de alta cocina, sino que «recuperamos el sabor de aquella receta original con la patata agria, que cocemos con piel en un caldo durante 8 minutos». Más o menos ocurre lo mismo con otro plato esencial de la gastronomía popular como es la ensaladilla rusa: «En cocina le damos un toque que provoca que los clientes, después de probarla, se pregunten cuál es». No desvela el secreto, pero sí relata que «a la bajoqueta la damos el color que nosotros queremos, un verde único, con 6 segundos de hervor y después depositada en agua con hielos». Además de que no hay plato que se sirva sin el visto bueno del chef, Ángel describe que la cocina del Villacastín se distingue ahora por «buscar el sabor que ya no existe, el original de los platos que se ha perdido por abaratar costes».
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Pero las tapas, los platos y los bocadillos que se hacen en la cocina del Villacastín tienen la magia en que se basan en la «personalidad» del propio Ángel. «Arriesgamos en que de un plato se pueda hacer un bocadillo bueno. Yo aquí cocino la comida que un día he probado en mi casa, para mi solo. Si me ha gustado a mi se lo doy a mis clientes porque sé que va a gustar y se va a apreciar el esfuerzo realizado por todos lo que trabajamos aquí«, relata el cocinero.
La historia del bar Villacastín empieza en Valencia en el año 1993, por lo que la cocina y la barra ya tienen cierta solera, pero este proyecto de Ángel es el resultado de un sueño de Navidad. «Abrimos las puertas el 25 de diciembre, que todos mes decían que no, pero a mi me gusta estar loco y tiré adelante. Al mes decretaron que cerraban la hostelería y ahora (por finales de abril) vamos creciendo día a día«, explica un chef que inició el camino que hoy disfruta «en Londres como mecánico«. Después llegaría MasterChef, el contacto con los cocineros más conocidos de España y su trabajo duro »durante nueve meses« para que Sucede consiguiera la estrella Michelin.
«Aquí en mi bar trabajo el doble que en cualquier etapa previa, pero estoy feliz. En otras cocinas he sentido el orgullo propio de un cocinero, pero no cambio estoy por ninguna estrella«, explica un Ángel que disfruta con cualquier persona que entra por el Villacastín o se sienta en la terraza de la calle San Vicente. El cliente, que llega a un típico bar con solera, sale saboreando una cocina casi única, porque las estrellas que guían a la gastronomía popular son los clientes que buscan un café rápido, bravas o croquetas y después vuelven a repetir la experiencia.
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