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Quien es del Cabanyal nunca dejará de serlo. Es el caso de José Miralles, quien comparte con Hugo Sánchez Cerverón el irremediable amor por el mar. Ambos socios han logrado que los Poblados Marítimos respiren distinto, seguramente mejor. Con proyectos gastronómicos como ... Mercader, que acaba de celebrar su primer aniversario como mercado de referencia, y demás iniciativas por 'M' -Mercabanyal, Marino, Marjal (Puzol)- han reconciliado a los valencianos con su playa. Y lo que les queda. Porque si hay un proyecto para la reivindicación definitiva del alma marinera es, sin duda, el que prevé arrancar en apenas siete meses: llega Casa Pescadores. Un mercado en primera línea de playa, concretamente frente a Las Arenas, que vuelve a recuperar un espacio singular para ponerlo al servicio de la tradición gastronómica.
«No es un edificio en sí, sino varias casas de pescadores desde donde se verá el mar. Cuando entramos en ellas por primera vez, nos encontramos con barcas, anclas y redes de antiguos pescadores. Cosas que hemos guardado a buen recaudo para conservar la magia cuando hagamos la intervención», explica José. Y prosigue Hugo: «El local hablaba por sí solo. Nos estaba diciendo exactamente el tipo de cocina que debíamos ofrecer, pero también la historia que contar. Junto con la casa familiar, con un patio interior que es una delicia, había una pequeña carpintería naval, a la que también le daremos protagonismo». Se disponen a tejer un relato en torno a la Valencia marinera, tanto desde la perspectiva industrial del astillero, como desde la del legado gastronómico. Un homenaje al producto de mar, en la pesca, la lonja y el plato.
Miralles rememora los merenderos de su infancia, instalados en medio de la arena, donde la gente se juntaba para cenar lo que los pescadores traían en sus barcas. «Es increíble el corazón que José le ha puesto a ese proyecto. Creo que está en su mente desde hace muchos años y queremos aterrizarlo de manera respetuosa», insiste Hugo. Por ello, en el nuevo espacio habrá distintas paradas -«pocas, porque tiene menos superficie que Mercader y no queremos sobredimensionarlo»-, pero también un elemento totalmente diferenciador: un restaurante propio. Ya están negociando con una famosa chef, especialmente sensible al arroz marinero, ahora preparado en un espacio con olor a salitre. También les gustaría que diversas mujeres, guardianas del recetario clásico del Cabanyal, tuvieran protagonismo en el reparto de puestos.
Si algo ha diferenciado a Mercader de otros proyectos similares, ha sido el cariño con el que se ha elegido cada parada del mercado, hasta el punto de contar con nombres de referencia en la ciudad de Valencia: es el caso de Tonyina, Aldeana, Jenkin's o el recién estrenado puesto de Ultramarinos Huerta. Un modelo que buscarán replicar en el nuevo espacio, quizá repitiendo algunos socios, si bien todavía no han cerrado los participantes. «Probablemente no haya fast food, porque no sería coherente con el formato. Lo bueno es que cada vez sabemos mejor lo que queremos y lo que no. Y algo que valoramos mucho es la calidad humana, porque en nuestros mercados se genera una gran familia», aseguran. Por el camino, han aprendido que tienen talento para arrastrar a empresarios de la hostelería y generar un formato conjunto donde se sientan parte de un equipo. Y ahí está el propósito de Grupo Mercabanyal.
Los protagonistas de este artículo han llegado a una conclusión: «Nos planteamos ser sabuesos de espacios singulares y generar movimientos sinergéticos en Valencia. Es donde nuestra energía puede brillar y se corresponde con el legado que queremos dejar». Ahí es nada. Están orgullosos de haber generado «una puerta de entrada al Cabanyal» -de hecho, la zona está en obras, lo que les promete una nueva terraza-. A su vez, se han empeñado en seguir tejiendo redes mediante talleres, tertulias, catas e iniciativas culturales, cada vez más vinculadas al pálpito del barrio. Porque si bien podrían presumir de los más de 200.000 visitantes registrados en el primer año de Mercader, prefieren recordar que un 70% del público fue local. Y en este punto de la charla, abordamos el preocupante tema de la masificación turística en Valencia.
