Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia
La diversidad del territorio, que depara un espectacular paisaje, forma parte de las fortalezas del sector; en la imagen, viñedos en Terres dels Alforins. Bodega Celler del Roure

Enoturismo de la Comunitat: listo para jugar en las grandes ligas

Bodegueros de prestigio de las tres provincias de la Comunitat dan pistas para mejorar la oferta: dotarse de un sello diferencial basado en la cultura mediterránea y apostar por la diversidad vitícola ·

Jorge Alacid

Valencia

Martes, 26 de diciembre 2023, 00:55

Un paisaje de ensueño espera al viajero que transita hacia Terres dels Alforins en cualquier época del año, aunque el impacto de esa sinfonía de colores arrebatados a la madre naturaleza que pintan sus cepas alcanza en otoño su plenitud. También aguardan otros atractivos. Bodegas ... de singular encanto, que alumbran majestuosos vinos dotados del sello de la diversidad, pilotadas por mujeres y hombres en comunión con su territorio, cuyo mensaje mezcla amor por la tradición y vocación de modernidad. Una oferta irresistible, semejante a la que distingue otros parajes de la Comunitat donde triunfan el vino y esas deslumbrantes estampas dominadas por el viñedo. El Alto Palancia, la comarca de Utiel-Requena, el entorno de Llíber, donde se hace realidad ese milagro de vinos nacidos a orillas del mar…

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Quien conoce la magia que se encierra en estos puntos de nuestra geografía tal vez se extrañe de que sus encantos no estén más divulgados dentro y fuera de nuestras fronteras. Acevin, la Asociación Española de Ciudades del Vino, es la fuente que mejor radiografía este sector, aunque depara una imagen incompleta: sólo tiene datos al respecto de sus asociados; en el caso valenciano, la comarca Utiel-Requena y Alicante. Según su último informe, que anota el auge que experimenta esta clase de turismo luego de la fase crítica de la pandemia, el gasto medio ha crecido casi el 30% (en el entorno de 200 euros por persona y día), una fuente de riqueza que habla de un viajero de alto poder adquisitivo con tendencia a consumir no sólo los vinos de nuestras bodegas, sino a gastar su dinero en negocios asociados. Hoteles, restaurantes, empresas de senderismo o similares…

Un maná que se derrama sobre tres comarcas con generosidad (Rías Baixas, Ribera del Duero y Rioja Alavesa) pero que niega sus dones a las comarcas valencianas: figuran entre las que no alcanzan el 20% del total de las visitas a nivel nacional. ¿Qué tiene que hacer el enoturismo valenciano para situarse en las grandes ligas, tanto la española como la europea? Cuatro actores muy representativos de otras tantas comarcas responden a esta pregunta. Pablo Calatayud gobierna el negocio familiar en Terres dels Alfornis con esa clase de sabiduría hereditaria que convierte sus reflexiones al respecto en oro puro. ¿Avanza el potencial enoturístico valenciano como debiera? «Esto va lento pero va», responde. ¿Y se conoce lo suficiente la riqueza del enoturismo valenciano dentro y fuera de la Comunitat? «Estamos en ello», replica. «Los mimbres están», añade, en alusión a ese triunvirato de éxito, formado por «los paisajes, las viñas y las personas». «Por fin estamos consiguiendo algo muy importante», prosigue, «y muy difícil de conseguir que es el prestigio de zona». Advertencia adicional: «Eso del prestigio no lo puede hacer una bodega. Tenemos que ser unos cuantos productores. Diez o doce bodegas mínimo. Si no, no es creíble».

Pepe Mendoza en su bodega de Llíber; abajo, imagen de Bodegas Hispano Suiza en la comarca de Utiel-Requena y experiencia enoturística en familia en la cooperativa de Viver.

