Rosa Panach ha visto desde pequeña cómo su madre fabricaba horchata. Cómo lavaba la chufa, la trituraba, cómo aquella pasta resultante la mezclaba con azúcar y agua en unas proporciones que se conocía de memoria... No ha habido muchas mujeres en una tradición asociada al ... mundo masculino, en el que ellos eran quienes cosechaban la chufa y quienes la convertían en una bebida que ha traspasado fronteras más allá de Valencia. «Ellas se dedicaban a la venta, pero también a la producción, aunque casi siempre en la sombra». Ayer, tanto Rosa Panach como Yolanda Morán y Ester Balaguer estaban orgullosas, ya en el primer plano que se merecían ocupar, de poder pertenecer por pleno derecho a un exclusivo club, 'Alboraia-Artesans de l'Orxata', que reunirá a quienes ofrecen productos y experiencias turísticas vinculadas a la horchata artesana, y que se presentó ayer en el Mercado de Colón.
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Marta Palacios
Hay otra mujer que ha contribuido de una forma decisiva a la promoción (y al consumo) de la horchata más allá de Alboraya. Yolanda Morán creó hace ya más de veinte años Mon Orxata, la empresa que ha salpicado Valencia con los carritos que venden vasos de la bebida de chufa, emulando aquellos tirados por burros que viajaban hasta la capital desde Alboraya. Ester Balaguer es la tercera de las mujeres que se sumaba ayer a esa minoría femenina tras el negocio de la horchata, en su caso por pertenecer a la tercera generación de la horchatería Rin, un negocio que, como Panach, vende horchata cuyo origen está en la chufa que cosechan en sus propios campos.
Darle un impulso a la horchata desde el punto de vista turístico es una parte importante de este proyecto, que incluye, por ejemplo, al hotel la Mozaira o las experiencias Horta Viva y l'Alqueria Maria Llistar, y que distingue entre anfitriones (quienes están ubicados en Alboraya) y embajadores (quienes ayudan con su venta a promocionar el producto artesano).
Allí estaba el alcalde de Alboraya, Miguel Chavarría, que destacó la importancia de poner en valor la horchata artesana y tradicional y potenciar todavía más su impacto económico, también a nivel turístico. Los productores de chufa han tenido que luchar con la competencia de la materia prima llegada de otros países, y que ha afectado, como a la naranja, a los precios. Además, la fama de la horchata ha propiciado la producción industrial y la comercialización de una bebida que poco tiene que ver con el producto artesano que comercializan los integrantes de este selecto club.
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NIEVES MARCOS
El secretario general de Turismo, Francesc Colomer, recordó que es esencial para construir el relato turístico del siglo XXI no perder los orígenes. «Los territorios corren el riesgo de caer en el turismo de la estandarización, y el camino tiene que ser ir de lo local a lo global». Destacó además que el objetivo de esta iniciativa y de otras que está llevando a cabo el Consell es dignificar el trabajo de los artesanos para que sus productos, que tienen una calidad excepcional, no caigan en el ostracismo. Y no olvidar a la abuela de Ester, que no sólo hacía la horchata, también la coca, el café granizado, los helados... Y todo buenísimo.
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