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Clara Puig, reconocida con el premio a la sala emergente. Iván Arlandis

Clara Puig, qué inmenso es lo pequeño

PREMIO SALA EMERGENTE ·

La sala vino después, pero se puso primero. Aunque Clara estudió cocina, está al frente del servicio de Tula, ese comedor diminuto, donde las estrellas importan menos que las sonrisas. Donde el tiempo dilata el espacio hasta ser inmenso

ALMUDENA ORTUÑO

Lunes, 6 de junio 2022

Es entrar en Tula y tropezar, primero con las pequeñas dimensiones del espacio, y luego con la enorme sonrisa de Clara Puig. Todo lo ... puede, todo lo salva. Desde una mesa con vistas al Montgó, recortado sobre el mar, el comensal atraviesa el cristal y vuela sobre las aguas, para regresar cuando ella se acerca con la carta. Once platos que cambian cada tres meses, y vuelta a memorizar la cantinela. No es solo una cuestión de simpatía, sino también de acierto al recomendar y de certeza al explicar, porque resulta que Clara, que aceptó el rol de jefa de sala, también estudió cocina. Tan suyos como de Borja Susilla son esos platos que salen del fogón, pero toca presentar sobre la mesa, con la precisión de quien conoce cada uno de los ingredientes. Hay despensa de monte…

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Y eso que en su día venció el mar. Dos semanas después de terminar la carrera de Derecho, Clara empezó su formación en Le Cordon Bleu de Madrid, pero escogió Dénia para hacer un stage en el restaurante de Quique Dacosta. Allí conoció a Borja. Él de Burgos, ella de Xàbia, y la cocina, un poco a medio camino, así que estuvieron a punto de abrir juntos un restaurante en Madrid. Corría 2016, estaban a punto de firmar un local en la capital, y les pudo el estilo de vida del Mediterráneo. Hundieron los pies en la playa del Arenal y eligieron crecer desde una plaza pequeña. Un año después, pasaron a formar parte de esa nueva generación con Estrella Michelin y sin menú degustación.

¿Que falta hace el mantel blanco cuando uno se siente en Tula como en el comedor de unos buenos amigos? La sobremesa se alarga y el tiempo se confunde con el espacio. La persona que atiende dice la primera palabra, y la última. Cuánta importancia tiene la sala, que nunca fue lo mismo que la sumillería, aunque según las dimensiones del negocio, a veces sean funciones que convergen. Puig es buena en una y en otra, porque se precisa del mismo atributo: la naturalidad. Es entrar a Tula, y no querer marcharnos.

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