Secciones
Servicios
Destacamos
Esta historia está basada en un hecho real. Sábado. 9 de la mañana. Plaza de Ciudad de Brujas, Valencia. Hoy de nuevo, acompañada por mi abuela. Se llama Vicenta Silla. Muy a diferencia de lo que se pueda pensar, los milennial también acuden al Mercado Central a hacer la compra. O al menos lo intentan. No todos sobreviven al despliegue de medios que se expone en las siguientes líneas. Ni todos son capaces de estar disponibles en cuerpo y mente un sábado a las 9 de la mañana. Pero hablemos de aquellos que lo consiguen: cuál es su secreto y qué esconden detrás de esas almas sin resaca.
Es bien sabido que para realizar una tarea con éxito se necesita preparación previa. El primer secreto para hacer una buena compra es hacer una buena lista. ¿Qué necesito comprar? En función de la respuesta deberemos determinar recorrido y hora de llegada al Mercado Central. No es lo mismo ir a por fruta o verdura, que ir a por pescado. Si se te ocurre llegar más tarde de las 11 a comprar algo que provenga del mar estás perdido. Probablemente encontrarás sólo lo que nadie se ha llevado. Si se trata de carne puedes hacerte un poco más el remolón y por supuesto que el fiambre espera a quién sea, igual que los frutos secos.
Lo segundo es conocer la ruta. La práctica hace al maestro, también es bien sabido. Pero si te quedas con esto ya tienes un trecho: las carnicerías están todas rodeando el Mercado Central. Desde el centro, justo bajo de la cúpula, verás algunas de las mejores verdulerías y fruterías, aunque las pequeñas, esas con encanto y de campos propios, están más escondidas -te contaré dónde-. Entrando por la puerta de los Santos Juanes, te encontrarás la zona del pescado y si entras por la principal, al fondo a la derecha. Las charcuterías están distribuidas por todo el edificio (aunque siempre cercanas a los pasillos del centro) y para las especias, frutos secos y encurtidos, no queda otra que conocer bien el mercado. Atención: es muy importante no perder de vista la puerta por la que has entrado, si no te aventuras a perder fácilmente el norte.
Las primeras veces, aunque bonitas, siempre sacan a relucir la inocencia. El truco de abuela astuta: allá donde fueres haz lo que vieres. ¿Cómo saber si una parada tiene buen género? Sencillo, te lo dirá la cantidad de gente que haya esperando. No todo el mundo hace cola en Solaz (de las mejores paradas de charcutería y quesos) por placer ni casualidad. Y aunque esta norma no es siempre aplicable, te sacará airoso de la zona de la inexperiencia. También truco astuto -este de cosecha propia-, si la parada tiene fotos de nietos pegadas en la pared, fíate, más si están vestidos de falleros.
Noticia Relacionada
María José Carchano
Otro factor a tener en cuenta, el presupuesto. Estrechamente relacionado con las dos variables que rigen en el Mercado Central: la calidad y el precio. Hay paradas para todos los gustos, a todos los precios. Paradas caras pero muy selectas, paradas a un precio medio-alto pero con mucha calidad y paradas económicas, sin más. Todo dependerá de cuál sea tu presupuesto. Mi consejo -el de mi abuela- es moverse entre las del medio, nunca defraudan y dan alegrías de vez en cuando.
Comprar en el Mercado Central no tiene nada que ver con ir al super, recordemos que por algo se le llama mercado, todo funciona bajo la ley de la oferta y la demanda. Hay tener activados los cinco sentidos para no dejarse seducir por el color de unas fresas fuera de temporada al módico precio de 12 euros el kilo. Lo de los kilos y los gramos es lección aparte, aquí no queda otra que aprender a trompazos. Dicen que cuando te haces abuela desarrollas el superpoder de la calculadora de precios. «A más de 9 no las compro», «¡en una semana bajan casi dos euros!» y mi favorita, aunque no tenga que ver con el precio: «estas son de aquí eh, VALENCIANAS. Las que traen de por ahí no valen nada», a ella le van a explicar lo que es comprar kilómetro cero. Es difícil entonces determinar si estamos comprando o no a un buen precio. Los trucos que te puedo dar: ve con tiempo, date una vuelta, compara entre paradas antes de comprar; en la cesta siempre productos de temporada, sostenible para el planeta y también para el bolsillo.
