El brillo de Loles Salvador ilumina toda la cocina valenciana

Magia es la palabra que tal vez mejor define a Loles Salvador, gran dama de la gastronomía valenciana fallecida el pasado verano. Magia en sus fogones, magia en su vida. La magia desbordó ayer la sede de LAS PROVINCIAS, que organizó la segunda sesión de sus jornadas culinarias Mirando las Estrellas con un elenco de referentes imprescindibles de la cocina rendidos al momento cumbre de la cita: el homenaje a Salvador, que recogió no sólo el emocionado recuerdo de sus ocho hijos y demás seres queridos. También recibió el reconocimientos de sus amigos, los cocineros. Ricard Camarena, Joaquín Schmidt, Bernd Knoller, Vicente Patiño… Y el de Cuchita Lluch, quien sigue sin olvidar cómo con 18 años ya se gastaba la paga que le daba su padre en abandonarse a los placeres culinarios que Loles garantizaba. Y el testimonio de Jesús Trelis, director de este periódico, que pronunció la frase clave: «Loles tenía el brillo del optimismo».

Quienes desfilaron por el escenario coincidieron en destacar ese atributo de la desaparecida cocinera: su luz. «Mi madre era una estrella», apuntó una de sus hijas, Miriam, en el video que se presentó durante la velada. Un ser de luz, que derrochó generosidad y compañerismo en vida, como coincidieron todos los cocineros que bien la conocieron. Camarena, quien rememoró sus conversaciones interminables con la matriarca de nuestra cocina, confesó: «La vida me regaló una oportunidad maravillosa cuando la conocí». «Me emociono sólo de recordarlo», agregó. Knoller: «Se podía charlar con ella horas y horas, siempre era superinteresante». Schmidt: «Una persona imprescindible, en la gastronomía y como persona». Y Patiño, con un toque sentimental que conmovió al público: «Ahora sí que tenemos una estrella que nos protege desde arriba».

Sus palabras sirvieron para abrochar ese momento mágico, mágico como Loles, que se vivió cuando los descendientes de la gran dama de los fogones valencianos subieron al estrado para recoger el aplauso de las decenas de asistentes y un obsequio entregado por Trelis: un retrato donde Salvador aparece tal como era, desbordante de vida. Una vitalidad que contagió al conjunto de la cocina valenciana, cuyo auge, en vísperas de alojar la entrega de las estrellas Michelin, sirvió como hilo conductor de la sesión.

Fue un menú sabroso y diverso. Lluch, expresidenta de la Academia de la Gastronomía, felicitándose por la feliz evolución del sector («Hemos evolucionado muchísimo como potencia gastronómica») y Camarena, poniendo el foco sobre nuestra singularidad: «No somos conscientes de que nuestra cocina es irrepetible porque surge de la mezcla». Más cáustico, Schmidt, regalando otro de los titulares de la tarde: «No miento: no me gustaría tener una estrella». Y Knoller, defendiendo ante el sector más joven del auditorio la conveniencia de someterse al «choque cultural» que significa viajar para enriquecer el recetario propio.

Frases para el recuerdo que enmarcaron el final de la sesión: el tributo a Loles Salvador, la emocionada respuesta de sus hijos. En nombre de todos habló Javier, quien se refirió a su madre mediante una poderosa metáfora: «Mi madre era un árbol». Un árbol de cuyas ramas, encarnadas en sus descendientes, sigue brotando luz y magia. La que destilan las estrellas como ella.

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