Calatayud apunta hacia un elemento que pudiera ayudar al sector a progresar adecuadamente. Fijarse en otros casos que han cosechado la misma clase de éxito a la que aspira, comarcas convertidas en modelos inspiradores. Uno de los más citados se sitúa en Galicia, donde la zona de Ribeira Sacra, con sus espectaculares estampas de viñedos en ladera adheridas al concepto de viticultura heroica (cuál no lo es, cabe preguntarse) alcanza una notoriedad que puede servir como pista para sus colegas valencianos. «Es una de las grandes maravillas del mundo del vino», avisa en alusión a esa región gallega, antes de reivindicar el patrimonio propio como una alternativa muy juiciosa para atraer a la clientela que no llega hasta ahora en el volumen deseado. Es decir, una apuesta por «el mosaico mediterráneo, esa preciosa mezcla de viñedos, olivos, cereales, frutales, masías, colinas y bosques que reciben la brisa del mar». «Nuestro sello distintivo puede ser la recuperación y la puesta en valor del paisaje vitícola de nuestros abuelos y de aquel rico patrimonio genético, las variedades que hemos estado a punto de perder: arcos, mandó, verdíl, forcallà, trepadell, bonicaire… Nuestros tesoros vegetales».

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Un discurso similar al que se esgrime en otra punta del mapa de la Comunitat. En el Alto Palancia, la Cooperativa de Viver también observa con alguna envidia (sana) cómo los vinos gallegos de Ribeira Sacra han salido a la conquista de los paladares de sus potenciales consumidores, aunque no hace falta, sostiene Cati Corell, directora de agroturismo de la dinámica entidad, pensar demasiado en modelos foráneos, porque entre nosotros habita una oferta muy atractiva, que se distingue por un elemento diferencial del que carecen otras regiones productos: su enorme diversidad. En términos vinícolas, la Comunitat «es casi como un país en sí misma», advierte. «Hay zonas de altitud, donde los suelos juegan un papel muy importante; zonas de recuperación de variedades autóctonas como nuestro caso, o zonas de puesta en valor de variedades como la bobal en Utiel-Requena», enumera. «Todo eso le da una pluralidad inmensa al potencial que tiene la Comunitat en el mundo del vino», agrega. Y apostilla: «No estamos siendo capaces de trasladarlo al consumidor, que a veces se ciega mucho con un tipo de vino y no abre el zoom a explorar otras posibilidades. Puede que esa sea una dificultad».

Una debilidad para la que prescribe un tratamiento basado en una mejora de la difusión de los mencionados valores autóctonos. ¿Por ejemplo? Corell cita una larga relación de atributos que distinguen al sector valenciano y deberían ayudarle a disputar la primacía del enoturismo nacional a destinos más consolidados. «Realzar las ofertas turísticas por parte de la administración siempre va a ser complicado», empieza por admitir, pero a continuación traslada una propuesta ambiciosa basada en «generar alianzas entre la costa y el interior para conseguir promover el enoturismo de una forma sostenible y controlada». Un factor al que agrega otra propuesta: puesto que detecta que una de las principales preocupaciones de la administración pasa por «la desestacionalización del turismo», enarbola el mundo del vino como alternativa «porque permite trabajar ese concepto al ser un cultivo vivo durante todo el año con momentos muy diferentes». «El enoturismo es una oportunidad hasta hoy desaprovechada para transformar la idea de turismo de costa que se tiene casi exclusivamente de la Comunitat», insiste.

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En una línea semejante inscribe Pablo Calatayud una fecunda serie de fortalezas propias que ayudarían a mejorar la oferta valenciana en este ámbito. Cita como ejemplo la iniciativa propulsada por 'Viticultors y Productor de les Terres dels Alforins', «la asociación que pusimos en marcha hace doce años unas cuantas bodegas de este triángulo mágico que forman Moixent, La Font de la Figuera y Fontanars dels Alforins», consistente en «cuatro mil hectáreas de viñedo», a cargo de una veintena de productores «cada vez mejor preparados», autores de ese prodigio pendiente de divulgarse dentro y fuera de nuestras fronteras: «Dar a luz vinos que hacen soñar». «Las administraciones tienen que ver que sabemos lo que queremos y que lo suyo es acompañar y dejar hacer», opina.

¿Y cómo consiguieron en Ribeira Sacra esa proeza que ahora maravilla a sus competidores valencianos? Desde la prestigiosa bodega gallega, Regina Viarum, consolidada entre los hitos inexcusables de Ribeira Sacra, sus gestores aluden, al igual que los portavoces del Consejo, a la suma de diversos atributos («El increíble paisaje, la historia, el entorno, las bodegas y la oferta gastronómica») como su fortaleza diferencial y ofrecen otra pista que ayuda a difundir sus atractivos: el concepto de moda, el relato. «Saber contarlo», observa la bodega, «es la principal función de todos los agentes implicados: mostrar las particularidades de esta tierra». Y trasladan una idea que pudiera ayudar a mejorar la oferta valenciana desde ese punto de vista: «La cultura y la historia vinícolas son el sello distintivo más sencillo de exportar a otras regiones. Valencia era punto de partida de los vinos en la ruta hacia Roma: crear una historia que aúne tradición, cultura y respeto por la tierra parece un buen punto de partida para crear territorios vinícolas de referencia».

