- Mamá, quiero ser camarero.

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- ¿Cómo? Ni se te ocurra. Tú vales más que eso.

- ¿Acaso crees que los deseos se miden por su valor? Yo creo que no. Es lo que quiero, estoy más que decidido.

- Pero, cariño, ya sabes que tendrás que trabajar cuando todos estén de fiesta. Trabajarás en verano, los fines de semana o las madrugadas.

- Sí, claro, como los sanitarios a quienes aplaudíamos, o como los médicos, los policías, los bomberos o todos aquellos que prestan un servicio. Mamá servir es solo eso, prestar un servicio a los demás. Además, la hostelería ha mejorado muchísimo. La conciliación puede ser real y debe serlo. Yo prometo que ayudaré a que lo sea.

- Sí cariño, pero para servir hay que valer y no todo el mundo vale.

- Ya empezamos a estar de acuerdo. Servir es mucho más. Es comprender, ayudar, cuidar compartir, hacer feliz y mimar, mimar mucho. Te suena, seguro.

- Creo hijo que lo que pasa es que no quieres seguir estudiando.

- Todo lo contrario, mamá. Siendo camarero no podré parar de estudiar. Deberé estar a la última. Estudiaré idiomas y los hablaré. Aprenderé contabilidad, gestión, márquetin, sicología, inteligencia emocional e incluso, oratoria.

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- ¿Aprenderás todo eso solo para llevar platos a las mesas?

- Qué va, mamá. El camarero no solo lleva platos a las mesas. Tiene que saber lo que lleva cada plato, cómo se hace, su rentabilidad, su coste y por supuesto, llevar el plato perfecto para cada comensal. No solo es transportar, es bailar y reír. Es sentir que estás haciendo feliz a alguien. Es compartir los momentos tristes o felices de a quienes servimos. Es mucho más.

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- ¿Es todo eso? Pues la verdad es que no lo parece.

- Justo, mamá. Ahí lo has acertado. No debe parecer, debe ser. Y además de ser, lo haré discretamente. Sin protagonismo, con humildad, elegancia y orgullo. Te insisto, es mucho más. Habré estudiado nutrición y te recomendaré el plato perfecto para tu dieta o para tus alergias o intolerancias. Sabré de vinos, destilados, aguas o aceites y buscaré la armonía perfecta entre lo que comas y lo que bebas. La inteligencia emocional me ayudará a cuidar y mimar sin aspavientos y en equilibrio. Serviré con orgullo porque estaré orgulloso de mi mismo.

- Me cuesta entenderlo, pero poco a poco voy viendo que lo tienes muy, pero que muy decidido.

- Lo tengo claro, mamá. Es mi pasión, o acaso ¿no te acuerdas cuando bajábamos al bar de Paco y le recogía sus mesas. O cuando en Navidad jugaba a apuntar lo que iba a comer cada uno? ¿O cómo te colocaba los cubiertos y la vajilla ordenada en tus cajones?

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- Pero, ¿tendrás futuro?

- El futuro será maravilloso. El mundo es una gran sala con millones de personas a las que servir y hacer felices, Quiero servir sangría en un chiringuito de Menorca. Desespinar un pescado en un tres estrellas Michelín de París. Llevar y recomendar un vino al futbolista de moda en Nueva York. Hacer un café a un rey en una terraza de Alicante. O cuidar y mimar a una joven pareja que se está enamorando y han ahorrado durante meses para poder venir al restaurante de moda.

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- Cariño, yo lo único que quiero es que seas feliz.

- Tranquila, mamá. Lo seré. Seguro. El comedor será «El Sitio de mi Recreo»

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(P.D. Hoy mi palabra bonita es: ilusión. Las ilusiones nos hacen mejores y crean un mundo más equilibrado y justo. Y me vais a permitir que termine con una historia personal. Cuando empezaba en esto de ser feliz sirviendo, vinieron mis padres a un bar en el que trabajaba frente al mar. Tomaron dos cortados y mi padre me pidió sacarina. Se la puse en un platito al lado de su café. Con el codo tocó a mi madre y le dijo: ¿has visto que bien lo ha hecho? Me miró orgulloso y ese instante de orgullo paterno es un recuerdo imborrable y aleccionador que recuerdo a diario. Incluso en los días buenos).

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