Una pregunta. ¿Qué cabe en una tarrina de helado? ¿Dependerá del tamaño?

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Yo creo que cabe lo mismo independientemente del tamaño. Estamos hablando de un buen helado, el sincero, el honesto, ese que está salpicado de conocimiento, el que entiende las materias primas, las mima y las coloca en su justa medida para que el conjunto sea agradable, estimulante y bello.

En una tarrina cabe la dignidad, el saber que defiendes un oficio sin pervertirlo y en cada elaboración das la mejor de tus versiones, que por definición siempre será mejor que la de ayer, pero no tan buena como la de mañana. La verdad también entra en la tarrina: conocer personalmente a tus proveedores, pisar sus tierras, sus huertos, adquirir sus productos a un justiprecio y ser partícipe de sus desdichas homenajeando con un helado su trabajo, también entra en la tarrina.

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El respeto, también tiene hueco en una tarrina: ser legal con tu equipo, valorarlo mediante sueldos acordes, conciliación de horarios y buen ambiente laboral... Todo eso también entra en una tarrina. La visión personal (hay quien también lo llama creatividad), querer ofrecer a tu clientela elaboraciones singulares, pasadas por el tamiz de la congruencia aportando una chispa de luz al sector: eso también entra en una tarrina. La cultura, ya sea la que se consume por medio de manifestaciones artísticas o en la que se está integrado, la cultura popular, a través de las tradiciones y el folclore, manteniendo y refrescando el acervo e interpretándolo en clave de ilusión fría, lisa y espatulable también debe estar presente en la tarrina.

Un helado, al fin y al cabo, es una extensión de la persona que lo elabora: en nuestras tarrinas caben todos estos principios, sean tarrinas pequeñas, medianas o grandes.

La próxima vez que disfrute de un helado, pregúntese que ha encontrado dentro de la tarrina.

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