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Civera. ¿Hay alguien en Valencia que no conozca este lugar? ¿Quién no ha pasado por delante de sus vitrinas, con todo ese marisco fresco y ... vivo, con ganas de darse un homenaje? Civera es además ese lugar que permanece inalterable, que por mucho que cambie la ciudad mantiene la misma esencia que cuando abrió en 1967. Más de medio siglo después, y ya con la tercera generación al frente, «Civera es prácticamente la única marisquería que queda», explica Patri Martí, propietaria del negocio junto a sus hermanos Juan y Sonia.
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Su clientela fiel ha vivido un proceso similar, y por sus salones han pasado varias generaciones de familias que siguen comiendo juntos el día de Navidad o van a celebrar un acontecimiento especial año tras año. Patri sabe que el jueves llegará el señor Tomás, que le gusta el cangrejo real, y que su mujer se decantará por el salpicón de bogavante. Como cada domingo, otro fiel cliente pedirá de primero una sopa y de segundo el pescado del día, preferentemente un rodaballo a la sal. A otro más, «un empresario potente», le gusta mucho el champán y ya le tendrán preparadas unas nécoras recién cocidas. «Por ese motivo nosotros cuando ha habido crisis hemos aguantado mejor, porque la plantilla es fija y el trato muy familiar», explica Patri. En momentos de incertidumbre, los seres humanos necesitamos lugares y situaciones que nos ofrezcan algo de estabilidad.
Sin embargo, no ha sido fácil. Cuando el AVE entre Madrid y Valencia se inauguró, allá por 2010, Juan Martí, otro de los hermanos propietarios, se plantaba los lunes en la capital para probar sus marisquerías. «Con la misma calidad, el precio es muy superior al que ofrecemos nosotros», explica este hostelero, que cuando tenía sólo seis o siete años estaba deseando que llegara el sábado para poder acompañar a su padre al Mercado Central a comprar. Que a esa edad se metía en la cocina con su abuela a pelar patatas, así que la vocación fue temprana.
«El precio no lo marcamos nosotros, depende del mar», explica Patri, que asegura que la llegada de las fiestas navideñas no supone para ellos un incremento de facturación, sobre todo porque los precios se disparan y no pueden repercutirlo de la misma manera al ticket. «Esta semana la gamba ha bajado con respecto a la pasada pero ahora mismo no podemos aventurarnos a saber a qué precio estará la próxima», asegura. «Si hay algo que está muy caro no lo compramos», con la excepción de estas fechas. Un consejo de Civera: «la Navidad es la peor época para comer marisco».
Su barra es codiciada. «No hay una barra en Valencia de quince metros de larga y en la que quepan veinte personas con su distancia», dice Juan. Tras la pandemia, Civera vive una época de esplendor. Los puestos en barra también se reservan, y Juan destaca precisamente cómo, frente a los restaurantes de estrella Michelin, «aquí se puede ver lo que se come». Y elegirlo. «Es otro tipo de cocina, ni mejor ni peor, pero aquí puedes venir dos veces por semana y nunca comer lo mismo», aclara. Y, ¿qué comeríamos hoy si nos sentáramos a la mesa? «Ha entrado buen camarón gallego, nécora, bueyes, y una gamba y una cigala espectacular. Además, nos ha llegado un besugo y un virrey increíble», ofrece. Y sigue: «tenemos un entrecot de 'angus' con una carne madurada que es un espectáculo. O un arroz». En Navidad han colgado el cartel de completo los días grandes, porque hay gente que reserva con meses de antelación. «Nos queda un 10% por llenar en Nochevieja, con un menú de 125 euros con langosta incluida».
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