El frutero David Tatay enfrente de su puesto en el Mercado Central, la frutería y verdulería Amparo Vivó. DAMIÁN TORRES

Cuando la fruta es una devoción

EN EL MERCADO ·

Tras treinta años de trabajo, el comerciante del Mercado Central de Valencia David Tatay reflexiona sobre los cambios en la forma de comprar y la relación con sus clientes

paula moreno

Jueves, 10 de junio 2021, 17:54

Al bajar por el pasillo Blasco Ibáñez del Mercado Central, una amplia parada atrae el ojo del caminante: ya sea por el enorme tamaño de los tomates valencianos o el colorido de las frutas y verduras, este puesto invita a detenerse y apreciar el producto, colocado cuidadosamente por David. Por su mirada atenta y calmada, nadie podría advertir que este vendedor hace jornadas de doce horas seguidas diariamente, y de esas ya lleva siete ese día. Son personas como David las que forman y articulan el tejido social del Mercado Central, y son ellos quienes se adaptan como pueden a las demandas horarias del oficio. Para poder abrir a las 7:30, es necesario acudir a los mayoristas o sacar productos del almacén y organizar la tienda muchas horas antes.

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Antes de decir una palabra, ordena en líneas rectas y paralelas las manzanas Royal Gala conseguidas esa madrugada en Mercavalencia. Es un día de baja actividad: es lunes por la mañana, y el día ha empezado oscuro por la tormenta que se avecina. Unos pocos clientes empiezan a asomarse enfundados en sus chubasqueros por la puerta de la Avenida del Oeste. Una vez ha amontonado los palés en que venían las frutas, se ajusta las gafas y empieza a hablar.

David Tatay es la cuarta generación de vendedores de su familia en el área del mercado. Su bisabuela ya tenía un puesto de venta cuando el Mercado Central era una explanada, y su abuela fue de las personas que llenaron el edificio modernista de vida nada más este abrió sus puertas en 1928. La parada se llama igual que su fundadora, 'Amparo Vivó', y él ha sabido mantener la esencia de este negocio y la relación con sus clientes desde que empezó a trabajar en 1991. Tras salir de la mili, no pensó que acabaría en el negocio familiar, pero fue a ayudar. De lo que iba a ser un período corto de tiempo en la parada, han pasado ya 30 años. «Tenía en el negocio familiar algo que continuar», comenta.

Cuenta que aún mantiene clientes que le compraban a su abuela. Como claves para conservar esta fidelidad señala que las empleadas del local son siempre las mismas personas, por lo que los clientes pueden familiarizarse con ellas. Son ellas quienes tratan al cliente con el mimo y atención característicos de este mercado, y quienes hacen que vuelva. También señala que, a estos clientes que conoce desde hace 30 años, a veces les lleva la compra a casa.

A pesar de este afecto que hay en el mercado entre clientes y vendedores, David es realista: sabe que las personas van a comprar donde más les conviene, no donde se lleven mejor con el dependiente o el producto sea más fresco. «La gente joven se va a vivir fuera, y allí hay donde comprar. Nos repartimos los clientes con los supermercados», menciona.

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No obstante, el prestigio del mercado atrae todos los días tanto a turistas como a valencianos, y aunque estos primeros han disminuido en número este año, las ventas no han disminuido de forma destacada. Tampoco sería normal que su negocio perdiese o ganase demanda súbitamente, pues tal y como bromea: «La gente come, por lo que hay un nivel estable de clientela». De hecho, señala esta estabilidad como uno de los puntos fuertes del negocio, uno que les ha ayudado a aguantar crisis que trastocaron y cerraron muchos otros, como la de 2008. «El mercado funciona bien», subraya.