Y ahora sí, volvamos al sábado a las 9 de la mañana. Creedme que este plan es mejor que muchos de los que surgen un viernes noche. Nada más llegar el ambiente es bastante abrumador, si pestañeas te lo pierdes, casi casi como en Barraca. Aquí la gente también sigue modas, al parecer los carros de cuatro ruedas son ahora última tendencia. Y también está de moda lo de hacerse un merchan cool para trabajar en las paradas. Por no hablar de la locura de los tickets del parking. Todo un ecosistema a estudiar. La carcajada me salió sola cuando escuché por el megáfono «Raúl, te has dejado la cartera en la parada Manglano». Ay Raúl, si llega a ser en Barraca no la vuelves a ver.
Nosotras entramos por la puerta principal con, por supuesto, nuestro carro de cuatro ruedas. Allí te encuentras con Palanca Carnissers a mano izquierda, siempre a rebosar, indicador de que se hacen las cosas bien. Justo en frente Manglano Fiambres, dos islas a la derecha Casa Tomillo y llegando al centro del edificio La botiga de queso, todo producto selecto. Una vez en la cúpula nos movemos hasta llegar a la puerta de la izquierda. Allí, haciendo esquina está Oiled&Salt, parada de salazones y encurtidos. El ajo arriero su especialidad, ¡en un día pueden vender más de 20 kgs! Caminando hacia la puerta del fondo te cruzas con Tropicalmente Herbasana, donde encontrarás todos los productos latinos que te puedas imaginar y más. Mi abuela descubrió aquí el chile y desde entonces siempre viene.
Nos adentramos después en las fruterías y verdulerías. Primera parada, José Navarro, entre las medias tirando a las altas, con producto de calidad. Un poco más adelante, dejando a mano derecha la puerta de entrada, están, una al lado de la otra, Fuster y Folgado. La primera muy buen producto a un precio algo más asequible, la segunda cara, pero con mucha calidad. Pasamos también por Tadeo, de camino a la zona del pescado, «bueno buenísimo, pero caro carísimo», son las palabras de mi abuela. Y casi topándonos con la pared de enfrente aterrizamos en mi favorita, Verduras María, donde está siempre David con una sonrisa. El nombre de la parada se lo puso su madre, hace ya muchos años y él continúa con el oficio vendiendo mucho producto de sus propios campos. En la línea está también Paco Vicent. En estas mi abuela compra siempre las patatas, alcachofas, robles, coliflor, cebollines o rábanos. Precio excepcional y buen género, eso sí, para consumir cuanto antes. Las naranjas sí o sí las compramos en Javier Real, recogidas de su terreno y cuando se acaban, se han acabado.
Listas para entrar en la zona del pescado, no sin antes hacer una parada en Natividad Soler, el puesto de toda la vida para comprar las especias en el mercado. Y ya en territorio comanche, donde se aplica la misma norma que en las carnicerías: las buenas paradas, rodeando el distrito marinero. José López Soriano nada más entrar, Guillot y Alfredo Gil son las recomendaciones que nunca fallan. Y poco más puedo comentaros sobre el pescado, porque aquí es cuestión prueba y error.
Noticia Relacionada
Todo esto será más que suficiente para saltar directamente del nivel principiante al avanzado. Sólo para los asiduos se reserva el nivel experto, que pasa sin excepción por conocer a los mercaderes. Privilegios como la reserva de tu compra, el favoritismo por detrás del mostrador, el trato excelentísimo (si es que se puede más) y, de vez en cuando, alguna sorpresa en las bolsas. Toda una experiencia, pero también un placer -y por qué no, un lujo- hacer la compra en el Mercado Central.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.