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Se trata de una propuesta que ya anida entre los protagonistas del auge del vino valenciano: su conversión en un destino enoturístico que compita con sus iguales de toda España. Es el mensaje que emite desde Requena Pablo Ossorio, el ideólogo de Bodegas Hispano Suizas. «La verdad es que está todo por hacer», empieza por advertir. Se trata de un mensaje que pudiera invitar al pesimismo, pero que bien digerido ofrece una perspectiva opuesta: el enoturismo como gran oportunidad, porque se parte casi de cero. «La Comunitat tiene una riqueza vitícola envidiable que no hemos explotado como se debiera», señala. ¿Cómo transformar la oferta valenciana para que sea un caso de éxito al nivel de otras comarcas? Ossorio opina que la clave reside en las bodegas: «Tiene que ser una apuesta individual de cada una y buscar luego canales de comercialización». Y alerta: «El enoturismo ha empezado a funcionar desde que las bodegas han empezado a comunicar todos sus éxitos y se han dotado de medios».

No muy diferente es la opinión que esgrime otro hechicero de nuestros vinos, el alicantino Pepe Mendoza. Sostiene que sería deseable que los propios valencianos conocieran mejor esta fuente de riqueza que significa el patrimonio enológico, una laguna que encierra una oportunidad: el enoturismo como «cápsula del tiempo», según su afortunada expresión. Es decir, una alternativa al turismo masificado que anima a explorar otros destinos menos trillados y que depara a quien lo frecuente la opción de bucear en el pasado más inmediato «y más puro». Y aunque reconoce que «respecto a hace diez años hemos avanzado mucho y hemos creado un producto de valor», y recalca además el extraordinario valor, no muy divulgado, del patrimonio de la Comunitat en este ámbito, hace suyas las palabras de Ossorio cuando apela a las bodegas como brújula del salto de calidad que merece nuestro enoturismo: «Son las que han hecho marca y disponen del atractivo que hace que un turista se decida por visitarnos».

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Reflexión final, compartida por el resto de fuentes consultadas para este reportaje: el enoturismo valenciano debería asociarse a la defensa conjunta del modelo de vida mediterránea, dieta incluida, y destacar un patrimonio histórico inigualable. «Es cuestión de tiempo que ese mensaje de que tenemos algo interesante que contar, vinos diferentes y originales, llegue al mercado», afirma Mendoza. Y Ossorio añade: «La unión de todas las administraciones es clave para dotar de medios un plan de enoturismo para la Comunitat». Porque hay «muchos tesoros escondidos, viejas bodegas enterradas y olvidadas, lugares muy especiales, historias para contar», concluye por su parte Pablo Calatayud. «Tenemos que seguir abrazando el paso del tiempo, la artesanía y la tradición».

Viña de Carballo Cobo, de la bodega Adega Algueira, situada en la subzona de Amandi en Doade (Sober). EFE

La unidad del sector, la clave del éxito en Ribeira Sacra

Desde la Denominación de Origen Ribeira Sacra se apunta a una palabra fetiche como su gran activo: la palabra unión. La unión entre todos los actores del sector explica que desde el año 2005 la comarca se empiece a gestionar como un destino turístico de creciente éxito, «a partir de un plan de dinamización basado en tres pilares: vino, paisaje y patrimonio artístico e histórico». Es decir, tres características propias de la Comunitat, que en el caso gallego se adornan de un elemento central, el que tal vez falte en el caso valenciano: la mencionada unidad del sector. «Las bodegas trabajan en conjunto, de la mano del Consorcio de Turismo», explica el Consejo Regulador gallego, que aporta otro factor decisivo para justificar su idilio con el turismo nacional: la idea de continuidad. «Hubo una apuesta unánime para buscar financiación y no dejar caer las bases que se habían colocado con el plan de dinamización», afirman sus responsables. «Hoy somos el ejemplo a seguir».

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