Por otra parte, observa que los hábitos de los consumidores han cambiado, razón por la que sus ventas han caído. «La gente ya no compra igual», lamenta. Para ilustrar la situación, explica que antes las verduras y frutas se compraban al kilo. A día de hoy, se compran por piezas. Pero él es optimista en este aspecto: «Se sigue vendiendo, pero se vende menos». Es consciente de que, en el mercado más grande de Europa, con 7000 m2 de superficie, no tendrá problemas a la hora de atraer clientes. Incluso en una mañana lluviosa, se puede apreciar la belleza del edificio, con sus cristaleras y detalles modernistas. «El mercado no ha perdido su encanto» afirma, abriendo los brazos para abarcar las paradas.

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Señala que, aunque valore mucho su oficio, no puede evitar que este se vuelva pesado en ocasiones. Tal y como ha hablado con otros vendedores, algunos de ellos amigos suyos, es un sentimiento bastante común. «Te quejas un poco de la faena y de los horarios, pero al final lo llevas bien», explica, encogiéndose de hombros.

Sin embargo, los horarios particulares del mercado, que tan solo abre por las mañanas, llevan a personas ajenas a este a pensar que los tenderos trabajan a media jornada. «Pero yo me he levantado por la mañana temprano y ya he hecho una jornada», replica, con tono de indignación.

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Frente a la proliferación de la compra online y el descenso en el número de clientes presenciales, él asume la nueva situación con tranquilidad. Tampoco le inquietan las crisis económicas que puedan acabar afectando a su sector pues, tal y como explica: «Si nos hemos mantenido en crisis tan complicadas como la de 2008, muy raro ha de ser que el Mercado Central no encuentre salida a esta». Lo más importante que deben hacer negocios como el suyo para sobrevivir es adaptarse a los retos futuros. «Es adaptarse a lo que hay», concluye.

Tras acabar de hablar, se despide y se gira decidido hacia el mostrador para seguir desempaquetando y ordenando verduras y frutas. En el mercado ya se escuchan más voces, que se pierden en la inmensidad del edificio, y varias personas se acercan hacia el negocio de David. Él aparta sus palés a un lado para seguir con su labor de forma discreta, mientras las empleadas esperan a que alguno de los carritos se dirija hacia su puesto. Él se vuelve a sumir en el mismo trabajo que su madre, su abuela y su bisabuela asumieron hace casi un siglo.

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DAMIÁN TORRES

«A mi me gusta mucho el tomate raf»

¿Cuánto tiempo llevan en el mercado? ¿Son la primera generación de este negocio?

Lo que el mercado lleva en pie. 4 generaciones, porque mi bisabuela como tal también vendió, pero fuera, así que en el mercado somos 3 generaciones.

¿Cuál es el producto que más venden de su parada?

Depende de la época del año. Hay temporadas en que es la cereza o el fresón. Ahora comienza la temporada del tomate valenciano y, cuando empieza el otoño, es la época de la naranja valenciana.

¿En cuál época del año venden más?

Solía ser en épocas de primavera, pero eso era antes, ahora ha cambiado. Realmente, no sabes qué época es mejor o peor. Quizás navidad, que es una época de venderse mucho.

Personalmente, ¿Cuál es el producto de su parada que más le gusta?

Qué difícil… Se basa en qué te gusta trabajar. A mí me gusta mucho el tomate raf porque es muy agradecido. Es un tomate prieto de carne dura, por lo que manipularlo no te da tanta faena. Es un producto fácil de vender, y está a un buen precio.

¿Cuál es el cambio más notorio que ha visto en el mercado en los últimos años?

La forma de comprar de la gente. Cuando empecé a trabajar, la gente compraba todavía grandes compras. Las compras antes eran 3kg de patatas, 2 kg de cebolla. Ahora es 7 patatas, tres zanahorias, una berenjena, etc. Sigue comprando, pero no como antes.

Si usted tuviera que recomendar otra parada del mercado, ¿Cuál sería?

Siempre que me pregunta un cliente mío le ofrezco un producto de línea similar a la mía. Mi vecina de enfrente, Jamones El Maño es de las mejores charcuterías del mercado. Tengo una cierta amistad y sé que van a tratar bien al cliente.

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