«La ciudad esta en un momento crucial. Tiene que elegir el modelo que quiere para el futuro en gastronomía, economía, turismo y mucho más. Sería una pena que se manejara únicamente a golpe de franquicia y proyectos sin valor», alerta José. Son los primeros que se han planteado asaltar otros barrios, expandir su filosofía al mismísimo centro de Valencia, pero les preocupa el ecosistema que les espera. «Nos alegra pensar que queda público por evangelizar, eso sí. Gente que todavía tiene que acercarse y confiar en este tipo de formatos», comentan. Curiosamente, nunca hablan de 'mercado gastronómico', sino de 'mercado de cocinas', donde los fogones están en marcha desde primera hora de la mañana. «Lo que se come en Mercader, se cocina en Mercader. Otra de nuestras características es la singularidad de los espacios», inciden.
Estamos ante dos hombres con discurso sincero y convicciones firmes en torno a la hostelería. No en vano, José lleva el oficio en la sangre. «Aunque tengo claro que no podría haber hecho este trabajo sin Hugo, él aporta otros valores muy necesarios en el sector», precisa. Se conocieron hace doce años. «Casualmente, porque no tenía sitio para guardar las tablas de surf y José me hizo un hueco en su garaje. Fuimos conociéndonos y empezamos a compartir la gestión de uno de los chiringuitos de la Patacona. Y a partir de ahí, nos motivamos con otros proyectos», recuerda Cerverón. Preguntados por el secreto del éxito, coinciden: «Nos tendemos la mano cuando hace falta y disfrutamos de la vida con nuestras familias. Intentamos no jerarquizar mucho las plantillas y funcionamos 100% en equipo». O lo que es igual, y José resume en una única frase: «La nuestra siempre ha sido una historia de generosidad».
- Las ganas. «Un año puede pasar muy rápido. Por la intensidad del proyecto, que es abrumador, parece que llevemos aquí cinco o seis ya. Pero tenemos ganas de seguir soñando, nos quedan muchas ideas por llevar a cabo. 'Nunca satisfechos' es una frase que tenemos colgada en el despacho. La llevamos marcada a fuego para no entrar en modo parón«.
- Buena comida. «Desde el principio, no nos queremos llamar 'mercado gastronómico', sino 'mercado de cocinas'. No hay paradas de quinta gama: entras aquí a las 9 de la mañana y huele a comida. Estamos en un espacio singular y queríamos respetar los valores tradicionales de la cocina, el paso del tiempo, lo artesano y lo manual».
- Pocos puestos. «Podríamos haber ampliado la oferta de restauración y no hemos querido sobredimensionar. Esto no es un centro comercial y todo se vive con espíritu familiar. Hemos tratado de ser respetuosos con la cantidad de paradas en relación al espacio, y también con el volumen de público al que se puede atender con unos estándares de calidad«.
- Espacio singular. «Mercader es un sitio especial, nos gustan los lugares con historia. Por eso, a la hora de llevar a cabo la intervención, defendimos la armonía entre el relato del espacio y la oferta que planteas. El storytelling de nuestros locales bebe de la fuente del pasado y recupera hábitos y objetos que ya estaban, para proyectar la gastronomía a través de ese vehículo».
- Mejores personas. «Como socios de mercado, elegimos a aquellas personas que comparten nuestros valores. Gente humilde, que cocina con honestidad y tiene mucha calidad humana: los hermanos Jenkin's, Román Navarro, Óscar de Ultramarinos… Si te rodeas bien, sale bien».
- Uso cultural. «Parece que en el restaurante, y sobre todo en conceptos como este, el público ya pide algo más. Hemos intentado ser un contenedor cultural con talleres, catas, ronqueos, el encendido de Navidad… Hemos perseguido que Mercader se vea como un espacio para uso social y presentación del barrio, pero sin postizos: abrazando proyectos de verdad«.
- Corazón marinero. «Tenemos un background de hostelería muy potente, y además, nos sentimos muy del barrio. Los dos estamos profundamente vinculados al mar y al Cabanyal».
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