R. González
Pego
Jueves, 3 de agosto 2023, 19:43
Los bocadillos han dejado de ser un mero trozo de pan relleno para convertirse en verdaderas delicias para el paladar en los que el cuidado ... por los sabores cobra gran protagonismo. En el bar Zorrilla de Pego apuestan por ofrecer una carta que fusiona la tradición y el amor por los enclaves del municipio y por los productos de proximidad. Se trata de un negocio familiar con más de medio siglo de vida y que ahora llevan los hermanos José y Pepa Dominguis, tras coger el testigo de sus padres.
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Ubicado en un punto privilegiado del municipio, en la plaça de l'Ajuntament, ofrece múltiples opciones para almorzar en la terraza, escuchando el murmullo del agua de la fuente y con la iglesia de la Asunción al fondo. Además de las típicas tostadas o las cocas escaldadas, quien allí acude no puede dejar pasar la oportunidad de premiar a sus papilas gustativas con alguna de sus propuestas estrella.
Uno de los bocadillos que más piden los clientes es el de sepia con Musa. En Pego se ha integrado la palabra Musa como parte del vocabulario y ya ha dejado de evocar a una marca para convertirse para referirse al genérico mayonesa. Una de las claves para su gran sabor estriba en que compran la sepia fresca sucia y ellos se encargan de limpiarla.
Una de las variantes, denominada en su carta 'Tierra y mar', combina estos cefalópodos con alcachofas. En verano, al no ser de temporada, se cambian por berenjenas que cultivan en su huerto.
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La otra propuesta más solicitada tiene como protagonista, como no podía ser de otra manera, a los figatells. En el Zorrilla los preparan de forma casera y su secreto radica, según explica el gerente, José Dominguis, en que no utilizan hígado en su elaboración. Este bocata se completa con cebolla y mostaza.
Los parajes de Pego juegan un papel importante en las propuestas de bocadillos. 'Mostalla', además de hacer referencia a una sierra, se convierte en una combinación de lomo, cebolla y queso. El castillo y la montaña de 'Ambra' se traducen en la unión de lomo, cebolla y jamón. El 'Marjal de Pego' tiene queso fresco y verduras a la plancha.
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Cuando uno pide un 'Pegolí', le lleva beicon, queso y verdura. Y el curioso 'Malcriat' hace referencia a cuando José era pequeño y no tenía hambre, entonces su madre le preparaba un bocadillo de pechuga, huevo y queso. Y eso sí se lo comía.
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Además de los bocadillos y cocas escaldadas, en el Zorrilla ofrecen unas espectaculares cocas al honor. Sus tres especialidades plasman la evolución, pero sin olvidar sus raíces. La primera combina espencat, cebolla y mojama. La siguiente es de cebolla caramelizada, sobrasada de Pego y queso de cabra. Y la última aúna cebolla, foie y reducción de Pedro Ximénez.
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Los fines de semana, los almuerzos quedan aparcados y son las comidas y las cenas las que toman el relevo en el Zorrilla. El bar queda a un lado para dar protagonismo a su vertiente de restaurante. Prepara platos con productos de proximidad, con clóchinas y cigalitas de arrastre. También incluye el producto de la tierra, con ensaladas de tomate cultivado en su huerta o espencat, por ejemplo.
Un plato que tampoco falta es el emblemático 'arròs amb crosta' pegolino. Además cocina lo que denominan 'bacalao nipón' con el que ganaron el concurso de tapas de Pego hace unos años y que consiste en preparar el pescado en tempura, con salsa de mostaza y miel. Y las propuestas del menú se completan pulpo a la brasa, 'steak tartar' y 'tataki de tonyina'.
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La historia del bar Zorrilla se remonta a 1971, cuando dos hermanos, Evaristo y Pepe Dominguis, y sus respectivas esposas, Pepita e Isabel, toman las riendas del bar Moreno, que regentaban en régimen de alquiler. Decidieron cambiarle el nombre y ponerle uno que rindiera homenaje a su familia. Cuatro generaciones atrás, los Zorrilla habían llegado a Pego procedentes de Valladolid para la siega del arroz y la recolección de la naranja. Uno de ellos decidió quedarse. Con el paso del tiempo el apellido se perdió, cuando uno de los descendientes sólo tuvo hijas. Así que, en honor a sus orígenes, escogieron ser el Zorrilla.
La familia empezó con un bar pequeño y casi sin terraza. A mediados de los 70, Evaristo compró el bar. En él, con su mujer Pepita al frente de la cocina, hacían figatells, pulpito en salsa, calamares y, sobre todo, 'arròs amb crosta'. Hace ocho años decidieron dar un salto de calidad para diferenciarse y se convirtieron en bar restaurante.
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